martes, 27 de julio de 2010

Parece que fue ayer...

Siempre que pasaba por aquella pequeña aldea, me tendía junto al molino, recién pasado el puentecillo.

Allí había una buena sombra, la hora lo pedía, y nadie me quitaba mi horita de sueño, entre las matas de menta amarga.

Más adelante había un pequeño pilón, a la derecha de la marcha, con agua fresca de la acequia vecina y del arroyo cantarín.

Otro buen lugar para echar los huesos al suelo y dejarse ganar por la paz del ambiente.

En este lugar conocí a Serafín.

Se autodenominaba amigo de los peregrinos, y en realidad, a su manera, lo era.

Siempre encontraba la forma de pegar la hebra y, ya una vez desvelado en mi descanso, me lanzaba al palique con él.

Sus palabras, año tras año, eran las mismas: su relato de sus andanzas por Cataluña, de fábrica en fábrica, su vuelta al terruño, no soportaba las aglomeraciones de gente ni de coches, y su mejor entretenimiento: charlar con los que pasaban, con sus tres o cuatro palabras en mal francés e inglés que le llevaban a presumir de hablar "cinco o seis idiomas".

La conversación, calcada vez tras vez, derivaba en un momento culmen: cuando contaba, señalando con dolor y consternación al regatillo de agua, que allí, allí mismo, su padre marchó un día, cuando bajó a por agua para la comida.

Era el único momento triste, sus claros ojos se llenaban de agua y su habla, de por sí complicada de seguir, se trabucaba durante unos minutos interminables en un murmullo irreconocible.

Pero recuperaba el tono y seguía con la historia de su hermana, la de Barcelona, que venía todos los veranos a pasar unos días y a ayudarle en la siega.

Gente sencilla, entrañable, que bajaba al Camino a narrar una y otra vez su historia, a ofrecerte pan de hogaza, cerezas o unos higos.

No he vuelto a verlo desde hace unos pocos años. Pero yo me paro allí cada vez y le recuerdo con nostalgia...

Un bendito lugar, del que gracias a Dios se habla poco, de paso para la inmensa mayoría, de descanso y recuerdos para unos pocos, para mí...

Es Herrerías, un lugar perfecto para perderse...

De abandonos en el Camino...

Esto, entre otras muchas cosas, se le contestó a una peregrina que se lamentaba amargamente después de haber abandonado el Camino un mes de mayo de hace muchos años. Esta mujer nos abrió su corazón, sin ser consciente en aquél momento de lo mucho que nos estaba regalando con su experiencia... y ésto es lo que me salió del corazón en aquél momento, sin ser consciente tampoco de que años después, yo pasaría por la misma experiencia...


"Vamos a hacer un breve balance de lo que tienes que antes no tenías:

1.- Has aprendido que no se puede uno lanzar al vacío sólo por referencias, por muy bonitas que sean...

2.- Has aprendido que cada persona es diferente, que los que pasaban a tu lado sonriendo y con cara de felicidad estaban en un momento muy distinto del tuyo, simplemente, que lo que para unos era el colmo de la dicha, para otros, tú en este caso, en el mismo lugar, a la misma hora, era la antesala del infierno. Esto te puede ayudar mucho en tu vida cotidiana, a comprender situaciones aparentemente inexplicables (hasta ahora)...

3.- Has aprendido a vaciarte, a llorar sin consuelo, buena enseñanza, nada puede ser rellenado sin previamente haberse vaciado... hay que dejar espacio para las cosas nuevas, si no, nos quedamos anclados, envejecemos y morimos...

4.- Has aprendido que tienes límites, unos límites muy claros, muy concretos, intenta no traspasarlos demasiado...

5.- Has aprendido a confiar en los demás, a abrirles tu alma, a compartir con gente que no conoces, pero que aprecias, lo más profundo de tus sentimientos... amiga eso es mucho, pero mucho...

6.- Estás aprendiendo ahora que esa misma gente que no te conoce, pero que te aprecia, te confía sus experiencias, te abre las puertas de su corazón, te ofrece su hombro para que descanses, te saca lo mejor que tienen para animarte y ponerte otra vez en pie, en el Camino, Tu camino, Su camino.

¿Sabes? Seguro que hay muchas más cosas que has aprendido, seguro que más importantes, pero esas son las que he aprendido yo leyendo tu refllexión y las de los amigos que te han contestado...

Y te digo más, nos has enseñado a muchos muchas cosas, muchas más de las que te imaginas... gracias por ello."

domingo, 25 de julio de 2010

Las volvoretas de la memoria...

... no dejan de revolotear en torno a mí, ahora que la Hospitalidad se entiende de otra manera, cuando lo que valía para hace un año ya no se va a aplicar más...

¡Cómo cambian las ideas, y qué rápido!

Antes, no hace mucho, las cosas se movían a otro ritmo en este Camino, todo tendía a mejorar, ¿de qué otra forma podría ser?, pero a un paso pausado, a la medida del hombre, sin bandazos ni veleidades...

Cuando yo conocí el Camino, hace más de tres lustros, me encontré con una forma de "Acoger" diferente, inesperada, humilde y generosa...

Casi se podría resumir en un lugar y una familia. Me permito escogerlos como ejemplo porque allí, con ellos, aprendí más de "amor fraternal" que en toda mi vida anteriormente.

Los que me acogieron, me ayudaron en mi caminar, formaban una pequeña familia de cuatro personas: un matrimonio y dos de sus hijas, las más pequeñas... Mari Carmen, Jesús, Agueda y Cecilia.

Mari Carmen era todo dulzura, humildad, siempre dispuesta a ayudar, siempre al pie del cañón... Jesús era y es un ser diferente, una fuerza de la naturaleza, un compendio de sabiduría, fuerza física, resistencia, entrega y amor, mucho amor a los demás... Agueda, toda sonrisa y frescura, alegría incondicional... y Cecilia, una niña encantadora, una esponja que atraía a todo lo que se ponía por delante, ávida de crecer...

Esta familia se ocupaba de los caminantes en un marco singular: una especie de carpa, un antiguo invernadero de flores, una estructura irregular de tubos, alambres y plástico, junto a la iglesia de Santiago, en el mismo Camino, a la entrada de Villafranca del Bierzo.

El milagro se producía en aquélla extraña estructura todos los días. Mientras que Jesús se ocupaba de labrar y cultivar la tierra a unos centenares de metros de allí, su mujer y sus hijas esperaban y atendían a los cansados caminantes que caían por aquéllos parajes, les proporcionaban agua fresca, sombra, una ducha fría y reconfortante, conversación y lo más preciado... compañía.

Al caer la tarde, se formaba la mesa para cenar, la hora importante del día, y por allí pasaban los "panes y peces" diarios de un milagro en forma de alimento, sano y natural, ensalada con productos de la huerta, patatas de la tierra, huevos de las gallinas y fruta, fea pero sana, cuidada y recogida con esmero... cada día, hubiera dos o veinte caminantes, nunca faltó nada para nadie.

Entonces no se pedía nada a cambio... ¿nada? no, no es exacto. Se pedía, si era menester, trabajo, ayuda para mantener aquéllo en pie, cada uno lo que supiera hacer: poner un enchufe, ayudar a cavar una zanja para el pozo séptico, arreglar una litera, fregar, barrer... todo lo necesario para seguir en marcha...

No hacía falta nada más. Siempre era así y siempre sería así. Jesús nos contaba como había crecido a pocos metros de allí, donde su madre siempre mantenía encendido un fuego y un puchero sin fondo, rellenado una y mil veces, siempre a punto, para que el que lo necesitase metiese allí su cuchara y sacase algo de caldo las más de las veces, alguna patata si había suerte, y no digamos un hueso con algo de carne pegado si le tocaba la lotería...

Y él quería que todo siguiese así: cada uno que aportara lo que pudiera y que no faltara de nada...

Hoy las cosas han cambiado, mucho. Allí también, para ellos también. Y las nuevas formas han ido desplazando a estas personas y a su forma de entender la "acogida", las Hospitalidad.

Pero lo que no se debería olvidar ni cambiar nunca es la disposición de estar a pie de Camino, siempre, más cuando había poca gente o nadie que cuando el Camino rebosaba de caminantes y de visitas curiosas, con lluvia, frío, viento, hielo y nieve... entonces más, porque si alguien lo necesitaba, lo necesitaba más, si alguien tenía hambre, tenía más hambre porque no había adónde acudir, si tenía frío, tenía más frío porque no había donde guarecerse.

Ahora parece que las cosas se ven de otra manera, los criterios son diferentes, se calcula más y se sustituye la dureza del servicio a los demás por el estudio detallado y frío de las estadísticas. Está bien, el Camino se lo pierde...

Pero yo quiero recordar a gentes como aquéllas que nos enseñaban "amor" a raudales, y creer que su trabajo no fue en vano y que alguna vez, en algún lugar, lograremos revivir ese espíritu y esas formas...

Y ahora, dejemos que las "volvoretas", más sosegadas, sigan revoloteando sobre nuestras cabezas...

Las medias y las... estadísticas

Tiene bastante guasa eso de las medias y las estadísticas...

¡Cuántos días se obtiene esa media dividiendo el número de euros en la caja de donativos entre los "durmientes"!

¿Por qué no tenéis en cuenta que todos los días aparece algún billete de diez euros y hasta de veinte, lo que hace pensar claramente que una persona agradecida abulta la media y aporta lo que cinco o diez miserables, habiendo recibido lo mismo pero sabiendo valorar lo que encuentra?

Y ¿qué pensar de ese puñado de céntimos que aparece todos los días, aliviando el bolsillo de esos caraduras que así lavan su maltrecha conciencia?

Lo dicho: mucho "miserable"... pero todo el mundo tranquilo, que la que se está cociendo entre los hospitaleros voluntarios promete movida, y de la buena, en el próximo y fastuoso año de gracia de 2010.

Por fin van a disfrutar a pierna suelta todos los que no soportan la presencia de una persona que les atienda sin solicitarles nada a cambio, ¡vaya si lo van a disfrutar!

Ahí se van a mover muchas cosas y se van a caer muchos palos de este sombrajo... al tiempo.

Pd.- Acabo de adherirme a una nueva denominación: hospitalero INvoluntario... y es que una cosa es aportar lo que se puede y otra considerarlo voluntariedad... se hace ya por tradición más que por voluntariedad, y uno lo va dejando... pero le cuesta.

De caminos históricos y... tradicionales

Eran otros tiempos, un rey decidía que había que construir una ciudad de servicios para que los súbditos y los foráneos no anduvieran desperdigados por el territorio sin control y ya tenemos la ciudad de Estella... pero los tiempos actuales no funcionan así, ahora somos los ciudadanos los que nos damos las leyes, los gobiernos y los reglamentos, y casi todo está ya descubierto y construído.
Ahora no estamos sometidos al capricho o a la necesidad de controlar reinos, comercios y caminos, eso ya pasó.

Y ningún capricho de ningún rey, conde, terrateniente o politiquillo advenedizo es consentido sin más, para su sólo beneficio material.

Ahora hay leyes, y hay encargados de hacer observar su cumplimiento...

Así que, en el caso que nos ocupa, se trata de que, cuando se reciben con alborozo títulos y reconocimientos, hay que aceptar de buen talante todo lo que viene detrás, en letra clara y brillante, como es el compromiso real y efectivo de mantener y conservar el trazado reconocido en sus actuales formas.

No vale sólo quedarse con la fiesta y pregonar a los cuatro vientos la inmensa riqueza que atesoramos, sino trabajar día a día porque todos esos valores se mantengan tal cual se han reconocido.

Inventemos pues caminos, los que existen y los que vendrán, en línea recta o a través del océano, volando como el Espíritu Santo desde el Vaticano o en piragua Ebro arriba... eso serán lo que son: inventos y caminos... pero El Camino de Santiago, eso es otra cosa...

Y lucharemos porque lo siga siendo, hasta que las fuerzas y las ganas aguanten...

Pd.- Cada vez quedan menos (ganas, digo)

Navidad en el Camino...

"De viejos papeles extraviados, nunca olvidados, brota este sentimiento más agridulce, más dulce que agri:

No corren buenos tiempos para la lírica, pero los ilusos empedernidos siempre intentamos encontrar un resquicio por el que meter la ilusión...

La soledad, en tiempos de invierno, en un albergue sin pueblo alrededor, aislado, es nuestra segura compañía. Aprovechémosla pues y a ver qué nos puede aportar...

Los días se suceden lentamente, apenas hay nadie a quien ser útil. Uno, dos, o a lo sumo tres peregrinos van a venir a descansar entre estas paredes. Muchos días nadie... nadie para hablar, para compartir, para ayudar...

Las horas de luz son escasas, la niebla, el frío, la lluvia impenitentes, implacables, nos acompañan cada día.

El trabajo siempre es el mismo: pasar la escoba y la fregona, salir a por el pan que cada mañana nos traen a la puerta, preparar la perola con el caldo: unos buenos huesos, un poco de tocino, un choricillo, los días que se puede un cuarto de gallina, una cucharada de caldo vegetal (por no abusar) y agua fresca... todos los días, siempre a punto, lo primero cuando alguien pasa la puerta, un caldito caliente... cuando alguien pasa la puerta...

¿Y cuando no viene nadie? Día tras día en la más absoluta soledad... comer solo, leer, desesperarte con los sudokus, esperar, esperar, y a las once subir, repasar el dormitorio por pura rutina, apagar la luz y acostarte con el libro y el Ipod... solo, solo...

Te preguntas ¿para qué estoy aquí? ¿tiene sentido? casi las mismas preguntas que cuando caminas.

Y las respuestas te salen a borbotones cuando alguien toca a la puerta, cansado, mojado, con el vaho congelado, con las botas embarradas...

¿Que si tiene sentido? ¡Todo el sentido del mundo! En este momento, esta persona me necesita, si no hubiera estado aquí, todo hubiera sido distinto para ella. Mantener la casa caliente, limpia, ayudarle a despojarse de la capa, la mochila, acercarle la silla para que se saque las botas... todas estas labores no tienen precio, ¿qué se podría dar por semejante dicha, por poder tener la suerte de estar allí, en el momento oportuno? ¿Tu tiempo, quizá? ¿Lo tienes? Pues ese es el precio, y esa es la recompensa... la sonrisa, la gratitud, el recuerdo imperecedero.

Y esa tarde de Nochebuena, cuando a las siete de la tarde aquél italiano llegó, todo cobró sentido: las luces, el Belén, la espera, la soledad... y el preparar a toda prisa una buena marmita de lentejas para dar un poco de contenido al caldo, y la ilusión de cortar los turrones, y poner a enfriar el pacharán traído desde 800 kilómetros para esa ocasión, y los ojos como platos de mi "peregrino regalo de Navidad"...

¿Tiene comparación atender el albergue en verano, con los días eternos, con el prado fresco delante donde, si fuera necesario, se podría descansar perfectamente, con estar allí precisamente ahora, cuando no hay nada más que tú, cuando la diferencia entre estar o no estar supone tres horas más de camino para el caminante?

Yo creo que no hay color: si merece la pena estar para los demás es ahora, cuando verdaderamente hace falta, cuando atender cincuenta peregrinos en treinta días es recibir cincuenta premios gordos, cuando una sonrisa de agradecimiento vale mucho más que dos días de espera, de soledad, de silencio...

Es duro, muy duro, pero ¿quién dijo que fuera fácil?"

Ésto, en el lugar que ocurrió, ya no va a poder volver a ocurrir...

De gatas...

Los gatos eligen: a sus amigos, a sus dueños, a sus enemigos...

Mi gata Jana me eligió a mí, no podía ser de otra forma. Fue un frío y luminoso día de Enero, por las sierras de Guadarrama. Yo realizaba mi paseo diario por el monte, cuando un diminuto cachorro de menos de un mes me salió al paso, se agarró a mis botas, y me miró con unos ojazos inmensos como dos lunas llenas...

Fue un amor a primera vista. No tuvo otra más que agacharme y cogerla con cuidado. Cuando la tuve a un palmo de mi nariz, supe que iba a ser mía, y yo de ella.

Con cuidado la puse sobre mi hombro, temía que se hubiera extraviado de su manada y al tocarla y moverla, no pudiera volver... vano intento, cuando la dejé en el suelo, me siguió maullando con pasión, con toda su fuerza.

La volví a coger y acordé con ella que, si quería me acompañara, y si no, que saltara y volviera al bosque. No hubo manera, se cogió a mi hombro con todas sus fuerza, y todas sus garras. Continué mi camino como si nada pasara y no se soltó ni un instante.

Cuando volví para casa, se agarró aún más fuerte, ella sola, al sentir el ruido de la calle y de los coches. No me soltó hasta la terraza de la buhardilla. Allí se tumbó todo lo largo que era al sol, se lamió de arriba a abajo y se durmió como si no hubiera hecho otra cosa nunca.

Es atigrada, más blanca que parda, morro fino, más que los gatos comunes y menos que los gatos silvestres.

Me adoptó y la adopté. Vivimos una profunda relación de amor. Ahora vive con mi hijo, y se que es feliz, tiene de quién ocuparse...

Se llama Jana (por enero, ya sabéis).

Calixto, perro peregrino...

Se llamaba Calixto, y era perro peregrino, como constaba en su plateado collar.

Vivía en San Juan de Ortega. Su colchoneta particular, que la tenía, ocupaba un lugar de honor bajo la arcada que daba paso a lo que quedaba del antiguo monasterio, junto al Bar de Marce.

Era bajo pero robusto, una especie de perdiguero de Burgos, de aquéllos que anunciaban antaño los Hush Puppies, patas cortas, orejas muy largas, cuerpo fuerte y largo, y unos ojos entre amistosos y tristes, grandes, oscuros.

Le gustaba andar entre peregrinos, siempre pillando algo de cada uno de ellos, aquí un cacho de bocata, allí un trozo de fruta, todo le venía bien...

Pasaba la tarde alegrando la vida de los caminantes, remoloneando de un lugar a otro, dejándose acariciar por todos y repartiendo algún que otro lametón amistoso.

Era una suerte dormir a su lado, en las cálidas noches de verano, bajo el arco, aguantando sus guturales ronquidos, porque roncaba como buen andarín que era...

Pero cuando Calixto daba la talla era por la mañana.

Sin prisa, se desperezaba y elegía compañía entre los peregrinos que se ponían en marcha hacia Burgos.

Y allá que se marchaba, tan pimpante, con el rabo tieso caminando entre los carrascos, y no paraba hasta las primeras naves industriales a la entrada de la gran ciudad.

Allí, indefectiblemente, se sentaba con toda displicencia hasta que algún taxista, que le conocía ya sobradamente, tenía a bien subirlo en su vehículo y transportarlo de vuelta a S. Juan de Ortega donde comenzaba de nuevo la misma historia, día tras día...

Buen amigo de los caminantes y Peregrino de Honor por vocación, mi admiración y respeto por Calixto, perro peregrino.

Pd.- Lamentablemente, en los años 90 no existían las máquinas fotográficas digitales, y por ello no se guarda ninguna imagen de Calixto...

Runa...

Runa no es la primera... pero es la actual.

Y hace buen papel, como casi siempre. Antes que ella siempre hubo en Villafranca grandes y nobles perros, grandes y nobles amigos.

Ahora, reina Runa.

Dicen que los dueños de perros se parecen a ellos. Pues en este caso también. Hoy por hoy, Runa se ha hecho inseparable de Jesús, y Jesús no se mueve de su casa sin Runa... y sin un motivo especial.

Los motivos especiales que mueven fuera de Villafranca a Jesús y Runa, Runa y Jesús son, desgraciadamente, con mucha frecuencia, la defensa del Camino de Santiago.

La defensa de agresiones, transformaciones salvajes e injustificadas.. y allí, siempre, están los dos.

Runa ya se ha manifestado tanto en Santiago de Compostela como en Villafranca de los Barros; allí por la ocupación, depredación y desaparición de algunos kilómetros en las barbas del mismísimo Santiago, en el ya triste y oprobioso solar que alguien soñó se convertiría en un Polígono Industrial y hoy contempla la miseria de los avariciosos, y acá ante la amenaza del corte del Camino de la Plata por una contaminante Refinería que intenta llevarse por delante la vida y la plenitud de una maravillosa dehesa cacereña.

En ambos casos, al frente, los primeros, Jesús y Runa, Runa y Jesús... ya se ha ganado el respeto y el derecho a ostentar el apelativo de "guardiana del Camino".

Su aspecto desgarbado, descuidado, como de mala gana y pasotismo, sus andares errantes y traviesos, su porte, su color negro zaíno, la nobleza de su cabeza poderosa, ya forman parte del imaginario del Camino.

Si a ello le añadimos su comportamiento amable, su carácter tranquilo y apacible, que hace las delicias de los peques y los grandes allá en el Bierzo, en su casa, ya tenemos una imagen de lo que vale esta compañera de caminantes, de visitantes...

Noble Runa, hasta la vista... ¿será en los campos castellanos dando la cara frente a cementerios nucleares? ¿o será en cualquier cruce de nuevas autopistas o Aves veloces?

No se dónde nos encontraremos de nuevo, pero allá donde se clame por el Camino... allí estarás con Jesús, y Jesús contigo.

Dina...

Dina es un amor de animal. Su pasión es amorrar a la gente y restregarse con ellos.

Todas las tardes, si el tiempo medianamente lo permite, Dina asoma por el Albergue, por la puerta (jamás ha puesto un pie dentro) a ver qué se cuece.

Medio minuto después, a lo más tardar, la sigue Felisa, un encanto de mujer, gallega, fisterrán hasta las trancas, una mujer preciosa, con sus botas "katiuskas", su rebequita, su pelo gris, largo y lustroso, recogido en una hermosa trenza.

Es la visita diaria de todas las tardes. Rara vez viene con las manos vacías: una bolsa de manzanas, un ramo de hortensias para el Albergue... y lo más valioso, su conversación, su cálida compañía...

Mientras Felisa habla con nosotros, Dina campa a sus anchas por el prado frente a la casa, persiguiendo quién sabe qué.

Su pasión son los palos. Siempre busca uno, no importa su tamaño, y viene orgullosa, con él atravesado en la boca, a depositarlo a tus pies. No importa que no la hagas caso, ella te sigue con el palo en la boca y lo vuelve a dejar una y otra vez, incansable.

Y ¡ay de ti! si caes en la tentación de tirárselo... ya no te la puedes quitar de encima en toda la tarde.

Las tardes en Corcubión, las que lo son, son tranquilas, apacibles, serenas... y una de las mejores cosas que se pueden hacer, es sentarse en las gradas, la espalda apoyada en el crucero, y leer, leer, leer, mientras esperas la aparición escalonada de los peregrinos que han de pasar necesariamente por debajo de tu atalaya.

En esos minutos que siguen a la comida, con el libro a un lado, el tímido sol de primera hora de la tarde acariciándote la cara, el viento calmado pero moviendo ligeramente las copas de los eucaliptus, es donde el alma se serena y el tiempo se detiene...

... hasta que alguien te empuja el brazo y te pone una gruesa pata sobre las rodillas. Es Dina que viene a su paseo diario, a visitar el Albergue, a jugar contigo, a hacerte compañía.

Detrás, a unos pasos, Felisa: "¡Dina, deja en paz a Ramón!" Dina y yo nos miramos y sonreímos, los dos.

Entonces le tiro un palo y corro mientras lo busca a la puerta del Albergue. Allí he dejado una lata de cerveza vacía de la noche anterior, le entusiasman las latas, y se la tiro más lejos aún, y así se nos van unos preciosos minutos de camaradería y complicidad...

La visita diaria se agradece lo que no está escrito, sobre todo en las largas tardes de invierno en las que el Albergue estaba vacío y la soledad apretaba la garganta...

No se qué será de Dina y de Felisa ahora, en los húmedos, largos y fríos meses en los que el Albergue permanece cerrado. No se a quién perseguirá por el prado, no se quién conversará con Felisa. El ultimo año, sus hijos consiguieron que marchara a La Coruña con ellos, no querían que pasara tanto tiempo sola. Pero ella les obliga a llevarla periodicamente a su casa. Y ni una sola vez deja de asomarse al Albergue, por si hay alguien, a darle un beso y conversar...

Mochilo...

Su mirada dulce, su calidez, su fidelidad (nunca faltó a la cita, siempre, pero siempre, ocupó su lugar)...

Nunca se movió más allá de cincuenta metros alrededor de su santuario, de aquélla raída alfombrilla irreconocible ya, de su trono... pero sabía de caminantes y de Camino todo lo que toda una vida puede dar de sí.

Le conocí cuando apenas se tenía en pie, juguetón, travieso, con los grandes ojillos negros como dos aceitunas, con sus afilados colmillos como alfileres que se clavaban en las piernas de todo el que paraba cerca o le echaba la mano para una caricia.

Fue la primera vez que visitaba El Acebo, ese diminuto paraíso de otros tiempos que se enorgullece, como reza en el sello del Mesón, de ser el primer pueblo del Bierzo.

Allí, en su puesto permanente, compartí mi primer bocadillo frito con él. Para los que no conocen ese manjar diferente, extraño y sabroso, les diré que se trata de un bocadillo frito... si, si, frito, relleno de tomate y huevo duro y cualquier otra cosa posible y comestible, inigualable, que se puede degustar cada día, después de transitar frente a Itaca y al monte Teleno, una vez pasado el oasis de Manjarín.

Sentado en la acera de enfrente, al consuelo de la mínima sombra de mediodía, en el santo suelo, como mandan los cánones, me disponía a recuperar fuerzas con aquél soberbio bocata frito cuando un kilo de nervios, de vitalidad desbordante, primero se me echó encima, y luego se sentó junto a mí, una oreja arriba y otra abajo, la cabeza ligeramente ladeada y una expresión de desamparo que derretía el alma.

No quería caricias, no quería mimos... quería comer, simple llanamente. Y uno, que es más blando que una galleta María mojada en el café, de esas que siempre se caen partidas por la mitad en el momento en que te las llevas a la boca, no tuvo otra que darle un trocito de pan frito.

¿Un trocito? Si hombre, no era ese el trato, se notaba... así que, trocito a trocito se engulló la mitad del manjar, justo la mitad, no iba a transigir ni un pelo más.

Cuando las dos últimas migajas, una para cada uno, desaparecieron, "Mochilo" se fue a su alfombrilla, junto al banco, al sol, cabe la puerta del Mesón, y se estiró cuan largo era, suspiró profundamente satisfecho, y soltó un par de ronquidos. Ya no estaba, ya me había sacado lo que quería y si te he visto no me acuerdo.

Se convirtió en una costumbre. Cada vez que pasaba por aquélla puerta, lo buscaba y lo encontraba, y confieso que, con el paso del tiempo, aquél amigo grande, gris y negro, convertido en todo un adulto, se zampó mi medio bocadillo frito y alguna vez uno entero para él solito, que su cuerpo ya reclamaba palabras mayores...

Siempre fue un símbolo para mí, a través de los años, lo convertí en un icono de mis caminos, representaba mi memoria de los Caminos recorridos, y me alegraba verlo crecer y crecer porque me recordaba que yo también crecía y que el Camino seguía ahí, impertérrito.

Su nariz nunca fue perfecta, más bien bastante desviada, algún paso mal dado, pero tenía serenidad y belleza, la suya.

Con el paso del tiempo, sus preciosos ojos negros se fueron tiñendo de gris opaco, ya hacía varios años que habían dejado de serle útiles, pero su instinto le mantenía firme en su lugar, y continuaba levantando la cabeza, solicitando su parte en el banquete y regalando su mirada ya triste e interior a todo el que le ofrecía una caricia.

"Mochilo" ya no está en su lugar, su alfombrilla desgastada e irreconocible si.

Marchó a donde marchan los amigos nobles, los compañeros fieles, los recuerdos dulces... yo sigo pidiendo mi bocadillo, y nunca como más de la mitad.

A los gestores de humo...

Apenas ha comenzado el "annus horribilis", y ya cansa... ¡qué lejos se ve 2011!

Seminarios al más alto nivel, promociones en Korea, marcas colaboradoras, botas oficiales, mochila del peregrino con productos locales, ungüentos de uva en dosis individuales, albergue cerrado por devastación de los anteriores gestores, ayuntamientos haciendo cuentas de lo que pueden sacar con los polideportivos, mesas redondas trufadas con recursos turísticos, FITUR con sus caballitos y sus monerías de Kukuxuleches, etc. etc. etc.

Producto turístico, expertos, entrevistas a agentes culturales, producto consolidado, ¡qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto!

Y mientras, el camino agonizando de éxito, de obras, de agresiones, de olvidos, de estupidez y de pateo de caminos por la carilla, de aves de rapìña, de futuros hoteles con encanto, de falsedad, de ¿cuántos litros ha de tener mi mochila?, de ¿alguien para agosto en Portomarín?, de ¿qué marca de toalla me recomendáis?...

... pena de Camino, pena de tragabuches sin alma, pena de gente sin objetivo ni horizonte, pena de transportes de mochilas, pena de estaciones de autobuses atiborradas de "peregrinos" en busca de butaca de autocar, pena de albergues tomados al asalto a las diez de la mañana, pena de colas interminables de mochilas colapsando las entradas de todos ellos durante todo el día, pena de "menú del peregrino", pena de tanta promoción equivocada, pena de autobombo en la ciudad de Santiago, pena de catedral atestada de flashes y de ovaciones al botafumeiro, pena de excursiones parroquiales masivas detrás de la banderita amarilla, pena de palos de escoba con una vieira colgando y las cintitas rojas y amarillas... pena .

Entre todos lo matamos y él solo se murió...

Pero el Camino es otra cosa, la llamada a recorrerlo es personal y la experiencia, íntima para los que lo han recorrido, aunque de eso no saben nada estos mercaderes del aire, estos vendedores de nada, estos precursores de Apocalipsis, estos repartidores de miseria y estos gestores de arena del desierto y de humo de colores... más les valdría un resto de dignidad y de respeto a la historia y a la ilusión y esfuerzo de los millones de PEREGRINOS que han configurado a lo largo de los siglos lo que éstos advenedizos van a destruir en una sola década de despilfarro, de destrozo y de gestión manipulada de lo recibido.

¡Que se vayan a la mierda,
que el Camino es libertad!

De balances, cuentas y... saldos

Uno viene de una formación más o menos clásica. Y por ello, y por haber dedicado una gran parte de su vida laboral al ámbito de las finanzas, no puede resistirse a la inveterada costumbre de, llegado el fin de año, tratar de ajustar las cuentas antes de dar carpetazo al ejercicio vigente.

Así que, como ya tantas veces, se pone a la tarea con la desazonante pero grata impresión de que las cosas siguen... más o menos igual.

Es decir, que la suma de lo recibido (Debe) enfrentada a lo dado (Haber) sigue mostrando un diferencial mareante a favor del primero (Debe). Por lo tanto, el saldo deudor no sólo no ha disminuído, sino que se ha incrementado.

Bien es verdad que el ejercicio actual ha sido un tanto decepcionante, no ha habido ocasión de aportar mucho, bien sabe Dios lo que me duele... pero así ha sido.

De manera que, si tenemos en cuenta el Haber acumulado en tantos años de Camino, apabullantemente mayor que lo devuelto al mismo... seguimos presentando una cuenta con dos lecturas diferentes.

En primer lugar, un Debe recibido y consolidado inmenso, lo cual es positivo, muy positivo. Y un Haber devuelto por uno francamente exiguo, lo que no deja de ser preocupante.

En el Debe recibido, Camino, amistad, amor (Eros), Amor (Ágape), ilusión, esperanza, solidaridad, crecimiento, confianza, alegría... todo a raudales.

En el Haber devuelto, nada que nadie de nosotros no pueda aportar, unas horas de desvelo, unos cuantos peregrinos atendidos, y apenas nada más.

Comprenderéis la magnitud de la diferencia y el compromiso que supone asumir el saldo resultante.

Si miráis en vuestra mochila detenidamente, quizá alguno de vosotros encontraréis algo parecido a lo que he tratado de explicar.

Si es así, alegráos, porque la tarea que os queda por delante es inmensa para tratar de compensar, siquiera en una pequeña parte lo recibido.

Si no fuera de esta manera, alegráos más aún por haber sido capaces de multiplicar ciento por uno lo recibido... los demás os lo agradecerán.

Es tiempo de cuentas, de cerrar sumas, cuadernos y contabilidades.

Que cada uno de vosotros, hechas las cuentas, se aplique a compensar las diferencias...

Y que, al final, siempre nos quede la sensación de que podemos dar más de lo que damos, porque ese será el motor de nuestras acciones para los Ejercicios por llegar.

La historia interminable...

La eterna dualidad: día y noche, luz y sombra, hola y... adiós.

Necesitaban, buscaban con toda su alma algo cálido a lo que agarrarse.

Cada una de ellas, formando parte de la otra, arrastraba su esperanza, su desengaño, su ilusión, su desesperación, por los caminos.

Fueron unas horas intensas, las dos eran una sola, yo fui todo un mundo para las dos y para cada una de ellas.

Las ayudé, poco. Me ayudaron, mucho. Las orienté, era fácil. Me orientaron, no se cómo pero lo consiguieron, y abrieron muchas puertas cerradas y candadas para ¿siempre?, y les allané el camino, y ellas me alumbraron lo que vendría después.

Les limpié las lágrimas y ellas me curaron el alma herida con su bálsamo luminoso.

Y se marcharon... como no podía ser de otra forma.

Iban más ligeras que llegaron, me dejaron más libre que me encontraron...

Nunca tan pocas palabras encontrarían un eco tan largo.

El pequeño hombre que hablaba con los osos...

"Hablo de Jean Louis.

Era un pequeño personaje más parecido a un hobbit que a un humano.

Menudo, magro, nervudo y silencioso, absolutamente silencioso.

No le gustaba hablar con los humanos, prefería hacerlo con las bestias. Quizá fuera por eso que me tomó como confidente en las largas veladas.

Y me confió su preciosa forma de vida allá en los Pirineos, del lado de Francia, su interés en confraternizar con los los lobos y los osos, cómo se acercaba a ellos, les dejaba comida, permitía que se confiaran y les hablaba, si, les hablaba.

Todo esto me lo contaba, chillaba, reía, recitaba con una voz preciosa y cantarina, en un idioma difícilmente reconocible, mezcla de francés, euskara, catalán, pero absolutamente expresivo y entendible, sin parar de moverse y gesticular a mi alrededor.

Todos los años, antes de que la primavera empezara a hacer despertar los brotes de los campos, Jean Louis aparecía como un reloj. Venía caminando desde los Pirineos, desde su casa. Nunca se alojaba en Albergues ni ciudades, no lo soportaba. Necesitaba la soledad de los campos para poder descansar.

No sabía leer ni escribir, pero era sabio. Jamás utilizó ningún documento ni credencial, no los necesitaba, pero llevaba consigo un viejo cuaderno lleno de comentarios en todos los idiomas y con mil letras diferentes. En él se plasmaban frases de aliento, cariñosas, deseos de felicidad, saludos variados de todo tipo de personas coincidentes en algún punto de un Camino, y algún sello no habitual, generalmente de conventos por los que a veces se dejaba caer en solicitud de ayuda. Se empeñó en que yo conservara esa joya, su cuaderno de viaje, su cuaderno de Camino. Lo mantengo como un preciado tesoro (acabo de reencontrarlo en una mudanza complicada, os prometo pasaros algún fragmento pronto).

Aún tengo otro recuerdo físico de aquél pequeño Gran Hombre. Me dejó grabados con un hierro calentado en la estufa, dos bastones cruzados con sus calabazas que adornan mi pequeño bastón de madera. Siempre que lo agarro lo llevo en mi mente.

Un año no volvió. Explotó la primavera, pasó el verano y Jean Louis no apareció. Suponemos que continuó su camino. La huerta y la cabaña en la que dormía cuando estaba entre nosotros le echaron de menos. Nosotros más, mucho más ..."

El Camino reo y culpable, rémora del progreso, etc. etc. (díselo tú que a mi me da la risa)

Hace años que lo estaban intentando. Parecía que ya lo tenían a huevo y... resulta que habían menospreciado algo tan sagrado como las Leyes de Protección del Camino de Santiago.

Así que, todo paralizado, informe va, informe viene, presión por aquí, amenaza por allá, unas lágrimas de cocodrilo por acullá y a ver si, con el colorcillo del Xacobeo traga... pero parece que las cosas no les salen...

¿Culpable? No... esta vez no es el Gobierno. El culpable es: ¡TACHAN! El Camino de Santiago. Si señores, el mismísimo Camino que ellos se empeñan en dar a conocer en Pernambuco y en la Conchinchina, el que intentan vender como la panacea de todas las crisis, el que les va a elevar el PIB gallego en un 2 por ciento el próximo año, el Itinerario Cultural Europeo, el Patrimonio de la Humanidad, ese mismo, ese es el culpable de que esta vez les esté costando más que otras llevarselo calentito.

Hay que tener una dosis de cinismo alarmante para aceptar esta píldora.

Y es que, si el Camino no pasara por allí, pues claro qué bien para todos ¿eh? Pero el caso es que el Camino es el que es, pasa por donde pasa y no vamos a consentir que nos lo manden al quinto pepino para que ellos se forren. La Ley es la Ley y está ahí para cumplirla. Y estaba cuando ellos pensaron cometer su fechoría.

De manera que ajo y agua y a ver cómo se comen este cocido.

Pero culpar del atraso endémico de Galicia al Camino, demonizarlo por sus exigencias de protección, cuando ha sido el cordón umbilical de toda una región española, el que la ha unido con el resto de Europa, el que ha engrandecido su nombre y extendido sus maravillas por todos los continentes, eso es, además de una estupidez, una felonía sin límites.

Esto se escribía hace más de dos años sobre estos casos. Sigue valiendo "palabra por palabra":

" Pero si es que ya hasta duele que no se entienda.

Vamos a ver: hay una Ley que protege una franja de 30 metros a cada lado del trazado del Camino. Bien. Se pretende hacer un Polígono Industrial en una zona por la que pasa el Camino. Bien o algo menos. Solución: se hace el Polígono Industrial o el Parque Temático de las Dunas de Lavacolla, o el Centro de Vacaciones de Tras Promontoiro, o el Centro de Ocio el Monte del Bocio, o lo que le salga de las meninges a los amos del ladrillo a lado y lado del Camino, exactamente a treinta metros a cada lado.

Pero eso si, sin tocar ni una brizna de hierba, ni un grano de arena del Camino que están protegidos por una Ley anterior y de ámbito superior. Así de sencillo. Pero lo que no es de recibo es talar, depredar, consumir, arrasar primero toda la zona y luego prometer plantar magnolios y madroños alrededor para hacer bonito, y prometer lo bonito que va a quedar con piedra de la zona, y lo guay que lo vamos a pasar los caminantes entre tanta maravilla.

Que no, que no queremos nada raro. Sólo que lo dejen todo como está. Y si ya no está así, que se rehaga todo como estaba y se castigue a los culpables del desaguisado. Y luego, que hagan lo que se les ocurra alrededor del Camino, no es de nuestra incumbencia.

Y lo mismo en Sarria, y lo mismo en Nájera, y lo mismo...

Mientras tanto:

¡¡¡ QUITEN SUS SUCIAS ZARPAS DEL CAMINO !!! "

Y, además, sobre este tema concreto ya se alertaba hace más de un año:

"Ya cansa, pero estos polvos trajeron los lodos actuales.

Se lo están montando bien, ponen todos los medios a su favor, pero no les saldrá gratis, no en el Camino. Han dado en hueso y habrá muchas sorpresas.

¿Qué tal si enviamos todo esto a la sede de la Unesco en París, qué tal si les dan algo más que un toque de advertencia, qué tal si comenzamos a plantearnos solicitar la baja del Camino como Patrimonio Cultural Europeo como reacción a la desidia de las autoridades en velar por el mismo? ¿Qué tal si se cortan honores y subvenciones por la actitud depredadora de estos insaciables políticos que no saben ejercer como garantes de los ciudadanos y sólo miran sus beneficios personales?

Ya se lo estaban preparando, ya lo tienen en marcha... ya nos toca a los demás mantener la dignidad de este Camino.

La noticia es de Marzo pasado, pero es ahora cuando se han puesto a ello con toda la artillería. "