sábado, 30 de enero de 2010

Porque pasó... para que no vuelva a ocurrir

Hace ya casi 28 meses, 28 siglos, 28 vidas... Ya no tiene vigencia, ya no es noticia, ya se pasaron muchas páginas, pero la tragedia estuvo allí, allí sigue y, si Dios no lo remedia, volverá, más pronto que tarde.

Por eso, para que no se olvide, para que las voces calladas de rabia no se les lleve el viento de la actualidad, dejamos hoy aquí el relato de una tragedia y de nuestro grano de arena, como testimonio de admiración y de agradecimiento por unas gentes que nos dan todo y se merecen todo...

REPINTADO DEL CAMIÑO A FISTERRA AGOSTO – SEPTIEMBRE 2006

INTRODUCCION

Cuando, a mediados del mes pasado, supimos del fuego, el primer y atávico impulso fue el de salir corriendo. Pero las cadenas cotidianas se encargaron de devolvernos rápidamente a la realidad, y el viaje a Fisterra se tuvo que posponer unos días.

En el interín tuvimos varias conversaciones con Bejo, en las cuales le comentamos nuestra disponibilidad para ayudar en cualquier cosa que se le ocurriera, seguros de que el trabajo era ingente y de que habría quehaceres en cualquier dirección en la que se mirara. Yo me imaginaba todo el tiempo trabajando en el monte, desbrozando, replantando, limpiando o yo que sé, ya se sabe que a veces la imaginación a futuro suele ser bastante simplista. Y ésta fue una de esas veces.

Lo que nunca se nos hubiera ocurrido a ninguno de los dos era que el trabajo que se nos iba a encomendar iba a tener una relación tan directa con el Camino de Santiago como el repintado de las flechas amarillas entre Santiago y Fisterra. Cuando Bejo me lo dijo por teléfono consiguió colocarme en la garganta un nudo que tardé bastante rato en desliar.

Este es un somero relato de las impresiones recogidas en estos días de trabajo de campo. Esperamos que os sea útil para tener en cuenta puntos que no han quedado demasiado claros y que quedan pendientes de una solución definitiva, así como para haceros una idea general del estado del Camino.

Miércoles, 30 de Agosto de 2006 Hospital – Fisterra

Es media mañana cuando nos situamos, spray en mano, frente al primer mojón.

Por motivos de intendencia hemos decidido comenzar, como primer día, cerca de Fisterra, mientras estudiamos la posibilidad de conseguir mapas del Camino para marcar otras etapas a priori más complicadas. De modo que Bejo nos lleva en coche hasta las proximidades de la Fábrica de Carburos de Hospital, unos metros después de la bifurcación a Muxía, lugar donde damos el pistoletazo (o quizás habría que decir sprayazo) de salida a nuestra empresa. Nos da la bendición un mojón que nos dice que estamos a 28,217 kmts. de conquistar el Faro de Fisterra.

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La mañana es apacible, y no hay rastro de fuegos a nuestro alrededor. Nos ponemos a caminar, remarcando flechas antiguas. Hemos decidido aprovechar no sólo para pintar flechas en las zonas donde el fuego ha actuado, sino también para repasar donde veamos que la pintura está más deteriorada.

Rebasamos el cruceiro que hay en la intersección con la carretera que va a Dumbría, no encontrando áreas quemadas en ésta zona. La normalidad a este nivel, siempre hablando del trazado del Camino, será la tónica dominante hasta pasados unos 500 metros de la ermita da Virxe Das Neves. Un poco antes de llegar a la ermita vemos por primera vez en la lejanía el Faro de Fisterra y la ría de Corcubión. A pesar de haber recorrido ya varias veces estas tierras es la primera vez que nos fijamos en que Fisterra se puede ver desde aquí.

En la ermita repintamos un mojón, y entablamos conversación con un peregrino que viene desde Santiago. Le preguntamos cómo está la señalización en las etapas previas. Nos comenta que, en general y salvo tres o cuatro puntos un poco dudosos, no hay mayores problemas a pesar del fuego. Sin embargo nos recalca algo que otros dos peregrinos nos volverán a decir antes de que acabe el día.

Al parecer, la Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela reparte unos planos equívocos a los que van a seguir caminando hasta Fisterra. Parece ser que en esos planos se indica la salida por una calle señalada con nombre erróneo, con lo cual los peregrinos tienen problemas para llegar hasta la Carballeira de San Lourenzo, a la salida de la ciudad.

Nos despedimos del peregrino y dejamos atrás la ermita das Neves. Tras el repechito que la despide empieza el espectáculo. A lo lejos vemos, como marcada a escuadra y cartabón, la línea donde el verde desaparece y empieza la realidad.

El paisaje torna de verde en negro, y luego de negro en muerte, y con ése color nos acompañará ya hasta Fisterra.

…..

( Podríamos gastar muchas líneas, y repetir en cada párrafo, cuán en consideración tenemos a las santas madres de algunos personajes residentes en ésta nuestra querida Galiza, pero, si recalcitráramos tantas veces como quisiéramos, realmente no seríamos capaces de continuar con este informe. De modo que abreviaremos. Vaya desde aquí, y valga una vez por mil, nuestro más sentido recuerdo a esas señoras y, muy muy sobre todo, a tan insignes y aventajados hijos.

Y ahora sigamos trabajando… )

…..

Los casi 10 kilómetros que nos llevarán hasta el centro de Cee tienen como denominador común la desolación más espantosa. En silencio vamos remarcando flechas, e inventamos otras sobre el hollín, aún a sabiendas de que algunas de ellas desaparecerán cuando lleguen las máquinas y se lleven por delante esos inútiles tocones negros.

No importa. Sobre la mierda y las cenizas, aunque sean una denuncia en la nada, con fecha de caducidad, quedan nuestras flechas amarillas, nuestras y de todos los demás, símbolo de vida y de batalla. No nos callaremos.

Un poco más allá de la ermita de San Pedro, como para recalcar ciertas ideas, nos encontramos con que alguien, deprisa y corriendo, ha talado todos los árboles que había a ambos lados del camino, negros por fuera, crudos por dentro, y los ha apilado a nuestro paso. Junto a los montones de troncos vemos una camioneta con logo de “Hnos. Díez, repoblaciones, desbroces y cariñoso cuidado del monte en general”,o algo así…

El Monte do Cruceiro da Armada marca un punto de inflexión en nuestro descenso a Cee. Desde ése punto se ve, antes imposible, la bahía de Corcubión con todos los detalles. El universo verde que flanqueaba la bajada a izquierda y derecha ha desaparecido. A cambio (flaco trueque) si uno afina la vista y tiene suerte avistará las Azores, Jamaica y lo que le pongan . No hay forma de pintar nada en las inestables laderas de ceniza que vemos al bajar.

Después de una hidratación reparadora en el bar del final de la cuesta tiramos hacia el Hospital de Cee. No hemos pintado gran cosa porque entendemos que dentro del casco urbano hay que tener cuidado para evitar herir susceptibilidades. En cualquier caso remarcar que, cuando el Camino tira para la izquierda, hay una pintada que informa de un inexistente albergue en Cee, al cual supuestamente se llegaría siguiendo de frente. Queda pendiente borrar esa señalización y dejar solamente la que baja a la izquierda, para evitar en lo posible confundir a los peregrinos. Hemos preferido no tocarla a la espera de que se decida exactamente cómo señalizar este punto.

Evitamos pintar flechas en el casco urbano de Corcubión, y retomamos la señalización a la altura del Albergue.

Entre Corcubión y Estorde el fuego no ha hecho grandes estragos, pero hemos aprovechado para disipar dudas y sacar de la carretera a los peregrinos en la medida de lo posible, respetando y ampliando la señalización original.

Al llegar a Sardiñeiro nos topamos con un vecino que nos dijo haber señalizado el Camino hace unos 8 años. Nos comentó la conveniencia de señalizar, a la salida de Sardiñeiro, el trazado original del Camino, que no va por la carretera sino por el monte. La entrada es, como todos sabéis, en el centro del pueblo, a la derecha, junto a la cabina del teléfono público. Está perfectamente señalizado una vez que el peregrino lo emboca, aunque quizás si uno camina mirando al frente se le pueden pasar las señales que indican a la derecha

Hemos reforzado la señalización a la entrada, para que el que quiera tome esa opción, teniendo en cuenta que los demás pueden ir por la carretera si así lo desean, que es lo que se ha venido haciendo mayoritariamente hasta ahora a pesar (o a causa) de la ausencia de señales. El Camino por el monte es una preciosa opción, a pesar de que, tal como se intuye desde la carretera, el dueño del mechero lo ha hecho tan bien que no ha dejado nada. Paisajes lunares y el mar al fondo. El Camino, y lo que no es Camino, calcinado literalmente. Uno se avergüenza de pertenecer a esta especie mal llamada humana.

Cuando el Camino se junta con la carretera, a la altura de la entrada a Praia do Talón, ya no hay mayores complicaciones a la hora de señalizar. Con lo que ha quedado, si alguien quiere bajar a Talón no tiene más que andar. Aquel reducto glorioso y escondido que, cual mujer hermosa, sólo se mostraba a quien sabía mirar, aparece ahora despojado y desnudo, vulnerable, a la vista de cualquiera que se digne mirar a su izquierda. De hecho estos días hemos visto más coches aparcados en el arcén y más gente con los flotadores en la playa que lo que habíamos visto en nuestra vida.

DUELE.

Cogemos aire, nos aferramos al spray, y terminamos señalizando la entrada a Praia Langosteira.

Ése es un mundo que, el que haya llegado hasta aquí a pie, debe caminar y masticar a su aire. Langosteira no se toca. De modo que nos olvidamos de eso y retomamos flecha a la entrada de Fisterra. Con sumo cuidado, porque estamos en casco urbano, pero sobre todo porque, si hasta ahora llegaron todos sin flechas, es porque no hacen demasiada falta llegados hasta aquí.

Ha sido un día hermoso y amargo. Amargo y hermoso.

Como todo lo importante.

Jueves, 31 de Agosto de 2006 Santiago – Negreira

A las 10 menos veinte en punto echamos a andar desde la puerta de la catedral de Santiago.

En la Rúa das Hortas, recta hacia abajo en dirección a la Carballeira de San Lourenzo, brillan por su ausencia las señales, tal y como nos dijeron varios peregrinos ayer por la mañana camino de Fisterra. Como se nos supone gente decente no empuñamos el spray hasta que no termina el casco urbano y comienza el asfalto. No será por falta de ganas, pardiez. Ponemos varias flechas discretas en la entrada de la carballeira y en la bajada a la vieja fábrica, que está en obras y en la cual se han cargado parte de la señalización. Terminamos enfilando el Camino hacia Sarela da Baixo. Justo nos da tiempo a girarnos para ver la última imagen de la catedral de Santiago cuando, al girar hacia el frente, comienza la pesadilla. Realmente es cierto que el fuego envolvió Santiago, de forma especialmente virulenta, por tres de sus cuatro lados.

El fuego ha llegado hasta la orilla de las últimas casas, acosándolas de tal manera que todavía nos parece ver a sus gentes defendiéndose a golpe de grito y manguera. En la última de las viviendas vemos cómo saltaron los cristales por efecto del calor, y la forma en que los han sujetado con cinta para que no se desplomen. Marcamos y remarcamos las flechas dudosas antes de seguir adelante.

Nos internamos en el bosque y, de pronto, topamos con el Desierto Negro. Lo que antes eran corredoiras con paredes de piedra a ambos lados, eucaliptos, robles, helechos y fronda verde, desbocada, se han convertido, por obra y desgracia del fuego, en auténticos corredores de la muerte, paisajes lunares testimonio de la miseria humana. ¿Por qué seguimos utilizando la palabra “humano” a la vista de todo esto?.

Miro el suelo, que antes fue hierba, vida y piedras, convertido en erial, quemadas las entrañas, ceniza estéril. Viene a mi mente, como si hubiera estado viéndolo, la forma en que el fuego llegó, barrió en espiral sin compasión, rebotando contra las paredes, y siguió girando locamente hasta fundirlo todo. No ha quedado nada.

Nada.

Pintamos flechas sobre el hollín y sobre las pocas piedras firmes que quedan, a sabiendas de que toda la señalización de esta parte va a desaparecer cuando vengan a talar los árboles. Habrá que estar al tanto entonces para volver a pintarla. Hay un par de puntos dudosos que remarcamos especialmente.

Entre Carballal y Quintáns hay una marquesina de bus junto a unas casas. Es el único lugar, suponemos que por habitado, que se ha librado del acoso del fuego. Pero es una falsa ilusión. Volvemos al bosque y más de lo mismo. Los restos del fuego, ceniza y muerte, nos acompañarán hasta Villestro. Entre este punto y el mesón del Alto do Vento las secuelas son algo menores, pero también se ven zonas quemadas.

Paramos en el Alto do Vento, nos refrescamos un poco, y seguimos. El calor ha hecho acto de presencia, y se prevé que la subida al Alto do Mar de Ovellas va a ser legendaria. No hay punto medio en esta cuesta. O mueres bajo el agua o mueres bajo el calor. Espero de verdad subir algún día hasta Carballo con un día que ayude en algo a pasar el mal trago. Hasta ahora no ha habido suerte.

En Ventosa tenemos, justo al lado de la carretera, una preciosa caseta de venta de chalets al por mayor. Las grúas han empezado a aposentarse junto a lo que se quemó hace unos días. Los camiones y hormigoneras entran y salen de la obra sin solución de continuidad. Qué bonito es el Camino. ¿No es enternecedor ?.

Afrontamos la subida al Mar de Ovellas sin más dilación.

El calor aprieta. Enfilamos la entrada desde Augapesada y comenzamos a subir. No hay grandes daños por fuego en la zona del Camino, repasamos un par de flechas y, con ciertas dificultades, llegamos a la fuente de Trasmonte. No tiene agua. Después de un rato de descanso subimos hasta la aldea de Carballo, donde conseguimos una Coca-cola, y tiramos hasta Ponte Maceira. Señalar que desde Augapesada, donde hemos visto ciertas marcas de fuego, el resto de la etapa, hasta Negreira, está libre de los efectos de los incendios.

Una vez en Ponte Maceira, y tras el preceptivo descanso, seguimos hacia delante en dirección a Negreira. La señalización a la salida del pueblo, una vez fuera de la zona protegida, es un poco deficiente, y la reforzamos remarcando las flechas. Asimismo repintamos las flechas que hay un par de kilómetros después, para tomar el tramo que pasa por debajo del viaducto.

Parece ser que las obras interminables de la carretera que viene desde Negreira han dejado de afectar al trazado del Camino. Pintamos una flecha en uno de los pilares del viaducto y seguimos adelante. Hay un tramo que en invierno se encharca con suma facilidad, haciendo que uno, si no va avisado, se meta en el barro hasta las rodillas. Parece ser, a la vista de las evidencias, que, aunque lleve días sin llover, ahí siempre nos vamos a encontrar con el problema de las humedades. Alguien ha echado unos sacos de cascajo en algunos tramos para paliar los problemas de humedad, pero sigue siendo insuficiente. Esquivamos las balsas de agua y seguimos adelante. Habría que intentar hacer algo en ese tramo para solucionar este problema.

En cualquier caso, se llega sin problemas hasta las estribaciones de Negreira, siguiendo la senda que nos lleva a la izquierda de la carretera entre unas naves industriales. Hay un cruce ahí que tiene casi borrada la señalización, con lo cual la remarcamos antes de seguir adelante y desembocar en la calle mayor del pueblo. Como en ese momento se nos acaba la pintura damos por terminada nuestra labor de hoy, no sin antes constatar que en el centro de Negreira no hay prácticamente ningún tipo de señalización y los peregrinos se las ven y se las desean para averiguar cuál es la calle que los llevará al albergue. El casco urbano de Negreira se parece en esto al de Santiago. Da la impresión de que por no estropear el entorno se obvia el pintado de un par de flechas que guíen a los peregrinos hasta el albergue del pueblo. De hecho cuando paso por allí veo a varios caminantes preguntando a los lugareños cuál es el camino para llegar al refugio. La señalización, aunque sea tarde, se retoma en el momento en que comienza el asfalto a las afueras del pueblo. Quedamos pendientes de pintar un par de flechas cuando retomemos nuestro trabajo.

Hoy ha sido un día duro. El calor apenas ha sido importante si lo comparamos con la desolación de saber que hay lugares que nunca volverán a ser como eran.

Sábado, 2 de Septiembre de 2006 Negreira – Santa Mariña

Salimos de Negreira prácticamente a mediodía. Empezamos nuestra labor en el centro del pueblo, pintando dos pequeñas flechas en los mástiles de sendas señales de tráfico. No queremos pintar flechas en ninguna otra superficie en previsión de que alguien nos pudiera poner alguna pega, así que dejamos esas dos flechas, pequeñas pero imprescindibles a nuestro juicio.

Uno vez que abandonamos el casco urbano reforzamos la señalización en las proximidades del albergue y seguimos camino. Los primeros kilómetros no se han visto afectados por el fuego, y disfrutaremos de la fronda del bosque hasta un poco después de Zas, momento en empezamos a ver las primeras superficies quemadas. Se nota que alguien ha repintado recientemente, además con pintura de señalización vial, unas flechas muy bien hechas. Nos adentramos en la zona quemada y constatamos que la señalización se ha hecho después de los fuegos, con lo que el Camino se sigue sin dificultad. Reforzamos las señales en un par de lugares dudosos y seguimos adelante. Flechas de las mismas características nos acompañarán hasta Olveiroa.

El bosque va tornando paulatinamente de gris en negro y de negro en negro oscuro, aunque sin llegar a los extremos de lo visto el día anterior a la salida de Santiago. A nuestro paso vemos, a izquierda y derecha, restos calcinados de latas de gasolina y de botellas incendiarias, semienterradas en la ceniza sin ningún disimulo. Desde luego queda bastante claro que, al menos aquí, el fuego no ha sido accidental.

Más o menos un kilómetro antes de llegar a Rapote nos encontramos con un cortafuegos, hecho deprisa y corriendo, que se ha cargado el trazado del Camino. Alguna máquina pesada ha movido sin querer una piedra bastante grande con una flecha, de forma que ahora esa flecha indica que hay que seguir por el cortafuegos. Las dimensiones de la piedra impiden que se pueda mover a mano, ni siquiera entre dos personas. Como es previsible, los peregrinos tiran por el cortafuegos. Como tenemos serias dudas de que ése sea el trazado original, antes de marcar nada bifurcamos cada uno por uno de los lados, para volver al punto de inicio del cortafuegos. Uno tira por lo que entendemos que debería ser la senda original, sin encontrar señales en unos 200 metros. El otro, a su vez, lo hace por el cortafuegos, sin encontrar tampoco ninguna señal. Ya que la piedra con la flecha mal orientada es inamovible, y además todos los peregrinos tiran por ahí sin pensarlo dos veces, decidimos señalizar provisionalmente el cortafuegos, que, en unos 300 metros, termina desembocando en una carretera comarcal que pasa junto a la entrada a Feáns. Unos metros más adelante, a la derecha, se ve la entrada a Rapote, así que marcamos flechas hacia el casco del pueblo, hasta empalmar, unos 500 metros más adelante, con el trazado original del Camino. Llegados a éste punto tenemos bastante claro que el Camino, en el punto del conflicto, seguía a la derecha, y no de frente, aunque no hubiera ninguna señalización.

Entendemos esto como una solución provisional, pensando que lo mejor sería que se estudiara la situación y se intentara devolver las cosas a su estado original.

Una vez reubicados, seguimos adelante desde el caserío de Rapote, abandonando los últimos vestigios de monte quemado. Desde este punto, y hasta la ermita de Nª Sª das Neves, el Camino ya no se vuelve a cruzar con el fuego.

En A Pena paramos a descansar un segundo, y los dueños del bar nos atienden a pesar de que es sábado y tienen el local cerrado. Chapeau por ellos, como siempre que hemos pasado por aquí.

Tiramos hasta Vilaserío, donde, al parecer, los dueños del bar son los que tienen las llaves del albergue. Al preguntarles nos desmienten la información, y nos dicen que el albergue está abierto y que la hospitalera vive justo enfrente del mismo, en una casa de color azul que no tiene pérdida.

Efectivamente, picamos a su puerta y nos atiende amablemente. Le explicamos que Begoña nos ha pedido que intentemos averiguar los datos de la hospitalera para poder ponerse en contacto con ella y cambiar impresiones, e intercambiamos con ella los números de teléfono.

Se llama Nidia Alvite, y es una mujer muy amable, de unos 40 años. Se muestra encantada de que alguien de alguna asociación se acuerde de ellos y los tenga en cuenta dentro de la red de albergues que hay entre Santiago y Fisterra. Nos dice que le interesará mucho recibir información del resto de albergues de la zona. Se ve que tiene la mejor disposición del mundo, y el albergue, dentro de sus limitaciones, está limpio y bien cuidado. Adjuntamos unas fotos del mismo.

El resto del trayecto, hasta el bar de la carretera de Pino do Val, fin de etapa por hoy, transcurre sin mayores incidencias que una excelente señalización y un agradable paseo por el Camino.

Domingo, 3 de Septiembre de 2006 Santa Mariña – Hospital

Retomamos la señalización en el punto en que lo dejamos ayer. A la salida de Gueima alguien ha puesto una verja inmensa que impide el acceso al monte Aro, de modo que tenemos que rodearlo por pistas de asfalto hasta llegar a ver el Embalse da Fervenza. El nuevo tramo ha sido señalizado con un montón de carteles del Xacobeo’99 que sabe Dios de qué almacén olvidado habrá rescatado la Xunta.

No se aprecian restos de fuego en el trazado del Camino, a excepción del resultado de los montes que se quemaron el año pasado junto a la parroquia de San Cristóbal de Corzón. Desaparecidos todos los bosques que recordábamos, nos encontramos con una zona de monte bajo llena de porquería y pequeñas ramas producto de la tala de troncos que se ha llevado a cabo tras el incendio.

La señalización sigue siendo reciente y muy buena, y nada más reforzamos en un par de puntos que pudieran ofrecer alguna duda. Es una zona preciosa, y cuando uno camina descansado la disfruta doblemente. Lo único que se podría alegar es el exceso de asfalto que hay que recorrer en este tramo.

El primer día que caminamos un par de peregrinos nos comentaron que habían tenido algún problema en la salida de Olveiroa. Efectivamente, al llegar al pueblo la señalización de salida se nos hace un poco escasa. Pero también es evidente que, por el motivo que sea, no quieren pintar muchas flechas en el casco urbano, así que pintamos una en el suelo que nos parece imprescindible y salimos hacia la zona del lavadero.

En el lavadero pintamos dos flechas hacia la izquierda en el suelo, para subir hacia el monte, ya que da la impresión de que todos los que suben por carretera hasta Hospital lo hacen porque en este punto se saltan la desviación a la izquierda.

Ya con un sol de justicia cubrimos los últimos kilómetros hasta Hospital, remarcando en algunos puntos la señalización desvaída.

Finalmente llegamos al mojón 28,217, punto donde empezamos nuestro trabajo hace unos días, cerrando así el círculo y dando por terminada nuestra labor. Antes de irnos dejamos constancia de nuestra opinión sobre lo ocurrido

A modo de resumen y de agradecimiento

Supongo que no hay palabras que puedan expresar, dentro de esta desgracia, ya inevitable, el gozo de poder pintar de nuevo la vida en amarillo en nuestro querido Camiño a Fisterra. Agradecemos profundamente la confianza y el cariño que se nos han demostrado al encomendarnos esta labor, y esperamos haber hecho las cosas de una manera medianamente aceptable.

Han sido días duros, de constatación del horror, en los cuales hemos asumido que el Camino que conocimos ya no existe en una parte importante, que a partir de ahora tendremos otro diferente, y que quizás algún día se parezca remotamente a aquel vergel que conocimos.

En cualquier caso nada comparado con todas las personas que en esta tierra han perdido todo que poseían, miles y miles de gentes a las cuales nada más les quedan cuatro paredes para cobijarse de los vientos, una impotencia redonda y la certeza de que las cosas nunca volverán a ser iguales.

Ojalá nadie olvide nunca. Ojalá pudiéramos soñar y creer que esto no volverá a ocurrir.

Gracias a todos por lo que hemos recibido.



2 comentarios:

  1. ¿CUÁNTO VALE UN BOSQUE QUE SE QUEMA?

    Cuando el bosque se quema, se quema algo más que la madera, los árboles, el matorral, la cubierta vegetal… Se queman las funciones y servicios que el bosque prestaba, aparte de los directamente económicos (madera, leña, etc.) como regulador del ciclo hidrológico y verdadero embalse, sumidero de gases de efecto invernadero, soporte de la biodiversidad, fauna, flora silvestre y activos genéticos, suministrador de servicios de esparcimiento, ocio, paisaje y muchos más que, al no estar retribuidos en la economía de mercado, sólo se valoran cuando se pierden, cuando el bosque, la cubierta vegetal, los espacios naturales, las infraestructuras naturales —porque eso es lo que son: verdaderas infraestructuras—, se destruyen, se queman.

    Es curioso que invirtamos cantidades ingentes de recursos en la construcción de nuevas infraestructuras del transporte, de generación y distribución de energía eléctrica, de abastecimiento y saneamiento, de viviendas… y que seamos incapaces de aportar un mínimo, no ya a la realización de infraestructuras naturales sino al simple mantenimiento de su existencia y funcionalidad. Y aun más, invertimos en su destrucción, ya que gran parte de las infraestructuras mencionadas se hacen en muchos casos en base a la destrucción de las infraestructuras naturales.

    ¿Y qué podemos hacer para construir sin destruir o destruyendo menos? ¿Qué podemos hacer para que nuestros bosques se quemen menos y, en general, para conservar e incluso potenciar nuestras infraestructuras naturales y los servicios tan valiosos, aunque por ahora sin precio, que prestan? Está claro que es de necios confundir valor con precio, aunque también está claro que a través de la primacía de la economía de mercado se ha impuesto el precio o los retornos económicos como medida del valor de nuestros activos naturales, de nuestras infraestructuras no construidas.

    Una de las conclusiones extraídas de unas jornadas sobre prevención de incendios, es que los fuegos forestales son en gran parte el resultado de una desafectación —falta de afecto, (¡un desamor!)— del hombre con respecto al monte y áreas forestadas. En general, respecto a áreas con vocación conservacionista. Este afecto, además, se puede graduar en términos de retornos socioeconómicos. Como ejemplo, en las zonas donde el bosque o las áreas protegidas significan un valor socioeconómico para los asentamientos humanos cercanos hay muchos menos incendios (pinares comunales de Soria y Burgos, entorno del Parque Nacional de Doñana…)...

    Domingo Jimenez Beltrán

    (continua en el siguiente enlace...)


    http://www.elblogalternativo.com/2009/11/10/bosques-domingo-jimenez-beltran-15-%c2%bfcuanto-vale-un-bosque-que-se-quema/


    Y ahora podríamos hablar de cuando destruimos y quemamos también nuestras raices Históricas y Culturales como el Camino de Santiago...

    ¿Quién podría quemar a quién le dió parte de su vida, de sus raices, de su sentido, y probablemente incluso de su futuro?. Creo recordar que solamente existen unas "criaturas" capaces de tamaña cosa, los virus, que sin ser capaces de existir a costa de otro ser vivo, son capaces de acabar con él sin mas sentido. Curiosa paradoja, ¿nos hemos conovertido en unas "criaturas incompletas como los virus?. Parece evidente a la vista de tantas aberraciones, y si no sabemos aún reaccionar.

    enrique

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  2. Cuando en agosto pasado me encontré con alguna de esas flechas, y con la pintada en el suelo, entendí que en esa ocasión no te iba a ver físicamente ni al principio ni al final de ese Camino, pero que tu presencia seguía acompañándome.

    Gracias a los dos por coger el spray. Vale muchísimo mas que postes, totems, mojones ... y similares.


    Gloria

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