martes, 2 de febrero de 2010

De hospitalidad...

A un hospitalero que se tambalea... quizá a mí mismo:

Buenos días amigo, estés donde estés.

Hoy ha amanecido gris, y gris está nuestro ánimo. Cuando abrí el ordenador me dije: hoy voy a explotar, voy a contar lo que siento, y bueno, pues que se arme si se tiene que armar, pero necesito explicarme.

Y lo primero que me encuentro es tu mensaje. Me has adelantado una buena parte del trabajo. Pero ¿sabes? no vamos a ser autocomplacientes, no nos vamos a lamentar.

Si quieres mi hombro y te sirve para soltar unas amargas lágrimas, aquí lo tienes, de corazón. Pero, de veras, después te voy a coger yo de los hombros, te voy a zarandear un poco, te voy a mirar a los ojos, fija, profundamente, y te prometo que, entre las lágrimas que yo también tengo, te voy a decir:

¿De qué vas, amigo? Tu eres HOSPITALERO. Si, hospitalero, de hospitalidad, y eso no te permite venirte abajo; el camino, la gente, te necesitan, toda la gente, no sólo alguna: el humilde y el presuntuoso, quizá más éste que aquél, porque aquel ya está más cerca de la Paz y éste está más lejos; el agradecido y el desagradecido porque éste está más necesitado de Amor, si éste que te exige, que te mide de arriba a abajo, que intenta colar su mochila y ocupar dos literas para estar más cómodo, que aquél que espera con humildad que le acomodes, que te pregunta con voz esperanzada pero bajita que ¿no tendrás un hueco para mí? fíjate, no una cama, sino un hueco; éste está más cerca de la Luz y nos necesita menos.

Y luego están el veterano y el novato; aquél llega diciendo: yo conozco el camino, tú no estabas aquí el año tantos, a ver si esto está más limpio que la última vez, etc. con suficiencia, con descaro; y el novato, ese que te dice: yo no se cómo va esto, ¿me dices qué tengo que hacer, cuánto te tengo que dar por el sello? Este está más cerca de la Verdad y de la Vida que aquel presuntoso que, a cada paso que da se aleja más de la senda verdadera.

¿Y bien? ¿con qué te quedas? ¿vas a dejar a toda esa gente buena sola y en manos de los turistas desaprensivos, o te vas a poner las pilas y vas a mirar al camino con la ilusión de cada día, con las ganas de hacerte cada vez un poco mejor para hacer mejor a los demás? Elige, tú mismo.

Pero no, amigo, tú eres HOSPITALERO, casi nada. Tú tienes en tus manos la posibilidad de ilusonar, de curar, de aliviar el cansancio, de hacer felices durante unas horas a todos aquéllos buscadores de no se sabe qué, pero buscadores, que aparezcan por tu puerta, de dar de comer al que te lo pida, de dar agua fresca para beber y agua caliente para lavarse, en fin, de cumplir y hacer cumplir una etapa cada día a tantos y tantos que caminan con la Luz en los ojos, con el brillo de la ilusión en la mirada, y con la esperanza de que el mundo, la vida, es mejor porque queremos que sea mejor cada día, no más aburrida, sino mejor cuanto mejor seamos cada uno de nosotros, cambiando el mundo a través de nosotros mismos.

¿Cómo lo ves? No amigo, tú no puedes renunciar, no eres libre de renunciar para nada, tú puedes DAR, en cada hora de cada día puedes DAR.

Dichoso tú, puñetero, pues DA, DA sin límites, DATE todo a todos, que cada uno, en la medida de sus necesidades encuentre de tu agua para saciar su SED de felicidad, de PAZ, de consuelo.

Y ya me he quedado agusto. Ahora mírame a los ojos y dime que estás ahí para tí y para todos, para nosotros y para los que vengan, para los bohemios y para los turistas, que todos necesitan de tí.

Y agarra la escoba y barre bien el refugio que ya se está haciendo tarde, y los primeros puñeteros peregrinos (con cariño) están zascandileando por la puerta y ya nos miran mal.

Amigo, un abrazo solidario de un humilde hospitalero a un GRAN HOSPITALERO, tú mismo.