jueves, 7 de enero de 2010

De petos y de Internet... de la de antes, de la de siempre

No corren buenos vientos para la lírica, pero lo último que hay que hacer, es dejar de intentarlo... y lo seguiremos intentando, sobre todo cuando la cabeza se nos llena de malos presagios y de voces enfrentadas, cuando hablar de las cosas del Camino, de las que nos ocurren a diario en él, es una solicitud clamorosa, en un intento más de que las cosas transcurran por donde nos gusta, por lo que nos apasiona, por lo que nos une a casi todos los que frecuentamos este patio de comunidad, esta corrala a veces dormida, a veces enfervorizada, a veces con apariencia de auto de fe...

Y si de "otras vidas" se ha hablado aquí hace muy poco, quizá no sea muy atrevido echar mano de los viejos papeles extraviados, nunca olvidados, y rememorar con cariño lo que a veces acontece entre la niebla, allá donde las cosas siguen siendo como antes, como siempre...

"Antes, mucho antes de que Internet nos lo pusiera fácil, la gente se comunicaba de mil maneras... incluso con el más allá que, como todos sabemos, está más acá de lo que queremos reconocer.

Un brumoso día de hace muuuchos años, antes de que ésto que hacemos ahora fuera posible, encontré en la selva de Samos un locutorio singular.

Este puede ser mi recuerdo: ¡Ay! No me hablen de petos, son mi debilidad.

Algún peto perdido por la selva de Samos, en pleno camino, me ha tenido prendido casi tanto tiempo como a San Virila le tuvo el canto de un pajarillo acá, por Leyre.

Siempre me impresionó encontrar en su interior una vela (de esas coloradas de los veinte duros de antes) encendida y algunas monedas de quinientas pesetas, si, de quinientas, de las de antes, de cuando quinientas pesetas eran cinco libras o medio pelote, allí perdidas entre la niebla, al alcance de cualquiera, sin nadie en una legua alrededor que te pudiera decir nada si caías en la tentación, vamos que había días que no las gastaba yo en todo un día de camino.

Pero os tengo que hacer una confesión que nunca había hecho hasta ahora, y que pensaba que nunca me atrevería a hacer: además de las monedas había un papel cuidadosamente doblado que llamó poderosamente mi atención.

La mañana era de niebla, fría y húmeda, y lo que contenía el papel se traslucía a medias debido a haberse mojado la tinta con la que estaba escrito.

Yo, pecador inmisericorde, insensato sin remedio, osado hasta más no poder, no tuve otra ocurrencia que coger el papel de su sitio, desdoblarlo cuidadosamente y, tras sacar las gafas del fondo de la mochila donde las coloco en cuanto me pongo a caminar, enfrentarme a la lectura de unas letras vacilantes pero claras, escritas escrupulosamente con una caligrafía humilde pero muy sincera que decían más o menos así:

“Pepiño, la niña ya casó. Se la ve muy feliz, parece buen hombre, corto pero bueno. La cosecha fue mala, ya sabes, el agua pudrió las patacas, pero vamos tirando con la venta de la leche. La Rosiña parió su ternero y estuvimos dos semanas sin poderla ordeñar, pero seguimos viviendo. No te olvidamos Pepiño, cada noche enciendo las velas. No te enfríes, cuida que hay mucho relente. Un bico de todos, Pepiño".

Este texto es, palabra más o palabra menos, lo qe leí aquélla mañana. Cuidadosamente, avergonzado por mi atrevimiento, y con la sensación de haber
violado algo muy sagrado, doblé el papel y lo dejé de nuevo en su lugar.

Una ráfaga de aire repentina lo hizo volar hasta el suelo, unos metros más allá.

Tirando la mochila, corrí tras el papel y lo rescaté en el momento en que iba a caer a un regato próximo.

Cuando lo devolví a su lugar, saqué una moneda de veinte pavos (una libra) y la puse sobre el papel, no me atreví a tocar nada más y no tenía nada más pesado en el bolsillo.

Desde entonces, muchas vueltas le he dado en mi cabeza a aquél episodio.

Creo que es la vez que más cerca he estado de la forma trascendente de entender la vida y la muerte de esa gente entrañable, de vosotros, los "galegos".

2 comentarios:

  1. Ramón, que deleite leerte despacio, muy despacio, buscando el sentido hondo de tus letras.

    Hubo un comentario en el foro hace algunas semanas en que se comentó no recuerdo si este relato tuyo o fue de algún otro, en fin que yo estas cosas no consigo recordarlas muy bien.

    El hecho es que publiqué en aquel post un comentario mio acerca de la experiencia que viví en Glendalough (Irlanda). Fue en Marzo de 1987. En un famoso cementerio existe este mismo hecho que tu comentas y en muchas de las tumbas y lápidas hay mensajes, escritos en papeles cuidadosamente doblados. Yo estaba estudiando inglés y no recuerdo los textos, pero si algunos de los años en que fueron escritos. Mas de 200 años atrás !!! Si pones Glendalough en Google verás este impresionante cementerio que está junto a un precioso lago.

    A mi me conmivió y conservo un pequeño recuerdo de aquel día. Una hoja de acebo del cementerio junto a unas fotos que hice allí.

    Hacía dias que no te leía. Hoy lo he hecho y vuelvo a disfrutar. Sigue.

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  2. Javier, recuerdo tu comentario, allá por el mes de octubre pasado. Buscaré esa referencia en internet y seguro que la disfrutaré.

    Hay cierta sequía en la imaginación, pero intentaré retomar las fuerzas...

    Un fuerte abrazo.

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