martes, 27 de julio de 2010

Parece que fue ayer...

Siempre que pasaba por aquella pequeña aldea, me tendía junto al molino, recién pasado el puentecillo.

Allí había una buena sombra, la hora lo pedía, y nadie me quitaba mi horita de sueño, entre las matas de menta amarga.

Más adelante había un pequeño pilón, a la derecha de la marcha, con agua fresca de la acequia vecina y del arroyo cantarín.

Otro buen lugar para echar los huesos al suelo y dejarse ganar por la paz del ambiente.

En este lugar conocí a Serafín.

Se autodenominaba amigo de los peregrinos, y en realidad, a su manera, lo era.

Siempre encontraba la forma de pegar la hebra y, ya una vez desvelado en mi descanso, me lanzaba al palique con él.

Sus palabras, año tras año, eran las mismas: su relato de sus andanzas por Cataluña, de fábrica en fábrica, su vuelta al terruño, no soportaba las aglomeraciones de gente ni de coches, y su mejor entretenimiento: charlar con los que pasaban, con sus tres o cuatro palabras en mal francés e inglés que le llevaban a presumir de hablar "cinco o seis idiomas".

La conversación, calcada vez tras vez, derivaba en un momento culmen: cuando contaba, señalando con dolor y consternación al regatillo de agua, que allí, allí mismo, su padre marchó un día, cuando bajó a por agua para la comida.

Era el único momento triste, sus claros ojos se llenaban de agua y su habla, de por sí complicada de seguir, se trabucaba durante unos minutos interminables en un murmullo irreconocible.

Pero recuperaba el tono y seguía con la historia de su hermana, la de Barcelona, que venía todos los veranos a pasar unos días y a ayudarle en la siega.

Gente sencilla, entrañable, que bajaba al Camino a narrar una y otra vez su historia, a ofrecerte pan de hogaza, cerezas o unos higos.

No he vuelto a verlo desde hace unos pocos años. Pero yo me paro allí cada vez y le recuerdo con nostalgia...

Un bendito lugar, del que gracias a Dios se habla poco, de paso para la inmensa mayoría, de descanso y recuerdos para unos pocos, para mí...

Es Herrerías, un lugar perfecto para perderse...

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