Ahora no estamos sometidos al capricho o a la necesidad de controlar reinos, comercios y caminos, eso ya pasó.
Y ningún capricho de ningún rey, conde, terrateniente o politiquillo advenedizo es consentido sin más, para su sólo beneficio material.
Ahora hay leyes, y hay encargados de hacer observar su cumplimiento...
Así que, en el caso que nos ocupa, se trata de que, cuando se reciben con alborozo títulos y reconocimientos, hay que aceptar de buen talante todo lo que viene detrás, en letra clara y brillante, como es el compromiso real y efectivo de mantener y conservar el trazado reconocido en sus actuales formas.
No vale sólo quedarse con la fiesta y pregonar a los cuatro vientos la inmensa riqueza que atesoramos, sino trabajar día a día porque todos esos valores se mantengan tal cual se han reconocido.
Inventemos pues caminos, los que existen y los que vendrán, en línea recta o a través del océano, volando como el Espíritu Santo desde el Vaticano o en piragua Ebro arriba... eso serán lo que son: inventos y caminos... pero El Camino de Santiago, eso es otra cosa...
Y lucharemos porque lo siga siendo, hasta que las fuerzas y las ganas aguanten...
Pd.- Cada vez quedan menos (ganas, digo)
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