miércoles, 22 de septiembre de 2010

... ¿Y qué?

Caminar el Camino es otra cosa.

¿Qué tendrá que ver el número de kilómetros que hay entre un punto y otro, y si queda mucho o poco, y si he hecho planes o no (por cierto, planes ¿de qué?), y si me esperan o no, y si dije o dejé de decir y qué me dirán si no hago lo que dije?

Es que ahí están todos los males y todos los fracasos.

Que soy marathoniano, ¿y qué? Voy a caminar en pos de una ilusión, no voy a demostrarme nada que no sepa, y en todo caso, voy a descubrir que soy capaz de luchar por mis sueños, pero en la más absoluta intimidad, sólo me compete a mí.

Que no voy a cumplir con mis objetivos, y los he hecho públicos, ¿y qué? Lo que me importa es sentirme bien conmigo mismo, ¿a quién más que a mí le incumbe nada de ésto? ¿soy más o mejor por cumplir unos plazos hechos desde el desconocimiento y la ignorancia más supina sobre aquéllo a lo que me enfrentaba? Pues eso.

Que la persona que me acompaña va como una moto y yo no puedo seguirla, ¿y qué? Pues sigue tú que no es mi paso, ni mi momento, ni mi ocasión. ¿Por eso voy a perderte, por eso me vas a considerar mal o fracasado?

Que la persona que me acompaña no puede con su alma y se está destrozando, pues me detengo, la ayudo, y si hay que dejarlo todo, se deja, ¿y qué? Con eso demuestro mi cariño hacia esa persona, ayudándola y aparcando mis proyectos, miel sobre hojuelas...

¡Qué bendición es dudar, equivocarse, no saber lo que te espera ni dónde acabará el día! ¡Qué gran diferencia con lo absolutamente cuadriculado, planificado... a menudo incluso por los demás, por las supuestas guías y sus "etapas", por los que se atreven a cuadricular el caminar de los demás con sus "sabios" consejos de qué hacer, dónde ir, dónde comer y dónde dormir.

Hoy hace menos de una semana volví a sentir las benditas cosquillas de la duda e incluso del miedo al no estar seguro ni de lejos de si iba a llegar, de si iba a estar abierto, de si...

Fue entre Astorga y Sta. Catalina de Somoza, camino recorrido decenas de veces, conocida cada piedra, cada arbusto... y se me hizo de noche, y volví a sentir zozobra por lo que me esperaba, y llegué cansado, aterido, desconfiado, deseperanzado... y feliz, porque eso era caminar como yo lo he hecho siempre, siguiendo a mi corazón, no a la razón...

Esa incertidumbre, esa duda, ese cosquilleo no tienen precio... son lo más agradecido de cada camino.

Porque caminar es sentirse, vivirse, reconocerse. Porque el objetivo somos nosotros, porque cada Camino es un mundo y cada persona un universo irrepetible...

... y porque sólo lo que vale, cuesta.

Por todo eso, camino en paz, camino solo o en compañía, lejos o cerca, en pos de algo o siendo señuelo para algo, pero eso si, camino en total y absoluta libertad, sin condicionantes, sin prisa, sin objetivo definido, porque cada día es un objetivo nuevo y completo y porque cada paso me acerca más a mí mismo...

jueves, 16 de septiembre de 2010

Mi bastón... de madera

Tengo un bastón que me acompaña en mis andaduras desde hace unos veinte años.

No mide mucho, más bien poco, es decir, lo justo para mí, poco más de un metro veinte.

Por tanto, nunca me atrevería a llamarlo bordón, es un humilde bastón.

Está hecho de madera, de una rama de eucalipto recogido en Galicia.

Este bastón tiene ya mucho de mí.

Por él han resbalado litros de sudor, es decir, de mí mismo.

Conoce todas las fuentes entre St. Jean, allá en Francia, y el Fin de la Tierra.

Se ha bañado en todos los ríos, todos los regatos, todos los mares... es mi compañero de camino, con quien duermo muchas veces abrazado dentro del saco, mi confidente, mi cómplice...

Es muy simple, para que me durara más ya he gastado muchas puntas de acero.

En su empuñadura, un invierno lejano Jean Pierre, mi amigo francés que vive con los osos del Pirineo, grabó con un hierro al rojo la imagen de dos bastones cruzados con una calabaza colgando cada uno.

Más de una vez lo he perdido, lo he abandonado involuntariamente, y siempre, siempre ha vuelto a mí.

LE QUIERO...

Espero que me acompañe todavía unos cuantos años, nada sería igual sin él en los caminos.

Viceversa... o al otro lado del espejo

Siempre me ha atraído el otro lado del espejo, siempre me sentí al otro lado.

Desde allí las cosas son casi iguales, pero a la inversa.

Es decir, si me pongo frente a un espejo sujetando una manzana con mi mano derecha, la imagen que veré es la de una persona sujetando una manzana en su mano izquierda.

¿Qué es más real, delante o detrás?

Yo ceo que ambas son reales.

Pero yo prefiero estar siempre que puedo al otro lado.

Me ayuda a ver las mismas cosas con una visión más crítica, más amplia, más atractiva, me ayuda a verme a mi mismo como me ven los demás, y me hace creer que las cosas son como yo quiero que sean, y eso tan simple me hace feliz.

Me ayuda a corregir posturas, me ayuda a ser más tolerante, al fin y al cabo lo que veo soy yo mismo y soy lo mejor que tengo, lo único que realmente tengo.

Y me ayuda, sobre todo, a ser mejor, más comprensivo conmigo y con los demás.

Probad a pasar al otro lado del espejo: os espera una verdadera sorpresa.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Reflexionando sobre el Camino hoy... y mañana

Soledad absoluta, eso es lo que había ayer en un Albergue ya asentado, precioso, cuidado por gente excepcional, en pleno Camino, recien entrados en la provincia de Burgos...

Ayer era 1 de septiembre de un año Santo Compostelano...

En todo el mes de agosto, se han hospedado en ese albergue exactamente 124 peregrinos, afortunados ellos... pero lo importante es la cifra: 124.

Bueno, la prensa gallega no para de entusiasmarse por el inmenso, enorme, esplendoroso éxito del Xacobeo, por el aumento sin precedentes del número de compostelas dadas, por las cifras deslubrantes del PIB gallego que aumenta sin parar según ellos por la celebración del Año Santo y la presencia de los "peregrinos" en masa...

Algo pasa aquí, algo no va bien.

Me temo que el Camino se va a desmembrar en muy poco tiempo, que dentro de nada hablaremos del Camino de Santiago y nos estaremos refiriendo a un Camino que, en el más optimista de los casos, comenzará en O Cebreiro, y lo más probable es que lo haga en Sarria...

Y ese será el Camino de Santiago... para la inmensa mayoría...

No hay más, todo lo trabajado día a día, construído y levantado con cariño, abnegación, sacrificio por cientos de personas a lo largo de varios decenios se irá desmoronando poco a poco, sin remedio, pasará al olvido y a las hemerotecas.

Ahora se impone la consecución inmediata de resultados, éstos priman sobre el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio... todo tiene que ser instantáneo, aquí y ya.

Y eso se consigue muy bien reduciendo el Camino de Santiago a unas meras excursiones de fin de semana, por cupones, rellenando la cartilla y al final... premio, globito para el nene y la nena, otro logro rápido y dulce, pecadillos a la mar e indulgencias a gogo, dos por una...

Es muy triste lo que está pasando, hay que reflexionar sobre ello.

Después del maldito año 2010 habrá que ponerse el mono, la mascarilla y los guantes de neopreno y lanzarse al inmenso campo de cenizas en el que van a convertir la senda sagrada que antes llamábamos Camino de Santiago... y comenzar de nuevo la obra inacabada, interminable de intentar dignificar este Camino.

Y probablemente lo hagamos de nuevo, pero ¡qué pena! ¿no?

sábado, 28 de agosto de 2010

La historia interminable...

La eterna dualidad: día y noche, luz y sombra, hola y... adiós.

Necesitaban, buscaban con toda su alma algo cálido a lo que agarrarse.

Cada una de ellas, formando parte de la otra, arrastraba su esperanza, su desengaño, su ilusión, su desesperación, por los caminos.

Fueron unas horas intensas, las dos eran una sola, yo fui todo un mundo para las dos y para cada una de ellas.

Las ayudé, poco. Me ayudaron, mucho. Las orienté, era fácil. Me orientaron, no se cómo pero lo consiguieron, y abrieron muchas puertas cerradas y candadas para ¿siempre?, y les allané el camino, y ellas me alumbraron lo que vendría después.

Les limpié las lágrimas y ellas me curaron el alma herida con su bálsamo luminoso.

Y se marcharon... como no podía ser de otra forma.

Iban más ligeras que llegaron, me dejaron más libre que me encontraron...

Nunca tan pocas palabras encontrarían un eco tan largo.

El grito de la tierra... el grito del Camino

El grito reivindicativo de una tierra cansada, agotada de darlo todo, y dispuesta a que no se la siga destruyendo más, desgarró el limpio aire de la mañana, bajo un sol de cuidado, pero con toda la fuerza que le dan la razón y la dignidad.

El ataque ha sido feroz, taimado, a traición, como siempre que se teme enfrentarse a la verdad... no se esperaba que los elegidos por nosotros, nuestros representantes, los que están a nuestro servicio en la Administración del Estado decidieran con una táctica "agosticida" dar la puntilla a las esperanzas de todos los que confiábamos en que, por razones de lógica humana, por la más elemental aplicación de las leyes que ellos aceptaron, que firmaron sin ningún rubor y que una y otra vez ignoran y conculcan, estaban obligados a proteger: el Camino de Santiago, vilipendiado, robado, esquilmado, pisoteado sin reparo... y ahora inundado, una vez más, en pleno año Santo, el que pasará tristemente a la historia como el más nefasto año Santo de la Era Contemporánea...

Lo han hecho una vez más, pero se han encontrado de frente con los que no tenemos otra cosa que el pensamiento y la palabra, desnudos de protección, pero equipados con todo un bagaje de sentido común y de sangre caliente en las venas, con un pueblo harto de ser el que paga todas las desdichadas ocurrencias de los políticos de turno y de los negociantes de siempre.

Y la respuesta ha sido inmediata, fervorosa, limpia y contundente. Se cortó la carretera general de Pamplona a Jaca a la altura del puente de Artieda. Fue una acción valiente, digna y limpia. Allí quedó patente que hay un pueblo VIVO, un pellizco del mapa que quiere seguir viviendo en su tierra, con sus medios, amante de su historia y garante de su futuro y del de sus hijos, respetuoso con el Camino de Santiago que les duele como al que más, y que no se van a mover ni un metro, ya no más.

Mención agradecida al comportamiento de los miembros de la Guardia Civil que no impidieron la acción y que la guardaron con todo respeto.

Y otras menciones menos agradables: la total y absoluta ausencia de las representaciones de las Asociaciones supuestamente "amigas" del Camino de Santiago. Ni una a nivel oficial, ni las locales (Jaca, Zaragoza, Navarra) ni de ninguna parte. Cada vez se hace más patente la nula y poco oportuna justificación para estas ausencias, NO hacen ninguna falta, SOBRAN, TODAS, ¡A LA MIERDA CON ELLAS!

El Camino se defiende solo, el Camino lo defienden los habitantes de estas tierras, no necesitan de tanto experto ni tanto sabio...

Y queda en la retina y en la mente la sonrisa, la ilusión, la esperanza de estas gentes nobles que llevan más de treinta años luchando y que saben que la batalla aún durará generaciones, pero que se saben poseedores de la RAZON, y por ello, INVENCIBLES.

El Camino está bien guardado...

martes, 27 de julio de 2010

Parece que fue ayer...

Siempre que pasaba por aquella pequeña aldea, me tendía junto al molino, recién pasado el puentecillo.

Allí había una buena sombra, la hora lo pedía, y nadie me quitaba mi horita de sueño, entre las matas de menta amarga.

Más adelante había un pequeño pilón, a la derecha de la marcha, con agua fresca de la acequia vecina y del arroyo cantarín.

Otro buen lugar para echar los huesos al suelo y dejarse ganar por la paz del ambiente.

En este lugar conocí a Serafín.

Se autodenominaba amigo de los peregrinos, y en realidad, a su manera, lo era.

Siempre encontraba la forma de pegar la hebra y, ya una vez desvelado en mi descanso, me lanzaba al palique con él.

Sus palabras, año tras año, eran las mismas: su relato de sus andanzas por Cataluña, de fábrica en fábrica, su vuelta al terruño, no soportaba las aglomeraciones de gente ni de coches, y su mejor entretenimiento: charlar con los que pasaban, con sus tres o cuatro palabras en mal francés e inglés que le llevaban a presumir de hablar "cinco o seis idiomas".

La conversación, calcada vez tras vez, derivaba en un momento culmen: cuando contaba, señalando con dolor y consternación al regatillo de agua, que allí, allí mismo, su padre marchó un día, cuando bajó a por agua para la comida.

Era el único momento triste, sus claros ojos se llenaban de agua y su habla, de por sí complicada de seguir, se trabucaba durante unos minutos interminables en un murmullo irreconocible.

Pero recuperaba el tono y seguía con la historia de su hermana, la de Barcelona, que venía todos los veranos a pasar unos días y a ayudarle en la siega.

Gente sencilla, entrañable, que bajaba al Camino a narrar una y otra vez su historia, a ofrecerte pan de hogaza, cerezas o unos higos.

No he vuelto a verlo desde hace unos pocos años. Pero yo me paro allí cada vez y le recuerdo con nostalgia...

Un bendito lugar, del que gracias a Dios se habla poco, de paso para la inmensa mayoría, de descanso y recuerdos para unos pocos, para mí...

Es Herrerías, un lugar perfecto para perderse...

De abandonos en el Camino...

Esto, entre otras muchas cosas, se le contestó a una peregrina que se lamentaba amargamente después de haber abandonado el Camino un mes de mayo de hace muchos años. Esta mujer nos abrió su corazón, sin ser consciente en aquél momento de lo mucho que nos estaba regalando con su experiencia... y ésto es lo que me salió del corazón en aquél momento, sin ser consciente tampoco de que años después, yo pasaría por la misma experiencia...


"Vamos a hacer un breve balance de lo que tienes que antes no tenías:

1.- Has aprendido que no se puede uno lanzar al vacío sólo por referencias, por muy bonitas que sean...

2.- Has aprendido que cada persona es diferente, que los que pasaban a tu lado sonriendo y con cara de felicidad estaban en un momento muy distinto del tuyo, simplemente, que lo que para unos era el colmo de la dicha, para otros, tú en este caso, en el mismo lugar, a la misma hora, era la antesala del infierno. Esto te puede ayudar mucho en tu vida cotidiana, a comprender situaciones aparentemente inexplicables (hasta ahora)...

3.- Has aprendido a vaciarte, a llorar sin consuelo, buena enseñanza, nada puede ser rellenado sin previamente haberse vaciado... hay que dejar espacio para las cosas nuevas, si no, nos quedamos anclados, envejecemos y morimos...

4.- Has aprendido que tienes límites, unos límites muy claros, muy concretos, intenta no traspasarlos demasiado...

5.- Has aprendido a confiar en los demás, a abrirles tu alma, a compartir con gente que no conoces, pero que aprecias, lo más profundo de tus sentimientos... amiga eso es mucho, pero mucho...

6.- Estás aprendiendo ahora que esa misma gente que no te conoce, pero que te aprecia, te confía sus experiencias, te abre las puertas de su corazón, te ofrece su hombro para que descanses, te saca lo mejor que tienen para animarte y ponerte otra vez en pie, en el Camino, Tu camino, Su camino.

¿Sabes? Seguro que hay muchas más cosas que has aprendido, seguro que más importantes, pero esas son las que he aprendido yo leyendo tu refllexión y las de los amigos que te han contestado...

Y te digo más, nos has enseñado a muchos muchas cosas, muchas más de las que te imaginas... gracias por ello."

domingo, 25 de julio de 2010

Las volvoretas de la memoria...

... no dejan de revolotear en torno a mí, ahora que la Hospitalidad se entiende de otra manera, cuando lo que valía para hace un año ya no se va a aplicar más...

¡Cómo cambian las ideas, y qué rápido!

Antes, no hace mucho, las cosas se movían a otro ritmo en este Camino, todo tendía a mejorar, ¿de qué otra forma podría ser?, pero a un paso pausado, a la medida del hombre, sin bandazos ni veleidades...

Cuando yo conocí el Camino, hace más de tres lustros, me encontré con una forma de "Acoger" diferente, inesperada, humilde y generosa...

Casi se podría resumir en un lugar y una familia. Me permito escogerlos como ejemplo porque allí, con ellos, aprendí más de "amor fraternal" que en toda mi vida anteriormente.

Los que me acogieron, me ayudaron en mi caminar, formaban una pequeña familia de cuatro personas: un matrimonio y dos de sus hijas, las más pequeñas... Mari Carmen, Jesús, Agueda y Cecilia.

Mari Carmen era todo dulzura, humildad, siempre dispuesta a ayudar, siempre al pie del cañón... Jesús era y es un ser diferente, una fuerza de la naturaleza, un compendio de sabiduría, fuerza física, resistencia, entrega y amor, mucho amor a los demás... Agueda, toda sonrisa y frescura, alegría incondicional... y Cecilia, una niña encantadora, una esponja que atraía a todo lo que se ponía por delante, ávida de crecer...

Esta familia se ocupaba de los caminantes en un marco singular: una especie de carpa, un antiguo invernadero de flores, una estructura irregular de tubos, alambres y plástico, junto a la iglesia de Santiago, en el mismo Camino, a la entrada de Villafranca del Bierzo.

El milagro se producía en aquélla extraña estructura todos los días. Mientras que Jesús se ocupaba de labrar y cultivar la tierra a unos centenares de metros de allí, su mujer y sus hijas esperaban y atendían a los cansados caminantes que caían por aquéllos parajes, les proporcionaban agua fresca, sombra, una ducha fría y reconfortante, conversación y lo más preciado... compañía.

Al caer la tarde, se formaba la mesa para cenar, la hora importante del día, y por allí pasaban los "panes y peces" diarios de un milagro en forma de alimento, sano y natural, ensalada con productos de la huerta, patatas de la tierra, huevos de las gallinas y fruta, fea pero sana, cuidada y recogida con esmero... cada día, hubiera dos o veinte caminantes, nunca faltó nada para nadie.

Entonces no se pedía nada a cambio... ¿nada? no, no es exacto. Se pedía, si era menester, trabajo, ayuda para mantener aquéllo en pie, cada uno lo que supiera hacer: poner un enchufe, ayudar a cavar una zanja para el pozo séptico, arreglar una litera, fregar, barrer... todo lo necesario para seguir en marcha...

No hacía falta nada más. Siempre era así y siempre sería así. Jesús nos contaba como había crecido a pocos metros de allí, donde su madre siempre mantenía encendido un fuego y un puchero sin fondo, rellenado una y mil veces, siempre a punto, para que el que lo necesitase metiese allí su cuchara y sacase algo de caldo las más de las veces, alguna patata si había suerte, y no digamos un hueso con algo de carne pegado si le tocaba la lotería...

Y él quería que todo siguiese así: cada uno que aportara lo que pudiera y que no faltara de nada...

Hoy las cosas han cambiado, mucho. Allí también, para ellos también. Y las nuevas formas han ido desplazando a estas personas y a su forma de entender la "acogida", las Hospitalidad.

Pero lo que no se debería olvidar ni cambiar nunca es la disposición de estar a pie de Camino, siempre, más cuando había poca gente o nadie que cuando el Camino rebosaba de caminantes y de visitas curiosas, con lluvia, frío, viento, hielo y nieve... entonces más, porque si alguien lo necesitaba, lo necesitaba más, si alguien tenía hambre, tenía más hambre porque no había adónde acudir, si tenía frío, tenía más frío porque no había donde guarecerse.

Ahora parece que las cosas se ven de otra manera, los criterios son diferentes, se calcula más y se sustituye la dureza del servicio a los demás por el estudio detallado y frío de las estadísticas. Está bien, el Camino se lo pierde...

Pero yo quiero recordar a gentes como aquéllas que nos enseñaban "amor" a raudales, y creer que su trabajo no fue en vano y que alguna vez, en algún lugar, lograremos revivir ese espíritu y esas formas...

Y ahora, dejemos que las "volvoretas", más sosegadas, sigan revoloteando sobre nuestras cabezas...

Las medias y las... estadísticas

Tiene bastante guasa eso de las medias y las estadísticas...

¡Cuántos días se obtiene esa media dividiendo el número de euros en la caja de donativos entre los "durmientes"!

¿Por qué no tenéis en cuenta que todos los días aparece algún billete de diez euros y hasta de veinte, lo que hace pensar claramente que una persona agradecida abulta la media y aporta lo que cinco o diez miserables, habiendo recibido lo mismo pero sabiendo valorar lo que encuentra?

Y ¿qué pensar de ese puñado de céntimos que aparece todos los días, aliviando el bolsillo de esos caraduras que así lavan su maltrecha conciencia?

Lo dicho: mucho "miserable"... pero todo el mundo tranquilo, que la que se está cociendo entre los hospitaleros voluntarios promete movida, y de la buena, en el próximo y fastuoso año de gracia de 2010.

Por fin van a disfrutar a pierna suelta todos los que no soportan la presencia de una persona que les atienda sin solicitarles nada a cambio, ¡vaya si lo van a disfrutar!

Ahí se van a mover muchas cosas y se van a caer muchos palos de este sombrajo... al tiempo.

Pd.- Acabo de adherirme a una nueva denominación: hospitalero INvoluntario... y es que una cosa es aportar lo que se puede y otra considerarlo voluntariedad... se hace ya por tradición más que por voluntariedad, y uno lo va dejando... pero le cuesta.

De caminos históricos y... tradicionales

Eran otros tiempos, un rey decidía que había que construir una ciudad de servicios para que los súbditos y los foráneos no anduvieran desperdigados por el territorio sin control y ya tenemos la ciudad de Estella... pero los tiempos actuales no funcionan así, ahora somos los ciudadanos los que nos damos las leyes, los gobiernos y los reglamentos, y casi todo está ya descubierto y construído.
Ahora no estamos sometidos al capricho o a la necesidad de controlar reinos, comercios y caminos, eso ya pasó.

Y ningún capricho de ningún rey, conde, terrateniente o politiquillo advenedizo es consentido sin más, para su sólo beneficio material.

Ahora hay leyes, y hay encargados de hacer observar su cumplimiento...

Así que, en el caso que nos ocupa, se trata de que, cuando se reciben con alborozo títulos y reconocimientos, hay que aceptar de buen talante todo lo que viene detrás, en letra clara y brillante, como es el compromiso real y efectivo de mantener y conservar el trazado reconocido en sus actuales formas.

No vale sólo quedarse con la fiesta y pregonar a los cuatro vientos la inmensa riqueza que atesoramos, sino trabajar día a día porque todos esos valores se mantengan tal cual se han reconocido.

Inventemos pues caminos, los que existen y los que vendrán, en línea recta o a través del océano, volando como el Espíritu Santo desde el Vaticano o en piragua Ebro arriba... eso serán lo que son: inventos y caminos... pero El Camino de Santiago, eso es otra cosa...

Y lucharemos porque lo siga siendo, hasta que las fuerzas y las ganas aguanten...

Pd.- Cada vez quedan menos (ganas, digo)

Navidad en el Camino...

"De viejos papeles extraviados, nunca olvidados, brota este sentimiento más agridulce, más dulce que agri:

No corren buenos tiempos para la lírica, pero los ilusos empedernidos siempre intentamos encontrar un resquicio por el que meter la ilusión...

La soledad, en tiempos de invierno, en un albergue sin pueblo alrededor, aislado, es nuestra segura compañía. Aprovechémosla pues y a ver qué nos puede aportar...

Los días se suceden lentamente, apenas hay nadie a quien ser útil. Uno, dos, o a lo sumo tres peregrinos van a venir a descansar entre estas paredes. Muchos días nadie... nadie para hablar, para compartir, para ayudar...

Las horas de luz son escasas, la niebla, el frío, la lluvia impenitentes, implacables, nos acompañan cada día.

El trabajo siempre es el mismo: pasar la escoba y la fregona, salir a por el pan que cada mañana nos traen a la puerta, preparar la perola con el caldo: unos buenos huesos, un poco de tocino, un choricillo, los días que se puede un cuarto de gallina, una cucharada de caldo vegetal (por no abusar) y agua fresca... todos los días, siempre a punto, lo primero cuando alguien pasa la puerta, un caldito caliente... cuando alguien pasa la puerta...

¿Y cuando no viene nadie? Día tras día en la más absoluta soledad... comer solo, leer, desesperarte con los sudokus, esperar, esperar, y a las once subir, repasar el dormitorio por pura rutina, apagar la luz y acostarte con el libro y el Ipod... solo, solo...

Te preguntas ¿para qué estoy aquí? ¿tiene sentido? casi las mismas preguntas que cuando caminas.

Y las respuestas te salen a borbotones cuando alguien toca a la puerta, cansado, mojado, con el vaho congelado, con las botas embarradas...

¿Que si tiene sentido? ¡Todo el sentido del mundo! En este momento, esta persona me necesita, si no hubiera estado aquí, todo hubiera sido distinto para ella. Mantener la casa caliente, limpia, ayudarle a despojarse de la capa, la mochila, acercarle la silla para que se saque las botas... todas estas labores no tienen precio, ¿qué se podría dar por semejante dicha, por poder tener la suerte de estar allí, en el momento oportuno? ¿Tu tiempo, quizá? ¿Lo tienes? Pues ese es el precio, y esa es la recompensa... la sonrisa, la gratitud, el recuerdo imperecedero.

Y esa tarde de Nochebuena, cuando a las siete de la tarde aquél italiano llegó, todo cobró sentido: las luces, el Belén, la espera, la soledad... y el preparar a toda prisa una buena marmita de lentejas para dar un poco de contenido al caldo, y la ilusión de cortar los turrones, y poner a enfriar el pacharán traído desde 800 kilómetros para esa ocasión, y los ojos como platos de mi "peregrino regalo de Navidad"...

¿Tiene comparación atender el albergue en verano, con los días eternos, con el prado fresco delante donde, si fuera necesario, se podría descansar perfectamente, con estar allí precisamente ahora, cuando no hay nada más que tú, cuando la diferencia entre estar o no estar supone tres horas más de camino para el caminante?

Yo creo que no hay color: si merece la pena estar para los demás es ahora, cuando verdaderamente hace falta, cuando atender cincuenta peregrinos en treinta días es recibir cincuenta premios gordos, cuando una sonrisa de agradecimiento vale mucho más que dos días de espera, de soledad, de silencio...

Es duro, muy duro, pero ¿quién dijo que fuera fácil?"

Ésto, en el lugar que ocurrió, ya no va a poder volver a ocurrir...

De gatas...

Los gatos eligen: a sus amigos, a sus dueños, a sus enemigos...

Mi gata Jana me eligió a mí, no podía ser de otra forma. Fue un frío y luminoso día de Enero, por las sierras de Guadarrama. Yo realizaba mi paseo diario por el monte, cuando un diminuto cachorro de menos de un mes me salió al paso, se agarró a mis botas, y me miró con unos ojazos inmensos como dos lunas llenas...

Fue un amor a primera vista. No tuvo otra más que agacharme y cogerla con cuidado. Cuando la tuve a un palmo de mi nariz, supe que iba a ser mía, y yo de ella.

Con cuidado la puse sobre mi hombro, temía que se hubiera extraviado de su manada y al tocarla y moverla, no pudiera volver... vano intento, cuando la dejé en el suelo, me siguió maullando con pasión, con toda su fuerza.

La volví a coger y acordé con ella que, si quería me acompañara, y si no, que saltara y volviera al bosque. No hubo manera, se cogió a mi hombro con todas sus fuerza, y todas sus garras. Continué mi camino como si nada pasara y no se soltó ni un instante.

Cuando volví para casa, se agarró aún más fuerte, ella sola, al sentir el ruido de la calle y de los coches. No me soltó hasta la terraza de la buhardilla. Allí se tumbó todo lo largo que era al sol, se lamió de arriba a abajo y se durmió como si no hubiera hecho otra cosa nunca.

Es atigrada, más blanca que parda, morro fino, más que los gatos comunes y menos que los gatos silvestres.

Me adoptó y la adopté. Vivimos una profunda relación de amor. Ahora vive con mi hijo, y se que es feliz, tiene de quién ocuparse...

Se llama Jana (por enero, ya sabéis).

Calixto, perro peregrino...

Se llamaba Calixto, y era perro peregrino, como constaba en su plateado collar.

Vivía en San Juan de Ortega. Su colchoneta particular, que la tenía, ocupaba un lugar de honor bajo la arcada que daba paso a lo que quedaba del antiguo monasterio, junto al Bar de Marce.

Era bajo pero robusto, una especie de perdiguero de Burgos, de aquéllos que anunciaban antaño los Hush Puppies, patas cortas, orejas muy largas, cuerpo fuerte y largo, y unos ojos entre amistosos y tristes, grandes, oscuros.

Le gustaba andar entre peregrinos, siempre pillando algo de cada uno de ellos, aquí un cacho de bocata, allí un trozo de fruta, todo le venía bien...

Pasaba la tarde alegrando la vida de los caminantes, remoloneando de un lugar a otro, dejándose acariciar por todos y repartiendo algún que otro lametón amistoso.

Era una suerte dormir a su lado, en las cálidas noches de verano, bajo el arco, aguantando sus guturales ronquidos, porque roncaba como buen andarín que era...

Pero cuando Calixto daba la talla era por la mañana.

Sin prisa, se desperezaba y elegía compañía entre los peregrinos que se ponían en marcha hacia Burgos.

Y allá que se marchaba, tan pimpante, con el rabo tieso caminando entre los carrascos, y no paraba hasta las primeras naves industriales a la entrada de la gran ciudad.

Allí, indefectiblemente, se sentaba con toda displicencia hasta que algún taxista, que le conocía ya sobradamente, tenía a bien subirlo en su vehículo y transportarlo de vuelta a S. Juan de Ortega donde comenzaba de nuevo la misma historia, día tras día...

Buen amigo de los caminantes y Peregrino de Honor por vocación, mi admiración y respeto por Calixto, perro peregrino.

Pd.- Lamentablemente, en los años 90 no existían las máquinas fotográficas digitales, y por ello no se guarda ninguna imagen de Calixto...

Runa...

Runa no es la primera... pero es la actual.

Y hace buen papel, como casi siempre. Antes que ella siempre hubo en Villafranca grandes y nobles perros, grandes y nobles amigos.

Ahora, reina Runa.

Dicen que los dueños de perros se parecen a ellos. Pues en este caso también. Hoy por hoy, Runa se ha hecho inseparable de Jesús, y Jesús no se mueve de su casa sin Runa... y sin un motivo especial.

Los motivos especiales que mueven fuera de Villafranca a Jesús y Runa, Runa y Jesús son, desgraciadamente, con mucha frecuencia, la defensa del Camino de Santiago.

La defensa de agresiones, transformaciones salvajes e injustificadas.. y allí, siempre, están los dos.

Runa ya se ha manifestado tanto en Santiago de Compostela como en Villafranca de los Barros; allí por la ocupación, depredación y desaparición de algunos kilómetros en las barbas del mismísimo Santiago, en el ya triste y oprobioso solar que alguien soñó se convertiría en un Polígono Industrial y hoy contempla la miseria de los avariciosos, y acá ante la amenaza del corte del Camino de la Plata por una contaminante Refinería que intenta llevarse por delante la vida y la plenitud de una maravillosa dehesa cacereña.

En ambos casos, al frente, los primeros, Jesús y Runa, Runa y Jesús... ya se ha ganado el respeto y el derecho a ostentar el apelativo de "guardiana del Camino".

Su aspecto desgarbado, descuidado, como de mala gana y pasotismo, sus andares errantes y traviesos, su porte, su color negro zaíno, la nobleza de su cabeza poderosa, ya forman parte del imaginario del Camino.

Si a ello le añadimos su comportamiento amable, su carácter tranquilo y apacible, que hace las delicias de los peques y los grandes allá en el Bierzo, en su casa, ya tenemos una imagen de lo que vale esta compañera de caminantes, de visitantes...

Noble Runa, hasta la vista... ¿será en los campos castellanos dando la cara frente a cementerios nucleares? ¿o será en cualquier cruce de nuevas autopistas o Aves veloces?

No se dónde nos encontraremos de nuevo, pero allá donde se clame por el Camino... allí estarás con Jesús, y Jesús contigo.

Dina...

Dina es un amor de animal. Su pasión es amorrar a la gente y restregarse con ellos.

Todas las tardes, si el tiempo medianamente lo permite, Dina asoma por el Albergue, por la puerta (jamás ha puesto un pie dentro) a ver qué se cuece.

Medio minuto después, a lo más tardar, la sigue Felisa, un encanto de mujer, gallega, fisterrán hasta las trancas, una mujer preciosa, con sus botas "katiuskas", su rebequita, su pelo gris, largo y lustroso, recogido en una hermosa trenza.

Es la visita diaria de todas las tardes. Rara vez viene con las manos vacías: una bolsa de manzanas, un ramo de hortensias para el Albergue... y lo más valioso, su conversación, su cálida compañía...

Mientras Felisa habla con nosotros, Dina campa a sus anchas por el prado frente a la casa, persiguiendo quién sabe qué.

Su pasión son los palos. Siempre busca uno, no importa su tamaño, y viene orgullosa, con él atravesado en la boca, a depositarlo a tus pies. No importa que no la hagas caso, ella te sigue con el palo en la boca y lo vuelve a dejar una y otra vez, incansable.

Y ¡ay de ti! si caes en la tentación de tirárselo... ya no te la puedes quitar de encima en toda la tarde.

Las tardes en Corcubión, las que lo son, son tranquilas, apacibles, serenas... y una de las mejores cosas que se pueden hacer, es sentarse en las gradas, la espalda apoyada en el crucero, y leer, leer, leer, mientras esperas la aparición escalonada de los peregrinos que han de pasar necesariamente por debajo de tu atalaya.

En esos minutos que siguen a la comida, con el libro a un lado, el tímido sol de primera hora de la tarde acariciándote la cara, el viento calmado pero moviendo ligeramente las copas de los eucaliptus, es donde el alma se serena y el tiempo se detiene...

... hasta que alguien te empuja el brazo y te pone una gruesa pata sobre las rodillas. Es Dina que viene a su paseo diario, a visitar el Albergue, a jugar contigo, a hacerte compañía.

Detrás, a unos pasos, Felisa: "¡Dina, deja en paz a Ramón!" Dina y yo nos miramos y sonreímos, los dos.

Entonces le tiro un palo y corro mientras lo busca a la puerta del Albergue. Allí he dejado una lata de cerveza vacía de la noche anterior, le entusiasman las latas, y se la tiro más lejos aún, y así se nos van unos preciosos minutos de camaradería y complicidad...

La visita diaria se agradece lo que no está escrito, sobre todo en las largas tardes de invierno en las que el Albergue estaba vacío y la soledad apretaba la garganta...

No se qué será de Dina y de Felisa ahora, en los húmedos, largos y fríos meses en los que el Albergue permanece cerrado. No se a quién perseguirá por el prado, no se quién conversará con Felisa. El ultimo año, sus hijos consiguieron que marchara a La Coruña con ellos, no querían que pasara tanto tiempo sola. Pero ella les obliga a llevarla periodicamente a su casa. Y ni una sola vez deja de asomarse al Albergue, por si hay alguien, a darle un beso y conversar...

Mochilo...

Su mirada dulce, su calidez, su fidelidad (nunca faltó a la cita, siempre, pero siempre, ocupó su lugar)...

Nunca se movió más allá de cincuenta metros alrededor de su santuario, de aquélla raída alfombrilla irreconocible ya, de su trono... pero sabía de caminantes y de Camino todo lo que toda una vida puede dar de sí.

Le conocí cuando apenas se tenía en pie, juguetón, travieso, con los grandes ojillos negros como dos aceitunas, con sus afilados colmillos como alfileres que se clavaban en las piernas de todo el que paraba cerca o le echaba la mano para una caricia.

Fue la primera vez que visitaba El Acebo, ese diminuto paraíso de otros tiempos que se enorgullece, como reza en el sello del Mesón, de ser el primer pueblo del Bierzo.

Allí, en su puesto permanente, compartí mi primer bocadillo frito con él. Para los que no conocen ese manjar diferente, extraño y sabroso, les diré que se trata de un bocadillo frito... si, si, frito, relleno de tomate y huevo duro y cualquier otra cosa posible y comestible, inigualable, que se puede degustar cada día, después de transitar frente a Itaca y al monte Teleno, una vez pasado el oasis de Manjarín.

Sentado en la acera de enfrente, al consuelo de la mínima sombra de mediodía, en el santo suelo, como mandan los cánones, me disponía a recuperar fuerzas con aquél soberbio bocata frito cuando un kilo de nervios, de vitalidad desbordante, primero se me echó encima, y luego se sentó junto a mí, una oreja arriba y otra abajo, la cabeza ligeramente ladeada y una expresión de desamparo que derretía el alma.

No quería caricias, no quería mimos... quería comer, simple llanamente. Y uno, que es más blando que una galleta María mojada en el café, de esas que siempre se caen partidas por la mitad en el momento en que te las llevas a la boca, no tuvo otra que darle un trocito de pan frito.

¿Un trocito? Si hombre, no era ese el trato, se notaba... así que, trocito a trocito se engulló la mitad del manjar, justo la mitad, no iba a transigir ni un pelo más.

Cuando las dos últimas migajas, una para cada uno, desaparecieron, "Mochilo" se fue a su alfombrilla, junto al banco, al sol, cabe la puerta del Mesón, y se estiró cuan largo era, suspiró profundamente satisfecho, y soltó un par de ronquidos. Ya no estaba, ya me había sacado lo que quería y si te he visto no me acuerdo.

Se convirtió en una costumbre. Cada vez que pasaba por aquélla puerta, lo buscaba y lo encontraba, y confieso que, con el paso del tiempo, aquél amigo grande, gris y negro, convertido en todo un adulto, se zampó mi medio bocadillo frito y alguna vez uno entero para él solito, que su cuerpo ya reclamaba palabras mayores...

Siempre fue un símbolo para mí, a través de los años, lo convertí en un icono de mis caminos, representaba mi memoria de los Caminos recorridos, y me alegraba verlo crecer y crecer porque me recordaba que yo también crecía y que el Camino seguía ahí, impertérrito.

Su nariz nunca fue perfecta, más bien bastante desviada, algún paso mal dado, pero tenía serenidad y belleza, la suya.

Con el paso del tiempo, sus preciosos ojos negros se fueron tiñendo de gris opaco, ya hacía varios años que habían dejado de serle útiles, pero su instinto le mantenía firme en su lugar, y continuaba levantando la cabeza, solicitando su parte en el banquete y regalando su mirada ya triste e interior a todo el que le ofrecía una caricia.

"Mochilo" ya no está en su lugar, su alfombrilla desgastada e irreconocible si.

Marchó a donde marchan los amigos nobles, los compañeros fieles, los recuerdos dulces... yo sigo pidiendo mi bocadillo, y nunca como más de la mitad.

A los gestores de humo...

Apenas ha comenzado el "annus horribilis", y ya cansa... ¡qué lejos se ve 2011!

Seminarios al más alto nivel, promociones en Korea, marcas colaboradoras, botas oficiales, mochila del peregrino con productos locales, ungüentos de uva en dosis individuales, albergue cerrado por devastación de los anteriores gestores, ayuntamientos haciendo cuentas de lo que pueden sacar con los polideportivos, mesas redondas trufadas con recursos turísticos, FITUR con sus caballitos y sus monerías de Kukuxuleches, etc. etc. etc.

Producto turístico, expertos, entrevistas a agentes culturales, producto consolidado, ¡qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto!

Y mientras, el camino agonizando de éxito, de obras, de agresiones, de olvidos, de estupidez y de pateo de caminos por la carilla, de aves de rapìña, de futuros hoteles con encanto, de falsedad, de ¿cuántos litros ha de tener mi mochila?, de ¿alguien para agosto en Portomarín?, de ¿qué marca de toalla me recomendáis?...

... pena de Camino, pena de tragabuches sin alma, pena de gente sin objetivo ni horizonte, pena de transportes de mochilas, pena de estaciones de autobuses atiborradas de "peregrinos" en busca de butaca de autocar, pena de albergues tomados al asalto a las diez de la mañana, pena de colas interminables de mochilas colapsando las entradas de todos ellos durante todo el día, pena de "menú del peregrino", pena de tanta promoción equivocada, pena de autobombo en la ciudad de Santiago, pena de catedral atestada de flashes y de ovaciones al botafumeiro, pena de excursiones parroquiales masivas detrás de la banderita amarilla, pena de palos de escoba con una vieira colgando y las cintitas rojas y amarillas... pena .

Entre todos lo matamos y él solo se murió...

Pero el Camino es otra cosa, la llamada a recorrerlo es personal y la experiencia, íntima para los que lo han recorrido, aunque de eso no saben nada estos mercaderes del aire, estos vendedores de nada, estos precursores de Apocalipsis, estos repartidores de miseria y estos gestores de arena del desierto y de humo de colores... más les valdría un resto de dignidad y de respeto a la historia y a la ilusión y esfuerzo de los millones de PEREGRINOS que han configurado a lo largo de los siglos lo que éstos advenedizos van a destruir en una sola década de despilfarro, de destrozo y de gestión manipulada de lo recibido.

¡Que se vayan a la mierda,
que el Camino es libertad!

De balances, cuentas y... saldos

Uno viene de una formación más o menos clásica. Y por ello, y por haber dedicado una gran parte de su vida laboral al ámbito de las finanzas, no puede resistirse a la inveterada costumbre de, llegado el fin de año, tratar de ajustar las cuentas antes de dar carpetazo al ejercicio vigente.

Así que, como ya tantas veces, se pone a la tarea con la desazonante pero grata impresión de que las cosas siguen... más o menos igual.

Es decir, que la suma de lo recibido (Debe) enfrentada a lo dado (Haber) sigue mostrando un diferencial mareante a favor del primero (Debe). Por lo tanto, el saldo deudor no sólo no ha disminuído, sino que se ha incrementado.

Bien es verdad que el ejercicio actual ha sido un tanto decepcionante, no ha habido ocasión de aportar mucho, bien sabe Dios lo que me duele... pero así ha sido.

De manera que, si tenemos en cuenta el Haber acumulado en tantos años de Camino, apabullantemente mayor que lo devuelto al mismo... seguimos presentando una cuenta con dos lecturas diferentes.

En primer lugar, un Debe recibido y consolidado inmenso, lo cual es positivo, muy positivo. Y un Haber devuelto por uno francamente exiguo, lo que no deja de ser preocupante.

En el Debe recibido, Camino, amistad, amor (Eros), Amor (Ágape), ilusión, esperanza, solidaridad, crecimiento, confianza, alegría... todo a raudales.

En el Haber devuelto, nada que nadie de nosotros no pueda aportar, unas horas de desvelo, unos cuantos peregrinos atendidos, y apenas nada más.

Comprenderéis la magnitud de la diferencia y el compromiso que supone asumir el saldo resultante.

Si miráis en vuestra mochila detenidamente, quizá alguno de vosotros encontraréis algo parecido a lo que he tratado de explicar.

Si es así, alegráos, porque la tarea que os queda por delante es inmensa para tratar de compensar, siquiera en una pequeña parte lo recibido.

Si no fuera de esta manera, alegráos más aún por haber sido capaces de multiplicar ciento por uno lo recibido... los demás os lo agradecerán.

Es tiempo de cuentas, de cerrar sumas, cuadernos y contabilidades.

Que cada uno de vosotros, hechas las cuentas, se aplique a compensar las diferencias...

Y que, al final, siempre nos quede la sensación de que podemos dar más de lo que damos, porque ese será el motor de nuestras acciones para los Ejercicios por llegar.

La historia interminable...

La eterna dualidad: día y noche, luz y sombra, hola y... adiós.

Necesitaban, buscaban con toda su alma algo cálido a lo que agarrarse.

Cada una de ellas, formando parte de la otra, arrastraba su esperanza, su desengaño, su ilusión, su desesperación, por los caminos.

Fueron unas horas intensas, las dos eran una sola, yo fui todo un mundo para las dos y para cada una de ellas.

Las ayudé, poco. Me ayudaron, mucho. Las orienté, era fácil. Me orientaron, no se cómo pero lo consiguieron, y abrieron muchas puertas cerradas y candadas para ¿siempre?, y les allané el camino, y ellas me alumbraron lo que vendría después.

Les limpié las lágrimas y ellas me curaron el alma herida con su bálsamo luminoso.

Y se marcharon... como no podía ser de otra forma.

Iban más ligeras que llegaron, me dejaron más libre que me encontraron...

Nunca tan pocas palabras encontrarían un eco tan largo.

El pequeño hombre que hablaba con los osos...

"Hablo de Jean Louis.

Era un pequeño personaje más parecido a un hobbit que a un humano.

Menudo, magro, nervudo y silencioso, absolutamente silencioso.

No le gustaba hablar con los humanos, prefería hacerlo con las bestias. Quizá fuera por eso que me tomó como confidente en las largas veladas.

Y me confió su preciosa forma de vida allá en los Pirineos, del lado de Francia, su interés en confraternizar con los los lobos y los osos, cómo se acercaba a ellos, les dejaba comida, permitía que se confiaran y les hablaba, si, les hablaba.

Todo esto me lo contaba, chillaba, reía, recitaba con una voz preciosa y cantarina, en un idioma difícilmente reconocible, mezcla de francés, euskara, catalán, pero absolutamente expresivo y entendible, sin parar de moverse y gesticular a mi alrededor.

Todos los años, antes de que la primavera empezara a hacer despertar los brotes de los campos, Jean Louis aparecía como un reloj. Venía caminando desde los Pirineos, desde su casa. Nunca se alojaba en Albergues ni ciudades, no lo soportaba. Necesitaba la soledad de los campos para poder descansar.

No sabía leer ni escribir, pero era sabio. Jamás utilizó ningún documento ni credencial, no los necesitaba, pero llevaba consigo un viejo cuaderno lleno de comentarios en todos los idiomas y con mil letras diferentes. En él se plasmaban frases de aliento, cariñosas, deseos de felicidad, saludos variados de todo tipo de personas coincidentes en algún punto de un Camino, y algún sello no habitual, generalmente de conventos por los que a veces se dejaba caer en solicitud de ayuda. Se empeñó en que yo conservara esa joya, su cuaderno de viaje, su cuaderno de Camino. Lo mantengo como un preciado tesoro (acabo de reencontrarlo en una mudanza complicada, os prometo pasaros algún fragmento pronto).

Aún tengo otro recuerdo físico de aquél pequeño Gran Hombre. Me dejó grabados con un hierro calentado en la estufa, dos bastones cruzados con sus calabazas que adornan mi pequeño bastón de madera. Siempre que lo agarro lo llevo en mi mente.

Un año no volvió. Explotó la primavera, pasó el verano y Jean Louis no apareció. Suponemos que continuó su camino. La huerta y la cabaña en la que dormía cuando estaba entre nosotros le echaron de menos. Nosotros más, mucho más ..."

El Camino reo y culpable, rémora del progreso, etc. etc. (díselo tú que a mi me da la risa)

Hace años que lo estaban intentando. Parecía que ya lo tenían a huevo y... resulta que habían menospreciado algo tan sagrado como las Leyes de Protección del Camino de Santiago.

Así que, todo paralizado, informe va, informe viene, presión por aquí, amenaza por allá, unas lágrimas de cocodrilo por acullá y a ver si, con el colorcillo del Xacobeo traga... pero parece que las cosas no les salen...

¿Culpable? No... esta vez no es el Gobierno. El culpable es: ¡TACHAN! El Camino de Santiago. Si señores, el mismísimo Camino que ellos se empeñan en dar a conocer en Pernambuco y en la Conchinchina, el que intentan vender como la panacea de todas las crisis, el que les va a elevar el PIB gallego en un 2 por ciento el próximo año, el Itinerario Cultural Europeo, el Patrimonio de la Humanidad, ese mismo, ese es el culpable de que esta vez les esté costando más que otras llevarselo calentito.

Hay que tener una dosis de cinismo alarmante para aceptar esta píldora.

Y es que, si el Camino no pasara por allí, pues claro qué bien para todos ¿eh? Pero el caso es que el Camino es el que es, pasa por donde pasa y no vamos a consentir que nos lo manden al quinto pepino para que ellos se forren. La Ley es la Ley y está ahí para cumplirla. Y estaba cuando ellos pensaron cometer su fechoría.

De manera que ajo y agua y a ver cómo se comen este cocido.

Pero culpar del atraso endémico de Galicia al Camino, demonizarlo por sus exigencias de protección, cuando ha sido el cordón umbilical de toda una región española, el que la ha unido con el resto de Europa, el que ha engrandecido su nombre y extendido sus maravillas por todos los continentes, eso es, además de una estupidez, una felonía sin límites.

Esto se escribía hace más de dos años sobre estos casos. Sigue valiendo "palabra por palabra":

" Pero si es que ya hasta duele que no se entienda.

Vamos a ver: hay una Ley que protege una franja de 30 metros a cada lado del trazado del Camino. Bien. Se pretende hacer un Polígono Industrial en una zona por la que pasa el Camino. Bien o algo menos. Solución: se hace el Polígono Industrial o el Parque Temático de las Dunas de Lavacolla, o el Centro de Vacaciones de Tras Promontoiro, o el Centro de Ocio el Monte del Bocio, o lo que le salga de las meninges a los amos del ladrillo a lado y lado del Camino, exactamente a treinta metros a cada lado.

Pero eso si, sin tocar ni una brizna de hierba, ni un grano de arena del Camino que están protegidos por una Ley anterior y de ámbito superior. Así de sencillo. Pero lo que no es de recibo es talar, depredar, consumir, arrasar primero toda la zona y luego prometer plantar magnolios y madroños alrededor para hacer bonito, y prometer lo bonito que va a quedar con piedra de la zona, y lo guay que lo vamos a pasar los caminantes entre tanta maravilla.

Que no, que no queremos nada raro. Sólo que lo dejen todo como está. Y si ya no está así, que se rehaga todo como estaba y se castigue a los culpables del desaguisado. Y luego, que hagan lo que se les ocurra alrededor del Camino, no es de nuestra incumbencia.

Y lo mismo en Sarria, y lo mismo en Nájera, y lo mismo...

Mientras tanto:

¡¡¡ QUITEN SUS SUCIAS ZARPAS DEL CAMINO !!! "

Y, además, sobre este tema concreto ya se alertaba hace más de un año:

"Ya cansa, pero estos polvos trajeron los lodos actuales.

Se lo están montando bien, ponen todos los medios a su favor, pero no les saldrá gratis, no en el Camino. Han dado en hueso y habrá muchas sorpresas.

¿Qué tal si enviamos todo esto a la sede de la Unesco en París, qué tal si les dan algo más que un toque de advertencia, qué tal si comenzamos a plantearnos solicitar la baja del Camino como Patrimonio Cultural Europeo como reacción a la desidia de las autoridades en velar por el mismo? ¿Qué tal si se cortan honores y subvenciones por la actitud depredadora de estos insaciables políticos que no saben ejercer como garantes de los ciudadanos y sólo miran sus beneficios personales?

Ya se lo estaban preparando, ya lo tienen en marcha... ya nos toca a los demás mantener la dignidad de este Camino.

La noticia es de Marzo pasado, pero es ahora cuando se han puesto a ello con toda la artillería. "

viernes, 11 de junio de 2010

Carta abierta a los que EXIGEN Hospitalidad por solidaridad, por la carilla, vamos...

Hoy por hoy, hay quien apela a la solidaridad para explicar que los albergues deberían ser gratuítos... por solidaridad.

Dos cosas: una cosa es que no se fije un precio para la hospitalidad y la segunda que es de bien nacido ser agradecido... y solidario.

Porque solidaridad con los demás es contribuir a que todo siga funcionando.

Y en esta sociedad que vivimos las cosas funcionan con dinero ¿sabes? con más o menos (más más que menos) dinero.

Y ¿qué crees que se debería hacer cuando hay que pagar la Contribución Urbana, el gas, la luz, la recogida de basuras, el alcantarillado, el papel, los artículos de limpieza, las mantas, en un albergue?

¿Crees que se puede pagar con indulgencias y oraciones,?

Pues estás equivocado.

Hacienda y el Ayuntamiento no entienden de peregrinaciones ni nde mística.

Entienden de Euros.

Así que no está de más contribuir, en la medida de tus posibilidades, a que todo siga en pie.

Exactamente igual que cuando entras en un bar y pides una o dos cervezas: no esperes pagar con jaculatorias, no te entenderían.

El Camino es sagrado, por supuesto, pero tiene materia, y lo que recibes debes reponerlo, y, si no es mucho pedir, encima agradecerlo con una sonrisa, aunque lo pagues, está ahí para tí y te hace la vida más fácil, no todo en este mundo es medida exacta monetaria.

A menos que te dirijas a la Duquesa de Alba o a la Baronesa que todos sabemos y que te monten un albergue por caridad.

Aún así estaría construído y mantenido por la sangre de millones de judíos de la II Guerra mundial en un caso y por la vida de miles de braceros andaluces en el otro caso.

Eso si sería bien recibido ¿verdad? sin exigencias, por la carilla.

Lo que mujchos propugnan es en plan ONG, pero para exploradores Coronel Tapioca, para gente de vacaciones a los que les gusta senderear, para jubilados europeos con ganas de ganarse la trascendencia, para empleados a punto de explotar que quieren desintoxicarse un poco, para todo tipo de gente con problemas afectivos que buscan la solucion en el exterior, en lugar de mirar en su interior.

Pues mira, para eso no hay ONG, éstas se dedican a ayudar a los necesitados, por cierto, con dinero contante y sonante que se le aporta desde todas partes, no con oraciones ni indulgencias plenarias.

¿Qué sería de tantas voluntades y tantas manos dispuestas a ayudar, sin soporte económico?

¿O es que los medicamentos y los alimentos que se mandan allá donde se necesitan no valen dinero, no los costea nadie?

Si piensas así, qué equivocado estás.

Que cuando salgas al camino Renfe no te cobre y Decatlon te regale las camisetas y las botas.

Tú ya se lo agradecerás mucho y rezarás por ellos al llegar.

Aún así, aquí nos tienes a unos cuantos, dispuestos a tenerlo todo preparado para cuando quieras, que no te falte de nada, ya lo ponemos nosotros... aunque se agradecería un poco de tu SOLIDARIDAD...

Si, a pesar de todo, no tienes tampoco de eso, pues te lo ponemos nosotros... de momento.

viernes, 16 de abril de 2010

Si no puedes dormir solo... duerme acompañado

El día había sido duro, caluroso, largo, de esos que agotan y a los que no se les ve el rabo...

Había descansado un buen rato, como siempre, en la arboleda de Estella, junto al río, comiendo algo pues por aquéllos entonces comía muy poco y desordenado, cuando caía, sin lógica ni control.

Medio melón a la sombra, refrescante y dulce, compartido con aquél francés de París, como se encargaba de recordarme cada cinco minutos, atosigante él.

Le vi pasar despistado, totalmente confundido de camino, yéndose río abajo sin cruzar el puente para acercarse a Ayegi, y me dió pena, iba solo, más solo que la una, y es que nadie le soportaba, yo tampoco, pero era tan frágil que no tuve corazón para dejarle pasar de largo a esas horas, y con tanto calor.

Así que, hechas las abluciones a la orilla del río, retomé camino cuesta arriba para, pasando por Ayegi, arribar a Irache, lugar donde tenía pensado, como era costumbre dormir al arrimo del Monasterio.

La cuesta a esa hora se hizo interminable, sólo aliviada muy al final por la fuente que mana vino, a veces, y agua casi siempre.

Paradita de rigor y hasta la puerta de la Iglesia del Monasterio, a la sazón en obras permanentes pero que, como siempre, ofrecía bajo su profundo atrio un refugio seguro donde pasar la noche, costumbre inveterada que aquélla vez iba también a cumplir.

Desilusión al canto: todo el atrio estaba tomado por materiales de construcción, montones de arena, tablones e hierros varios, cemento por doquier, polvo y piedras, ocupando todo el lugar, ni un solo metro donde poder descansar.

¡Diablos! cambio de planes, ¿y qué hago yo ahora?

Tranquilo, Ramón, tranquilo, no pasa nada, son circunstancias de los caminos y ni será la primera ni la última vez que tienes que cambiar todo... el Camino proveerá.

Empezaba a anochecer y el calor abrasador del día iba dejando paso a ese vientecillo que cala hasta los huesos, frío como la conciencia de un político desalmado, persistente y tenaz...

Comí un poco de pan que llevaba y me lancé camino arriba a donde fuera, el disgusto que me llevé al ver la puerta de Irache ocupada me dió fuerza y calor para seguir caminando, caminando, caminando...

Llegué a Villamayor de Monjardín casi a media noche.

Entonces no había albergues ni nada parecido, se caminaba al albur de cada día y cada día había que buscar la forma de descansar, a cubierto si fuera posible...

En la oscuridad total de la noche creí intuir la silueta negra de una gran iglesia, una verja que la rodeaba y una pequeña cancela para acceder a ella.

Mi lugar, me dije sin ninguna duda probando si la cancela se podía abrir, como así fue, facilitándome el paso hacia el atrio de la iglesia...

Era todo de losas de piedra, con un banco corrido todo alrededor, bien protegido del viento frío ya en esas horas, y lo tomé como mi casa luego de mirar al cielo y aradecer, como cada día, a quien correspondiera, el haber encontrado al fin un lugar donde descansar los huesos aquél día.

Saqué los aperos de la pipa y me dispuse, con todo deleite, a disfrutar un buen rato del silencio, la oscuridad total y unas buenas caladas de tabaco de Virginia.

Mucho tiempo después, imposible calcular cuánto, limpié bien la pipa, guardé todo y me lié en el saco dispuesto a vivir mis otras vidas, las de mis sueños (¿o son esas las vidas reales y los sueños son el Camino y sus circunstancias?), no lo sé pero tocaba dormir, dormir, dormir...

Antes de cambiar de chip y meterme en esas otras vidas, experimenté el placer de pensar que mi cabeza y todo el cuerpo estaban realmente sobre un colchón de cálida lana, de esos en los que te hundes y no te mueves en toda la noche, arrebujadito en tu hueco...

¡Qué raro! pensé, si estoy en el suelo de piedra, en la puerta de una iglesia... en fin, que ¡hasta mañana!

Los primeros rayos de un sol incipiente me despertaron... toda la noche había estado hablando con gente desconocida, contando aventuras de caminos, de castillos y de posadas, cantando, bebiendo y hasta bailando... ¡yo! bailando... Ramón, no estás bien, el sol te ha reblandecido la mollera, cada día estás peor...

Pero lo curioso es que, aunque debía hacer un frío del carajo (con perdón), como atestiguaba la escarcha y el vaho que salían de mi boca y mi nariz, yo estaba allí, en manga corta, pantalón corto, descalzo... calentito, disfrutando del olor a incienso, ¿incienso?, sí olía a incienso, patchulí para ser más exactos, igual igual que la mesonera que me había estado atendiendo en la posada toda la noche, hermosa, oronda, rotunda con aroma de jabón de aceite y un profundo y lejano toque oriental...

Pero ¿qué estoy diciendo? ¡Espabila hermano! estás caminando, vas hacia Compostela, está acabando el siglo XX y no hay posada en este pueblo... pues yo he estado ahí toda la noche, junto al fuego, hablando y jugando a las cartas (no se ni lo que es un as)...

Chaval, lo tuyo no tiene remedio, recoge y ponte en camino que hay mucho que andar.

Recogí el saco, lo metí en la mochila y fue entonces, solamente entonces, cuando me di cuenta de dónde estaba pisando... estaba rodeado de lápidas sepulcrales, de hecho había pasado toda la noche sobre ellas, había paseado fumando tranquilamente sobre lápidas, sobre restos de gente de todas las épocas que descansaban allí... había dormido en buena compañía, la mejor compañía.

Me despedí de mis compañeros de descanso, les deseé que me esperaran allí lo más posible, que volvería con ellos, pero tardaría un poco, les lancé un saludo y un ¡gracias! por todo y hasta creo que se me escapó un tímido ULTREIA...

... y seguí mi camino, más descansado que nunca, feliz y reconfortado por una noche en buena compañía...

jueves, 15 de abril de 2010

El banco de la entrada. Peter, el galés ausente...

Ese banco que nos recordó Jabato, ese tiene mucho que contar... mucho.

Nada aquélla preciosa mañana de septiembre hacía presagiar la gran prueba a la que me iba a ver sometido.

La limpieza había casi terminado, sólo quedaba pasar la fregona a la entrada y la bayeta al banco y a la mesa de recepción.

La prueba me llegó de manos de una hospitalera (?) de un pueblo próximo, a veces las peores cosas llegan de manos supuestamente amigas...

Llegó en un taxi, paró en la puerta y se bajaron dos personas: una de ellas conocida, la otra me haría pasar por mi infierno personal en los días siguientes.

Aquélla mujer entró ayudando a un peregrino muy alto que caminaba penosamente, imponente a pesar de su postura un tanto encorvada.

Lo sentó en el banco de la entrada y dejó junto a él una gran mochila, antes de saludarme y decirme que Peter, pues ese era el nombre de aquél peregrino, estaba muy cansado y por eso lo había acompañado hasta allí, que si podía descansar allí.

Por supuesto, le dije, y se marchó, sin más.

Continué con el trabajo luego de darle un vaso de agua, sin prestarle más atención.

Peter era galés. Llevaba encima, como una insalvable losa muchos problemas: el mayor de ellos su altzeimer.

Muy alto, delgado, de rostro enigmático, serio, dos cosas me llamaron la atención desde el principio: su mirada y una gran roseta de plástico azul fosforito que le colgaba ostentosamente del cuello.

Su mirada era fría, bruñida como el acero, profunda, inexpresiva, taladrante, extrañamente ausente, lejana...

Y la roseta del cuello estaba dividida en siete compartimentos cada uno de ellos repleto de cápsulas de colores.

Hasta ahí todo normal, le acompañé muy despacio a una de las habitaciones del primer piso que estaba vacía y le indiqué que utilizara cualquier cama de abajo de
una litera, a su elección... y le olvidé.

Volví a verle a mediodía, cuando bajaba lentamente las escaleras... me dirigí a él para pedirle la credencial y algún dato más para el libro de registro, y sobre todo, para preguntarle cómo se encontraba... ahí empezó todo.

Lentamente, sílaba a sílaba, entrecortadamente, me explicó en un inglés difícil para mí que se encontraba muy mal, que necesitaba un doctor... sudaba, estaba pálido... , lo dejé todo y corrí a por mi coche, aparcado allí mismo para llevarle a urgencias del hospital.

Primer calvario, en urgencias nadie le entendía nada, me tuve que poner serio para que lo atendieran... o algo parecido.

La doctora me dijo con suficiencia que ese señor lo que tenía era alzheimer, lo conoció por los síntomas y las pastillas, y me preguntó si había tomado su medicación.

Le trasladé la pregunta a Peter que me miraba y negaba lentamente con la cabeza haciéndome saber que no lo recordaba... la solución de la doctora fue que se tomara las siete pastillas en ese momento, que era mejor tomar el doble que dejar de tomarlas... no hubo forma de nada más, nos echó con cajas destempladas argumentando que ella no podía hacer nada más, que esos casos no les competían.

De vuelta al albergue, le subí una sopa caliente a la habitación, la cerré para que nadie le molestara y seguí con mi labor...

Fueron tres días increíbles, duros, procuré ir cada hora a verle, varias veces por las noches, no se movió de la cama, mejoraba aparentemente, pero yo no sabía qué hacer, no pegaba ojo y la tensión ya empezaba a hacer mella en mi moral y en mi físico... no tenía salida.

Al tercer día, le vi bajar lentamente, pero más seguro que antes, la escalera... fui a por él y me dijo que debía irse, que no hacía nada allí, que se encontraba mejor y que si podía ayudarle con el billete de avión de vuelta...

Fue una tarde tensa, con varias llamadas a Madrid, a una central de reservas en la que trabajaba un sobrino mío, hasta que pudimos ponerle un vuelo de salida desde Bilbao para dos días después.

Peter recogió sus cosas y me rogó que le llevara a la estación de autobuses, que él gestionaría su vuelta hasta Bilbao.

Fui egoísta y me sentí aliviado, fuimos a la estación y, ante la impaciencia del taquillero, él mismo pagó su billete.

Le miré con los ojos arrasados, no quería dejarle ir, temía por él, pero su voluntad era irreductible, debía marchar, ya.

Nos fundimos en un abrazo largo, duro, interminable... me susurró al oído algo así como: "I can't support myself..." y un "gracias" en perfecto castellano que me taladró el alma...

Y me fui, allí quedó Peter, que no podía llevarse a sí mismo, que vino a España a caminar, que caminó y paró en mi casa para enseñarme algo que aún no he logrado descifrar todavía...

Adiós Peter y gracias por elegirme...

Pd.- Cuando volví al Albergue, encontré bajo el libro de registro un billete cuidadosamente doblado de cincuenta euros. Esa misma tarde, en la farmacia me aprovisioné bien de Betadine, de gasas estériles y de guantes de látex... Muchos peregrinos se beneficiarían de estos humildes productos en los siguientes meses, sin sospechar que se lo debían a Peter, el galés de la mirada ausente...

El banco de la entrada. Angeles y Pepeluisin, los angelitos del albergue...

Iguales entre ellos como dos gotas de agua.

Diferentes como unas alpargatas y una botas goretex...

Pero dos almas limpias, dos espíritus libres que navegan entre los límites de sus algo precarias condiciones, dos gorriones felices a su manera, familiares y saltarines, dos muletas imprescindibles para el paso de los días, dos ángeles...

Pasaban las horas sentados en el banco, cada uno en un extremo, cada uno con su vida a vueltas, uno con su pasado duro, otra con su eterno presente feliz, desordenado, caótico.

Angeles es todo un espectáculo.

Se la oye venir cuando está aún a cuarenta metros del Albergue, siempre con su cantinela mezcla del hit de turno y de una eterna conversación consigo misma incansable, a veces difícil de soportar, pero siempre alegre.

Lo primero que hacía al llegar era poner sobre la mesa un regalo, una máscara infantil de papel maché, una pelota de ping pong pintada de colores, una figurita inverosímil con un lazo roza o azul para colgar del móvil... siempre un regalo, los hacían en el Hospital de San Juan, muy cerca del Albergue, allí donde viven acogidos, y los venden una vez al año en una preciosa exposición, absolutamente naïf, para recaudar algunos precarios fondos para la ayuda de los que presentan más deficiencias aún que ellos.

A mí me los regalaba todos los días, a cambio de una chocolatina, un Kit Kat, que le sacaba de la máquina nada más llegar.

Sus visitas eran varias a lo largo del día, hasta la última, antes de su hora de la cena, en la que me ayudaba diariamente a preparar los vasos, las tazas, las mantecadas, todo el desayuno del día siguiente.

Siempre feliz, siempre trabajando para los demás, su precio era una chocolatina y dos besos que la hacían ruborizarse hasta la punta de las orejas, pero que le gustaban más que las golosinas...

Pepeluisín, como yo le llamo, es otro mundo.

Este hombre pequeño, de grandes orejas, sencillo como un niño, arrastra un pasado de trabajo duro, de penalidades sin cuento, de servicio a cambio de mala alimentación y un techo durante toda su vida de "criado" como se llaman por estas tierras a estas personas que han nacido en una casa, de padres "criados" y han servido durante toda su vida útil hasta que los "señores" se deshacen de ellos y los colocan en cualquier institución caritativa donde arrastran los recuerdos y los días sin más horizonte que los muros del hospital y las cocinas del convento.

Venía, se sentaba en el banco y, cuando le parecía, se dirigía a tí para indicarte, todos los días, siempre igual, que si querías que te trajera el periódico, o necesitabas algún recado.

Esa es su ilusión, sentirse útil, hacer algo, tener una obligación.

A cambio, un paquete de tabaco negro, Ducados, cada dos o tres días, y un café por la mañana y otro después de comer, negros, sin azúcar.

Su conversación, siempre muy parca, monotemática, consiste en contarte que tiene que pelar unas cebollas y una bolsa de ajos para el cocinero del hospital, y que ahora, ahora mismo, tiene que ir a la farmacia con una pila de recetas para todos los enfermos...

Pepeluisín ya está muy cascado, últimamente le fallan más las piernas de lo normal, anda dificultosamente con dos bastones, pero sigue sonriendo de oreja a oreja (y hay una buena distancia) cuando te ve por la calle, y siempre te ve, vayas o vengas, pasen uno o cuatro años, siempre lo encuentras, y te vuelve a contar, como cada día, como si fuera ayer mismo que tiene que pelar cebollas y ajos... y te sigue ofreciendo traerte el periódico...

Estos dos seres felices a su manera vivían enclaustrados en su hospital hasta que se abrió el Albergue.

Un día pasaron por la puerta, entraron y se sentaron cada uno en un extremo del banco, vieron entrar peregrinos cansados, salir peregrinos con zapatillas a dar un paseo por la ciudad, vieron a un ocupado personaje que los recibía, los ayudaba con la mochila, apuntaba cosas en un libro... y decidieron que, a partir de ese momento, ese era su lugar, que allí eran felices hablando con unos y otros, sin importar si les entendían o no, al fin y al cabo, ellos tampoco entendían nada... y se convirtieron en una compañía impagable, en los ángeles del Albergue...

Ese banco sabe mucho de entrega generosa, de amistad sin límites ni condiciones, de sonrisas y lágrimas...

Pd.- Hace tres días, siete años después, me contré de nuevo, como no podía ser de otra manera, de frente con Pepelusín. Ha bajado mucho. Le di un abrazo que casi acaba con los dos en el suelo, no me había fijado en sus dos bastones... Y un beso en la frente que le hizo enrojecer como una amapola, es así de crío. Le dije que le traía un paquete de Ducados y me hizo saber, firmemente, que la monja se lo había prohibido... pero que un cigarrito sí se lo fumaría conmigo. Es mi último pitillo, pero me supo a gloria bendita compartida con un ángel. No me cabe duda de que, aunque pasaran veinte años más, lo encontraría por la calle, con el taco de recetas, camino de la farmacia...


lunes, 1 de marzo de 2010

Todos los días...

... algo bueno, algo malo, una decisión importante.

Ese lema, aparentemente sencillo, me acompañó en mi caminar solitario durante años.

Cada día esperaba algo bueno, eso me mantenía en expectante esperanza durante días y días, esos días en los que parece que todo el universo se vuelve en tu contra, en los que respirar duele, en los que la soledad, más que una compañera, se convierte en una agonía, en los que darías todo porque fuera mañana ya, con sus nuevas horas y con su nueva esperanza por delante.

Y así, esos días me mantenía la ilusión de que, antes de que todo se viniera abajo, algo bueno había de pasarme.

Y me pasaba, siempre.

La espera de algo malo, algo duro, algo no deseado, me mantenía con los pies en el suelo, atento y alerta, en esas jornadas maravillosas en las que, desde el primer punto del despertar, todo el mundo parecía puesto ahí para mi disfrute, los caminos, la temperatura ideal, la sonrisa abierta, franca, de oreja a oreja, el agua fresca de las fuentes, el viento a mi espalda ayudando a hacer placentero cada uno de mis pasos.

Y si toda la jornada transcurría en esa idílica beatitud, yo esperaba, atento, en guardia, a que llegara lo que me había de volver a la tierra, algo no deseado tenía que ocurrirme.

Y me ocurría, siempre.

No había día en el que no tuviera que tomar, al menos una decisión importante. De esas que, fuera de contexto, nos producen una sonrisa de complicidad si la comparamos con las auténticas decisiones que tomamos día a día en nuetra vida cotidiana.

Pero allí, caminando y solo, el hecho de parar en esa sombra o seguir, elegir la derecha o la izquierda en una encrucijada, dar por terminada una jornada en aquél lugar o continuar más adelante, pararte a intercambiar una sonrisa, un saludo, unas palabras con aquélla persona o limitarte a un "Buen Camino" rápido y sin énfasis, comer o no, beber o no, todas esas pequeñas cuestiones nos atrapan y nos resultan verdaderos enigmas en cuya resolución, muchas veces, se esconde la felicidad suprema o la trampa saducea, la oca para saltar a la siguiente oca o la cárcel simbólica de la que nos costará Dios y un día volver a salir...

Y si durante el día no había tenido que tomar alguna de esas decisiones importantes, me mantenía muy despierto hasta que la elección se me presentaba indefectiblemente, antes de cerrar los párpados.

Esa aparente sencilla regla me sirvió para, entre otras cosas, levantar la moral aun cuando las cosas pintaran grises, algo me lo salvaría, siempre; mantenerme muy alerta y pegado a la realidad cuando todo me invitara a volar sin freno ni límite, algo me volvería a posar en el suelo, siempre; y a confiar en mi instinto para decidir ante las encrucijadas físicas y sobre todo anímicas que el Camino me iba planteando cada día.

Así caminé muchos años, así quiero seguir caminando...

Recordad: todos los días esperad algo bueno, algo malo y tomad una decisión importante... y que el Camino os de lo mejor.

martes, 2 de febrero de 2010

De hospitalidad...

A un hospitalero que se tambalea... quizá a mí mismo:

Buenos días amigo, estés donde estés.

Hoy ha amanecido gris, y gris está nuestro ánimo. Cuando abrí el ordenador me dije: hoy voy a explotar, voy a contar lo que siento, y bueno, pues que se arme si se tiene que armar, pero necesito explicarme.

Y lo primero que me encuentro es tu mensaje. Me has adelantado una buena parte del trabajo. Pero ¿sabes? no vamos a ser autocomplacientes, no nos vamos a lamentar.

Si quieres mi hombro y te sirve para soltar unas amargas lágrimas, aquí lo tienes, de corazón. Pero, de veras, después te voy a coger yo de los hombros, te voy a zarandear un poco, te voy a mirar a los ojos, fija, profundamente, y te prometo que, entre las lágrimas que yo también tengo, te voy a decir:

¿De qué vas, amigo? Tu eres HOSPITALERO. Si, hospitalero, de hospitalidad, y eso no te permite venirte abajo; el camino, la gente, te necesitan, toda la gente, no sólo alguna: el humilde y el presuntuoso, quizá más éste que aquél, porque aquel ya está más cerca de la Paz y éste está más lejos; el agradecido y el desagradecido porque éste está más necesitado de Amor, si éste que te exige, que te mide de arriba a abajo, que intenta colar su mochila y ocupar dos literas para estar más cómodo, que aquél que espera con humildad que le acomodes, que te pregunta con voz esperanzada pero bajita que ¿no tendrás un hueco para mí? fíjate, no una cama, sino un hueco; éste está más cerca de la Luz y nos necesita menos.

Y luego están el veterano y el novato; aquél llega diciendo: yo conozco el camino, tú no estabas aquí el año tantos, a ver si esto está más limpio que la última vez, etc. con suficiencia, con descaro; y el novato, ese que te dice: yo no se cómo va esto, ¿me dices qué tengo que hacer, cuánto te tengo que dar por el sello? Este está más cerca de la Verdad y de la Vida que aquel presuntoso que, a cada paso que da se aleja más de la senda verdadera.

¿Y bien? ¿con qué te quedas? ¿vas a dejar a toda esa gente buena sola y en manos de los turistas desaprensivos, o te vas a poner las pilas y vas a mirar al camino con la ilusión de cada día, con las ganas de hacerte cada vez un poco mejor para hacer mejor a los demás? Elige, tú mismo.

Pero no, amigo, tú eres HOSPITALERO, casi nada. Tú tienes en tus manos la posibilidad de ilusonar, de curar, de aliviar el cansancio, de hacer felices durante unas horas a todos aquéllos buscadores de no se sabe qué, pero buscadores, que aparezcan por tu puerta, de dar de comer al que te lo pida, de dar agua fresca para beber y agua caliente para lavarse, en fin, de cumplir y hacer cumplir una etapa cada día a tantos y tantos que caminan con la Luz en los ojos, con el brillo de la ilusión en la mirada, y con la esperanza de que el mundo, la vida, es mejor porque queremos que sea mejor cada día, no más aburrida, sino mejor cuanto mejor seamos cada uno de nosotros, cambiando el mundo a través de nosotros mismos.

¿Cómo lo ves? No amigo, tú no puedes renunciar, no eres libre de renunciar para nada, tú puedes DAR, en cada hora de cada día puedes DAR.

Dichoso tú, puñetero, pues DA, DA sin límites, DATE todo a todos, que cada uno, en la medida de sus necesidades encuentre de tu agua para saciar su SED de felicidad, de PAZ, de consuelo.

Y ya me he quedado agusto. Ahora mírame a los ojos y dime que estás ahí para tí y para todos, para nosotros y para los que vengan, para los bohemios y para los turistas, que todos necesitan de tí.

Y agarra la escoba y barre bien el refugio que ya se está haciendo tarde, y los primeros puñeteros peregrinos (con cariño) están zascandileando por la puerta y ya nos miran mal.

Amigo, un abrazo solidario de un humilde hospitalero a un GRAN HOSPITALERO, tú mismo.

sábado, 30 de enero de 2010

Porque pasó... para que no vuelva a ocurrir

Hace ya casi 28 meses, 28 siglos, 28 vidas... Ya no tiene vigencia, ya no es noticia, ya se pasaron muchas páginas, pero la tragedia estuvo allí, allí sigue y, si Dios no lo remedia, volverá, más pronto que tarde.

Por eso, para que no se olvide, para que las voces calladas de rabia no se les lleve el viento de la actualidad, dejamos hoy aquí el relato de una tragedia y de nuestro grano de arena, como testimonio de admiración y de agradecimiento por unas gentes que nos dan todo y se merecen todo...

REPINTADO DEL CAMIÑO A FISTERRA AGOSTO – SEPTIEMBRE 2006

INTRODUCCION

Cuando, a mediados del mes pasado, supimos del fuego, el primer y atávico impulso fue el de salir corriendo. Pero las cadenas cotidianas se encargaron de devolvernos rápidamente a la realidad, y el viaje a Fisterra se tuvo que posponer unos días.

En el interín tuvimos varias conversaciones con Bejo, en las cuales le comentamos nuestra disponibilidad para ayudar en cualquier cosa que se le ocurriera, seguros de que el trabajo era ingente y de que habría quehaceres en cualquier dirección en la que se mirara. Yo me imaginaba todo el tiempo trabajando en el monte, desbrozando, replantando, limpiando o yo que sé, ya se sabe que a veces la imaginación a futuro suele ser bastante simplista. Y ésta fue una de esas veces.

Lo que nunca se nos hubiera ocurrido a ninguno de los dos era que el trabajo que se nos iba a encomendar iba a tener una relación tan directa con el Camino de Santiago como el repintado de las flechas amarillas entre Santiago y Fisterra. Cuando Bejo me lo dijo por teléfono consiguió colocarme en la garganta un nudo que tardé bastante rato en desliar.

Este es un somero relato de las impresiones recogidas en estos días de trabajo de campo. Esperamos que os sea útil para tener en cuenta puntos que no han quedado demasiado claros y que quedan pendientes de una solución definitiva, así como para haceros una idea general del estado del Camino.

Miércoles, 30 de Agosto de 2006 Hospital – Fisterra

Es media mañana cuando nos situamos, spray en mano, frente al primer mojón.

Por motivos de intendencia hemos decidido comenzar, como primer día, cerca de Fisterra, mientras estudiamos la posibilidad de conseguir mapas del Camino para marcar otras etapas a priori más complicadas. De modo que Bejo nos lleva en coche hasta las proximidades de la Fábrica de Carburos de Hospital, unos metros después de la bifurcación a Muxía, lugar donde damos el pistoletazo (o quizás habría que decir sprayazo) de salida a nuestra empresa. Nos da la bendición un mojón que nos dice que estamos a 28,217 kmts. de conquistar el Faro de Fisterra.

>img src="http://www.fotosdelcamino.info/albums/userpics/normal_16_Hospital_6_despu%C3%A9s.JPG">

La mañana es apacible, y no hay rastro de fuegos a nuestro alrededor. Nos ponemos a caminar, remarcando flechas antiguas. Hemos decidido aprovechar no sólo para pintar flechas en las zonas donde el fuego ha actuado, sino también para repasar donde veamos que la pintura está más deteriorada.

Rebasamos el cruceiro que hay en la intersección con la carretera que va a Dumbría, no encontrando áreas quemadas en ésta zona. La normalidad a este nivel, siempre hablando del trazado del Camino, será la tónica dominante hasta pasados unos 500 metros de la ermita da Virxe Das Neves. Un poco antes de llegar a la ermita vemos por primera vez en la lejanía el Faro de Fisterra y la ría de Corcubión. A pesar de haber recorrido ya varias veces estas tierras es la primera vez que nos fijamos en que Fisterra se puede ver desde aquí.

En la ermita repintamos un mojón, y entablamos conversación con un peregrino que viene desde Santiago. Le preguntamos cómo está la señalización en las etapas previas. Nos comenta que, en general y salvo tres o cuatro puntos un poco dudosos, no hay mayores problemas a pesar del fuego. Sin embargo nos recalca algo que otros dos peregrinos nos volverán a decir antes de que acabe el día.

Al parecer, la Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela reparte unos planos equívocos a los que van a seguir caminando hasta Fisterra. Parece ser que en esos planos se indica la salida por una calle señalada con nombre erróneo, con lo cual los peregrinos tienen problemas para llegar hasta la Carballeira de San Lourenzo, a la salida de la ciudad.

Nos despedimos del peregrino y dejamos atrás la ermita das Neves. Tras el repechito que la despide empieza el espectáculo. A lo lejos vemos, como marcada a escuadra y cartabón, la línea donde el verde desaparece y empieza la realidad.

El paisaje torna de verde en negro, y luego de negro en muerte, y con ése color nos acompañará ya hasta Fisterra.

…..

( Podríamos gastar muchas líneas, y repetir en cada párrafo, cuán en consideración tenemos a las santas madres de algunos personajes residentes en ésta nuestra querida Galiza, pero, si recalcitráramos tantas veces como quisiéramos, realmente no seríamos capaces de continuar con este informe. De modo que abreviaremos. Vaya desde aquí, y valga una vez por mil, nuestro más sentido recuerdo a esas señoras y, muy muy sobre todo, a tan insignes y aventajados hijos.

Y ahora sigamos trabajando… )

…..

Los casi 10 kilómetros que nos llevarán hasta el centro de Cee tienen como denominador común la desolación más espantosa. En silencio vamos remarcando flechas, e inventamos otras sobre el hollín, aún a sabiendas de que algunas de ellas desaparecerán cuando lleguen las máquinas y se lleven por delante esos inútiles tocones negros.

No importa. Sobre la mierda y las cenizas, aunque sean una denuncia en la nada, con fecha de caducidad, quedan nuestras flechas amarillas, nuestras y de todos los demás, símbolo de vida y de batalla. No nos callaremos.

Un poco más allá de la ermita de San Pedro, como para recalcar ciertas ideas, nos encontramos con que alguien, deprisa y corriendo, ha talado todos los árboles que había a ambos lados del camino, negros por fuera, crudos por dentro, y los ha apilado a nuestro paso. Junto a los montones de troncos vemos una camioneta con logo de “Hnos. Díez, repoblaciones, desbroces y cariñoso cuidado del monte en general”,o algo así…

El Monte do Cruceiro da Armada marca un punto de inflexión en nuestro descenso a Cee. Desde ése punto se ve, antes imposible, la bahía de Corcubión con todos los detalles. El universo verde que flanqueaba la bajada a izquierda y derecha ha desaparecido. A cambio (flaco trueque) si uno afina la vista y tiene suerte avistará las Azores, Jamaica y lo que le pongan . No hay forma de pintar nada en las inestables laderas de ceniza que vemos al bajar.

Después de una hidratación reparadora en el bar del final de la cuesta tiramos hacia el Hospital de Cee. No hemos pintado gran cosa porque entendemos que dentro del casco urbano hay que tener cuidado para evitar herir susceptibilidades. En cualquier caso remarcar que, cuando el Camino tira para la izquierda, hay una pintada que informa de un inexistente albergue en Cee, al cual supuestamente se llegaría siguiendo de frente. Queda pendiente borrar esa señalización y dejar solamente la que baja a la izquierda, para evitar en lo posible confundir a los peregrinos. Hemos preferido no tocarla a la espera de que se decida exactamente cómo señalizar este punto.

Evitamos pintar flechas en el casco urbano de Corcubión, y retomamos la señalización a la altura del Albergue.

Entre Corcubión y Estorde el fuego no ha hecho grandes estragos, pero hemos aprovechado para disipar dudas y sacar de la carretera a los peregrinos en la medida de lo posible, respetando y ampliando la señalización original.

Al llegar a Sardiñeiro nos topamos con un vecino que nos dijo haber señalizado el Camino hace unos 8 años. Nos comentó la conveniencia de señalizar, a la salida de Sardiñeiro, el trazado original del Camino, que no va por la carretera sino por el monte. La entrada es, como todos sabéis, en el centro del pueblo, a la derecha, junto a la cabina del teléfono público. Está perfectamente señalizado una vez que el peregrino lo emboca, aunque quizás si uno camina mirando al frente se le pueden pasar las señales que indican a la derecha

Hemos reforzado la señalización a la entrada, para que el que quiera tome esa opción, teniendo en cuenta que los demás pueden ir por la carretera si así lo desean, que es lo que se ha venido haciendo mayoritariamente hasta ahora a pesar (o a causa) de la ausencia de señales. El Camino por el monte es una preciosa opción, a pesar de que, tal como se intuye desde la carretera, el dueño del mechero lo ha hecho tan bien que no ha dejado nada. Paisajes lunares y el mar al fondo. El Camino, y lo que no es Camino, calcinado literalmente. Uno se avergüenza de pertenecer a esta especie mal llamada humana.

Cuando el Camino se junta con la carretera, a la altura de la entrada a Praia do Talón, ya no hay mayores complicaciones a la hora de señalizar. Con lo que ha quedado, si alguien quiere bajar a Talón no tiene más que andar. Aquel reducto glorioso y escondido que, cual mujer hermosa, sólo se mostraba a quien sabía mirar, aparece ahora despojado y desnudo, vulnerable, a la vista de cualquiera que se digne mirar a su izquierda. De hecho estos días hemos visto más coches aparcados en el arcén y más gente con los flotadores en la playa que lo que habíamos visto en nuestra vida.

DUELE.

Cogemos aire, nos aferramos al spray, y terminamos señalizando la entrada a Praia Langosteira.

Ése es un mundo que, el que haya llegado hasta aquí a pie, debe caminar y masticar a su aire. Langosteira no se toca. De modo que nos olvidamos de eso y retomamos flecha a la entrada de Fisterra. Con sumo cuidado, porque estamos en casco urbano, pero sobre todo porque, si hasta ahora llegaron todos sin flechas, es porque no hacen demasiada falta llegados hasta aquí.

Ha sido un día hermoso y amargo. Amargo y hermoso.

Como todo lo importante.

Jueves, 31 de Agosto de 2006 Santiago – Negreira

A las 10 menos veinte en punto echamos a andar desde la puerta de la catedral de Santiago.

En la Rúa das Hortas, recta hacia abajo en dirección a la Carballeira de San Lourenzo, brillan por su ausencia las señales, tal y como nos dijeron varios peregrinos ayer por la mañana camino de Fisterra. Como se nos supone gente decente no empuñamos el spray hasta que no termina el casco urbano y comienza el asfalto. No será por falta de ganas, pardiez. Ponemos varias flechas discretas en la entrada de la carballeira y en la bajada a la vieja fábrica, que está en obras y en la cual se han cargado parte de la señalización. Terminamos enfilando el Camino hacia Sarela da Baixo. Justo nos da tiempo a girarnos para ver la última imagen de la catedral de Santiago cuando, al girar hacia el frente, comienza la pesadilla. Realmente es cierto que el fuego envolvió Santiago, de forma especialmente virulenta, por tres de sus cuatro lados.

El fuego ha llegado hasta la orilla de las últimas casas, acosándolas de tal manera que todavía nos parece ver a sus gentes defendiéndose a golpe de grito y manguera. En la última de las viviendas vemos cómo saltaron los cristales por efecto del calor, y la forma en que los han sujetado con cinta para que no se desplomen. Marcamos y remarcamos las flechas dudosas antes de seguir adelante.

Nos internamos en el bosque y, de pronto, topamos con el Desierto Negro. Lo que antes eran corredoiras con paredes de piedra a ambos lados, eucaliptos, robles, helechos y fronda verde, desbocada, se han convertido, por obra y desgracia del fuego, en auténticos corredores de la muerte, paisajes lunares testimonio de la miseria humana. ¿Por qué seguimos utilizando la palabra “humano” a la vista de todo esto?.

Miro el suelo, que antes fue hierba, vida y piedras, convertido en erial, quemadas las entrañas, ceniza estéril. Viene a mi mente, como si hubiera estado viéndolo, la forma en que el fuego llegó, barrió en espiral sin compasión, rebotando contra las paredes, y siguió girando locamente hasta fundirlo todo. No ha quedado nada.

Nada.

Pintamos flechas sobre el hollín y sobre las pocas piedras firmes que quedan, a sabiendas de que toda la señalización de esta parte va a desaparecer cuando vengan a talar los árboles. Habrá que estar al tanto entonces para volver a pintarla. Hay un par de puntos dudosos que remarcamos especialmente.

Entre Carballal y Quintáns hay una marquesina de bus junto a unas casas. Es el único lugar, suponemos que por habitado, que se ha librado del acoso del fuego. Pero es una falsa ilusión. Volvemos al bosque y más de lo mismo. Los restos del fuego, ceniza y muerte, nos acompañarán hasta Villestro. Entre este punto y el mesón del Alto do Vento las secuelas son algo menores, pero también se ven zonas quemadas.

Paramos en el Alto do Vento, nos refrescamos un poco, y seguimos. El calor ha hecho acto de presencia, y se prevé que la subida al Alto do Mar de Ovellas va a ser legendaria. No hay punto medio en esta cuesta. O mueres bajo el agua o mueres bajo el calor. Espero de verdad subir algún día hasta Carballo con un día que ayude en algo a pasar el mal trago. Hasta ahora no ha habido suerte.

En Ventosa tenemos, justo al lado de la carretera, una preciosa caseta de venta de chalets al por mayor. Las grúas han empezado a aposentarse junto a lo que se quemó hace unos días. Los camiones y hormigoneras entran y salen de la obra sin solución de continuidad. Qué bonito es el Camino. ¿No es enternecedor ?.

Afrontamos la subida al Mar de Ovellas sin más dilación.

El calor aprieta. Enfilamos la entrada desde Augapesada y comenzamos a subir. No hay grandes daños por fuego en la zona del Camino, repasamos un par de flechas y, con ciertas dificultades, llegamos a la fuente de Trasmonte. No tiene agua. Después de un rato de descanso subimos hasta la aldea de Carballo, donde conseguimos una Coca-cola, y tiramos hasta Ponte Maceira. Señalar que desde Augapesada, donde hemos visto ciertas marcas de fuego, el resto de la etapa, hasta Negreira, está libre de los efectos de los incendios.

Una vez en Ponte Maceira, y tras el preceptivo descanso, seguimos hacia delante en dirección a Negreira. La señalización a la salida del pueblo, una vez fuera de la zona protegida, es un poco deficiente, y la reforzamos remarcando las flechas. Asimismo repintamos las flechas que hay un par de kilómetros después, para tomar el tramo que pasa por debajo del viaducto.

Parece ser que las obras interminables de la carretera que viene desde Negreira han dejado de afectar al trazado del Camino. Pintamos una flecha en uno de los pilares del viaducto y seguimos adelante. Hay un tramo que en invierno se encharca con suma facilidad, haciendo que uno, si no va avisado, se meta en el barro hasta las rodillas. Parece ser, a la vista de las evidencias, que, aunque lleve días sin llover, ahí siempre nos vamos a encontrar con el problema de las humedades. Alguien ha echado unos sacos de cascajo en algunos tramos para paliar los problemas de humedad, pero sigue siendo insuficiente. Esquivamos las balsas de agua y seguimos adelante. Habría que intentar hacer algo en ese tramo para solucionar este problema.

En cualquier caso, se llega sin problemas hasta las estribaciones de Negreira, siguiendo la senda que nos lleva a la izquierda de la carretera entre unas naves industriales. Hay un cruce ahí que tiene casi borrada la señalización, con lo cual la remarcamos antes de seguir adelante y desembocar en la calle mayor del pueblo. Como en ese momento se nos acaba la pintura damos por terminada nuestra labor de hoy, no sin antes constatar que en el centro de Negreira no hay prácticamente ningún tipo de señalización y los peregrinos se las ven y se las desean para averiguar cuál es la calle que los llevará al albergue. El casco urbano de Negreira se parece en esto al de Santiago. Da la impresión de que por no estropear el entorno se obvia el pintado de un par de flechas que guíen a los peregrinos hasta el albergue del pueblo. De hecho cuando paso por allí veo a varios caminantes preguntando a los lugareños cuál es el camino para llegar al refugio. La señalización, aunque sea tarde, se retoma en el momento en que comienza el asfalto a las afueras del pueblo. Quedamos pendientes de pintar un par de flechas cuando retomemos nuestro trabajo.

Hoy ha sido un día duro. El calor apenas ha sido importante si lo comparamos con la desolación de saber que hay lugares que nunca volverán a ser como eran.

Sábado, 2 de Septiembre de 2006 Negreira – Santa Mariña

Salimos de Negreira prácticamente a mediodía. Empezamos nuestra labor en el centro del pueblo, pintando dos pequeñas flechas en los mástiles de sendas señales de tráfico. No queremos pintar flechas en ninguna otra superficie en previsión de que alguien nos pudiera poner alguna pega, así que dejamos esas dos flechas, pequeñas pero imprescindibles a nuestro juicio.

Uno vez que abandonamos el casco urbano reforzamos la señalización en las proximidades del albergue y seguimos camino. Los primeros kilómetros no se han visto afectados por el fuego, y disfrutaremos de la fronda del bosque hasta un poco después de Zas, momento en empezamos a ver las primeras superficies quemadas. Se nota que alguien ha repintado recientemente, además con pintura de señalización vial, unas flechas muy bien hechas. Nos adentramos en la zona quemada y constatamos que la señalización se ha hecho después de los fuegos, con lo que el Camino se sigue sin dificultad. Reforzamos las señales en un par de lugares dudosos y seguimos adelante. Flechas de las mismas características nos acompañarán hasta Olveiroa.

El bosque va tornando paulatinamente de gris en negro y de negro en negro oscuro, aunque sin llegar a los extremos de lo visto el día anterior a la salida de Santiago. A nuestro paso vemos, a izquierda y derecha, restos calcinados de latas de gasolina y de botellas incendiarias, semienterradas en la ceniza sin ningún disimulo. Desde luego queda bastante claro que, al menos aquí, el fuego no ha sido accidental.

Más o menos un kilómetro antes de llegar a Rapote nos encontramos con un cortafuegos, hecho deprisa y corriendo, que se ha cargado el trazado del Camino. Alguna máquina pesada ha movido sin querer una piedra bastante grande con una flecha, de forma que ahora esa flecha indica que hay que seguir por el cortafuegos. Las dimensiones de la piedra impiden que se pueda mover a mano, ni siquiera entre dos personas. Como es previsible, los peregrinos tiran por el cortafuegos. Como tenemos serias dudas de que ése sea el trazado original, antes de marcar nada bifurcamos cada uno por uno de los lados, para volver al punto de inicio del cortafuegos. Uno tira por lo que entendemos que debería ser la senda original, sin encontrar señales en unos 200 metros. El otro, a su vez, lo hace por el cortafuegos, sin encontrar tampoco ninguna señal. Ya que la piedra con la flecha mal orientada es inamovible, y además todos los peregrinos tiran por ahí sin pensarlo dos veces, decidimos señalizar provisionalmente el cortafuegos, que, en unos 300 metros, termina desembocando en una carretera comarcal que pasa junto a la entrada a Feáns. Unos metros más adelante, a la derecha, se ve la entrada a Rapote, así que marcamos flechas hacia el casco del pueblo, hasta empalmar, unos 500 metros más adelante, con el trazado original del Camino. Llegados a éste punto tenemos bastante claro que el Camino, en el punto del conflicto, seguía a la derecha, y no de frente, aunque no hubiera ninguna señalización.

Entendemos esto como una solución provisional, pensando que lo mejor sería que se estudiara la situación y se intentara devolver las cosas a su estado original.

Una vez reubicados, seguimos adelante desde el caserío de Rapote, abandonando los últimos vestigios de monte quemado. Desde este punto, y hasta la ermita de Nª Sª das Neves, el Camino ya no se vuelve a cruzar con el fuego.

En A Pena paramos a descansar un segundo, y los dueños del bar nos atienden a pesar de que es sábado y tienen el local cerrado. Chapeau por ellos, como siempre que hemos pasado por aquí.

Tiramos hasta Vilaserío, donde, al parecer, los dueños del bar son los que tienen las llaves del albergue. Al preguntarles nos desmienten la información, y nos dicen que el albergue está abierto y que la hospitalera vive justo enfrente del mismo, en una casa de color azul que no tiene pérdida.

Efectivamente, picamos a su puerta y nos atiende amablemente. Le explicamos que Begoña nos ha pedido que intentemos averiguar los datos de la hospitalera para poder ponerse en contacto con ella y cambiar impresiones, e intercambiamos con ella los números de teléfono.

Se llama Nidia Alvite, y es una mujer muy amable, de unos 40 años. Se muestra encantada de que alguien de alguna asociación se acuerde de ellos y los tenga en cuenta dentro de la red de albergues que hay entre Santiago y Fisterra. Nos dice que le interesará mucho recibir información del resto de albergues de la zona. Se ve que tiene la mejor disposición del mundo, y el albergue, dentro de sus limitaciones, está limpio y bien cuidado. Adjuntamos unas fotos del mismo.

El resto del trayecto, hasta el bar de la carretera de Pino do Val, fin de etapa por hoy, transcurre sin mayores incidencias que una excelente señalización y un agradable paseo por el Camino.

Domingo, 3 de Septiembre de 2006 Santa Mariña – Hospital

Retomamos la señalización en el punto en que lo dejamos ayer. A la salida de Gueima alguien ha puesto una verja inmensa que impide el acceso al monte Aro, de modo que tenemos que rodearlo por pistas de asfalto hasta llegar a ver el Embalse da Fervenza. El nuevo tramo ha sido señalizado con un montón de carteles del Xacobeo’99 que sabe Dios de qué almacén olvidado habrá rescatado la Xunta.

No se aprecian restos de fuego en el trazado del Camino, a excepción del resultado de los montes que se quemaron el año pasado junto a la parroquia de San Cristóbal de Corzón. Desaparecidos todos los bosques que recordábamos, nos encontramos con una zona de monte bajo llena de porquería y pequeñas ramas producto de la tala de troncos que se ha llevado a cabo tras el incendio.

La señalización sigue siendo reciente y muy buena, y nada más reforzamos en un par de puntos que pudieran ofrecer alguna duda. Es una zona preciosa, y cuando uno camina descansado la disfruta doblemente. Lo único que se podría alegar es el exceso de asfalto que hay que recorrer en este tramo.

El primer día que caminamos un par de peregrinos nos comentaron que habían tenido algún problema en la salida de Olveiroa. Efectivamente, al llegar al pueblo la señalización de salida se nos hace un poco escasa. Pero también es evidente que, por el motivo que sea, no quieren pintar muchas flechas en el casco urbano, así que pintamos una en el suelo que nos parece imprescindible y salimos hacia la zona del lavadero.

En el lavadero pintamos dos flechas hacia la izquierda en el suelo, para subir hacia el monte, ya que da la impresión de que todos los que suben por carretera hasta Hospital lo hacen porque en este punto se saltan la desviación a la izquierda.

Ya con un sol de justicia cubrimos los últimos kilómetros hasta Hospital, remarcando en algunos puntos la señalización desvaída.

Finalmente llegamos al mojón 28,217, punto donde empezamos nuestro trabajo hace unos días, cerrando así el círculo y dando por terminada nuestra labor. Antes de irnos dejamos constancia de nuestra opinión sobre lo ocurrido

A modo de resumen y de agradecimiento

Supongo que no hay palabras que puedan expresar, dentro de esta desgracia, ya inevitable, el gozo de poder pintar de nuevo la vida en amarillo en nuestro querido Camiño a Fisterra. Agradecemos profundamente la confianza y el cariño que se nos han demostrado al encomendarnos esta labor, y esperamos haber hecho las cosas de una manera medianamente aceptable.

Han sido días duros, de constatación del horror, en los cuales hemos asumido que el Camino que conocimos ya no existe en una parte importante, que a partir de ahora tendremos otro diferente, y que quizás algún día se parezca remotamente a aquel vergel que conocimos.

En cualquier caso nada comparado con todas las personas que en esta tierra han perdido todo que poseían, miles y miles de gentes a las cuales nada más les quedan cuatro paredes para cobijarse de los vientos, una impotencia redonda y la certeza de que las cosas nunca volverán a ser iguales.

Ojalá nadie olvide nunca. Ojalá pudiéramos soñar y creer que esto no volverá a ocurrir.

Gracias a todos por lo que hemos recibido.