lunes, 30 de noviembre de 2009

De aprendices y de... ¿peregrinos?

Peregrino, casi nada. Palabra que evoca entremezcladas dulces y amargas sensaciones: determinación, confianza, esfuerzo, dolor, desánimo, Soledad, compartición, esperanza, ilusión, luz, sombras, desespero, alegría, lágrimas dulces y saladas, gozo, Plenitud... tantas y tantas experiencias, tantos recuerdos, tantas dudas, tantas decepciones, tantas alegrías... y todo para encontrarme en el mismo lugar que al principio, con todo por hacer y todo por vivir.

Siempre me cayó grande la palabra peregrino, tanto como la vieira que todo el mundo se colgaba en la mochila y yo nunca me atrevía, la guardaba en el fondo de la mochila, la sacaba cada día y la sostenía en las manos, pasaba mis dedos lentamente por sus relieves, una y otra vez, una y otra vez, y... la volvía a guardar.

No sé lo que significa peregrino, sí sé que yo no lo soy, nunca lo seré, entre otras cosas porque ni siquiera me lo propongo, no es mi meta ni mi objetivo.

A lo largo de tantos años creo que he estado en contacto con algunos Peregrinos. Peregrinos en la justa acepción del término, en la académica: personas que se desplazan a un lugar Santo, movidas por algún sentimiento parecido a la Fé, o en cumplimiento de un ofrecimiento interior, o ¡qué se yo! parecían, a mis ojos, Peregrinos.

Nunca los comprendí del todo, nunca los envidié, compartí con ellos, ayudé al que me lo pidió y al que no, aprendí muchas cosas, pero no fui nunca de su partida... no sé por qué, pero sé que no era de ellos.

Para mí, aprendiz es el que está en período de formación en alguna materia, subiendo escalones para llegar a una maestría... no me considero ni siquiera en ese estado, no es mi meta.

Pero sí sé que, con otros "tempos", seguiré por este Camino, seguiré recibiendo y ofreciendo lo que esté en mi mano, porque este es un Camino de Vida, como tantos otros, pero éste es el que yo he elegido, y en él me siento VIVO.

Gracias por la oportunidad de sacar todo ésto a la luz.

De lágrimas... dulces

"Hoy he vuelto a llorar.

Temprano, como no lo hacía desde varias semanas atrás.

Hay lágrimas dulces y lágrimas saladas. Las saladas son las que nos imponen la vida y los acontecimientos... dejémoslas estar por hoy. Las dulces son las más queridas, las que nos brotan de las emociones, las que se confunden muchas veces con la sonrisa franca, con una suerte de felicidad.

A esas me refiero hoy. He vuelto a ver caras agradecidas, sonrientes, rostros de personas que se despiden del Camino, que han llegado a su meta, que vuelven a sus hogares, llenos, felices, nostalgicos.

Al despedirles en la puerta, todos teníamos lágrimas dulces en el rostro, y no importaba que nos surcaran hasta la barbilla... un abrazo, una mirada, alzar las manos y un Buen Camino en la boca y en el alma.

Hoy he vuelto a llorar dulce, lo necesitaba, ¡Dios! cómo lo extrañaba.

Desde donde se ve el fin de la tierra, espero llorar así todos los días."

domingo, 29 de noviembre de 2009

Desde la Zona 0

De viejos papeles extraviados, nunca olvidados, asoma este grito desgarrado:

Ya iba siendo hora de volver, de ver con nuestros propios ojos lo que nuestra alma presentía, de acercarnos a lo que puede que nunca vuelva a ser igual... y para allá que nos fuimos esta magnífica mañana de primavera (en febrero).

Y lo que vimos es lo que imaginábamos, lo que recordábamos: un valle magnífico y fértil, una tierra tranquila y en paz, unas carreteras solitarias y acogedoras, un pueblo intrépido y valiente sobre su loma, unas calles evocadoras y limpias, unas puertas nuevas y viejas que hacían presentir la vida interior de las casas... y un presentimiento doloroso de soledad, de abandono por parte de todos.

La primera sorpresa fue no encontrar el letrero que nos emocionó allá por el 2004 cuando caminamos por estas tierras, y que presumía de hermanamiento entre este aguerrido y orgullos pueblo (Artieda) y el muy lejano y querido pueblo de Chiapas. Los contenedores modernos del reciclaje no han debido de dejar espacio para aquél grito silencioso y lo han debido de desplazar quién sabe dónde.

La iglesia y el Albergue siguen en su sitio, aquélla y éste cerrados a cal y canto, sin sorpresas. Luego un paseo por las calles solitarias, y un elegante y artístico tropezón o leñazo que da con mis cansados huesos en medio de la calle principal, eso si, sin soltar la máquina de fotos ni sacar la mano derecha del bolsillo, así, sin previo aviso. El incidente se salva con una rodilla escocida y un siete de considerables dimensiones en el pantalón de los domingos, ¡vaya sea por Dios!

Luego buscamos testimonios de la batalla y algunos encontramos, y fuertes. Fotografiamos desde la parte superior del pueblo el valle que se pretende inundar, y la cola del pantano que se quiere traer hasta aquí mismo, ¡pena da!

No hay con quien hablar ni con quien contrastar nada, así que, una vez fotografiadas las pancartas recogidas de la última movida, nos dirigimos hacia Ruesta, bastión de la CGT y territorio liberado, de gratos recuerdos, y una víctima más de lo que se pretende hacer. Allí aprovechamops para inmortalizar unos cuantos grafittis gloriosos y únicos , testimonio de una rebeldía con causa, fiera e indomable.

Y volvemos a casa dando un rodeo por Sangüesa, otra posible víctima de esta sinrazón (esperemos que no).

La sensación es de soledad, de cierta tristeza, pero de belleza natural, de recursos abundantes pero mal administrados, de alguna decandencia , de un camino que se pierde irremediablemente, amenazado una y mil veces, y que parece que ahora sí que se nos va.

Por si sirve de algo, ahí nos quedan unas pocas escenas de lo que hay, de lo que no se sabe cuánto tiempo estará, pero que nunca, NUNCA, debería desaparecer.

¡¡¡ YESA NO !!! ¡¡¡ SALVEMOS EL CAMINO !!!





viernes, 27 de noviembre de 2009

La palabra es MAGIA (y libertad)...

De viejos papeles extraviados, nunca olvidados, aflora este recuerdo con palabras y... ¿magia?

El año pasado, sirviendo en Grañón, tuve la gran suerte, en una tarde especial por dura y por ingrata, de atender a dos mujeres jóvenes y bellísimas. Eran italianas. Estaban tristes, como yo en ese momento. Y me salió la vena de hospitalero y me fui a por ellas.

Las dos mujeres demostraban una sensibilidad poco común, unas maneras amables y melancólicas que me prepararon para lo que se veía como un trabajo complicado: intentar poner un poco de ilusión en esa pareja.

No suelo ser muy fino en algunas cuestiones, pero quizá es que no me interesan lo más mínimo. Por tanto, ni me enteré de su condición de pareja real hasta que una de ellas, la más triste, me lo dijo. Seguimos hablando como si nada, no le di ninguna importancia, pero me hizo mucho bien ver a dos personas distintas, que vivían con toda la dignidad del mundo su sexualidad, y que no tenían ningún reparo en hablar de ello con alguien extraño. También me hablaron de su religión: budista.

Su camino estaba siendo dificil, no encontraban la magia que esperaban... y allí encontré campo abonado para desplegar mi iniciativa. Les aseguré que deberían dejar de buscar, que entonces hallarían. Les conté mi célebre frase de: "Fijáos bien en todo lo vivido hasta hoy. Cada día, deberíais encontrar algo bueno, algo malo y tomar una decisión importante".

Eso tan simple les sirvió para que se pusieran a reflexionar y a repasar lo ya vivido y... ¡albricias! había más cosas buenas de las que creían. Limpiados los recelos, cambiado el aire de la tarde, una de ellas me pidió que les explicara la magia el Camino. Yo no tuve inconveniente, pero les dije que la magia era personal, no se podía compartir, pero que existía, vaya si existía, no había más que vernos a nosotros tres hablando de ella sentados en la hierba , a la puerta del Hospital de Peregrinos, en dos idiomas diferentes, mirándonos a los ojos, y cambiando la nube de nuestra frente por chispazos de alegría y de complicidad.

Todo había cambiado para ellas, ya veían luz por todas partes. Esa fue la magia de aquél día. Me propusieron que si no tenía inconveniente en hablar a un micrófono mientras que una de ellas grababa todo con una cámara grande, mucho más que las habituales de mano.

Sin problemas... allí estuvimos hablando, en silencio, riendo, mirándonos, un buen rato. La tarde acabó subiendo a la torre y viendo la maravillosa puesta de sol que nos regaló el Camino. Ya había aparecido la magia, ya había motivos para seguir, ya el día para mí había tenido sentido... y había que verlas, cogidas de la mano, yo pasando un brazo sobre los hombros de cada una de ellas, incapaces de movernos de la torre hasta que la oscuridad fue total.

Quizá fueran ellas, quizá en ese video me pueda ver algún día y me sentiré bien por haber participado en esa aventura, lo que si sé es que ellas fueron felices allí, yo fui más feliz aún, y eso es Camino, no es circo.

Buen Camino, a todos.

Pd.- Meses después recibí este correo. Eran ellas:

Estas son sus palabras:

ogni giorno penso a te e a quello che mi hai detto
credo che il significato di tutto quelo che e' successo si chiarira'
nel tempo, molto tempo
io e cristina stiamo ancora pensando a come raccontarti tutto e
rispondere cosi' alle tue domande. soprattutto, vorremmo usare questa
comprensione anche nel nostro documentario
ogni giorno incontro persone nuove, a a tutte chiedo di te e di grenon.
tutti si ricordano di voi, con lo stesso amore che hanno ricevuto
ti voglio bene
a presto

Misión Cumplida.

jueves, 26 de noviembre de 2009

De confesiones a media voz...

¿Llegó el momento de las confesiones? Quizá sea bueno abrir las cataratas del alma y confesar a viva voz que todos tenemos momentos... digamos delicados. Y algunos más que otros.

En fin, ahí va uno mío... y de los gordos (no se lo digáis a nadie, por favor).

Fue en los tiempos de la invención del Xacobeo, me tiré una semana con el Sr. Fraga (Dios le guarde muchos años... ¡más!) delante y detrás, todo el día con la caravana abriendo paso, motorista, séquito, etc. coincidiendo todos los días del Señor. Por lo visto, aquél año le dió al Sr. Presidente por inaugurar albergues, uno cada día, a la hora de la siesta, invariablemente se presentaba en la ruta, se dirigía tambaleante hacia el Albergue de turno con todo el séquito sudando y echando el bofe detrás, tiraba de la cuerda que destapaba la bandera de España y la de Galicia y aparecía una plaquita conmemorativa, dirigía unas ininteligibles palabras a los diez o doce congregados y, con la misma celeridad y al mismo paso que invitaba a echarle una mano porque parecía que iba a dar un tumbo, aunque nadie se atrevió jamás a rozarle, se largaba con las sirenas de los motoristas abriendo paso a toda velocidad.

La visita no duraba más de tres minutos cada día, pero allí quedaba, impecable, blanco y azul, reluciente y brillante el nuevo Albergue del pueblo, y los peregrinos... pues a disfrutarlo, que era una nueva experiencia nunca soñada en el Camino de Santiago.

Ese día me pilló en Ribadiso. La visita se prolongó por lo menos dos minutos más, tiempo que empleó el Sr. Presidente en volar a trompicones, como siempre, de las cocinas a las cuadras, y de allí a los aseos... y corriendo, una vez más a los coches.

Pero ese día era especial, el Albergue era una joya, con sus prados bien segados, su puentecito, sus escaleras que daban al río, y sus vaquitas mirando con sus ojazos asombrados a los saltimbanquis que nos lanzamos como buitres al agua y nos dejamos arrastrar entre grandes aspavientos hasta la sombra del puente, para retornar de nuevo a las escaleras sin solución de continuidad.

Aquél día era mi santo y, uno de los compañeros de caminata había tenido el santo valor de adquirir en Arzúa una botella de brebaje de hierbas y transportarla a lomos de su mochila para celebrar el evento.

La cena la improvisaron unas chiquillas italianas: spaghetti al pesto, mucho pesto y mucho spaghetti... y nada más ni nada menos.

Lo que siguió fue una velada a la luz de la luna, al borde del río, alejados de los dormitorios para no molestar a nadie, donde se repasaron todos los registros sentimentales, desde "Torna a Sorrento" a "Negra sombra" pasando por las joticas del "Cura de Villalpando y sus famosos ...", nada quedó sin cantar, sin desentrañar, nadie se quedó sin su ración de risas y de lágrimas por el pronto fin del Camino, por los momentos vividos y por los que vendrían después.

Uno a uno, como en la canción del maestro Sabina, los compañeros se fueron retirando... y allí me quedé, sentado a horcajadas, con la botella cogida con las dos manos (la de hierbas), junto a la corriente del río, bajo la luz de la luna... (snif, snif, snif), desolado, encantado, hecho polvo, radiante de felicidad, solito como vine al mundo... con mi regalada botella...

Como comprenderéis sólo cabía hacer una cosa: hasta el fondo. No sé lo que tardé, sólo sé que no me pude levantarcuando lo intenté... Cap problema, a gatas, tranquilamente, recorrí los cien metros más o menos que me separaban de los lavabos, hice mis cositas, y de la misma guisa, tranquilo, sin un fallo ni un resbalón me planté ante la ventana del dormitorio, a la sazón abierto de par en par por la calorina, y ni corto ni perezoso me colé por la misma yendo a dar, casualidades del destino, a la parte alta de una litera, vacía, por supuesto.

No recuerdo nada más. Sólo despertarme aterido de frío, de amanecida, sin haber hecho ni un solo ruido, pero muy lejos de la que debería haber sido mi cama y mi mochila con el saco.

Por supuesto no tenía ni la menor idea de dónde me encontraba, si en la mili en el Campamento de San Pedro o en el tipi de Marcel en La Faba, ni idea.

El día siguiente fue corto, muy corto, pero se me hizo largo, muuuuuy largo.

Estas cosas pasan, a veces, cuando uno es malo y no hace las cosas bien, pero ¿quién no se perdonaría después de tantos días de fatigas, a las puertas de Compostela, una noche de verano al borde del Iso, bajo la espléndida luna llena...?

Yo me perdoné... y confío en que algunos de vosotros me disculpéis.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

De las botas sin número, que sirven a todo el mundo...

"... Son pequeñas, aparentemente iguales a todas las demás botas, pero son especiales, ya han ido a Santiago más de siete veces... calzando pies diferentes.

Llegaron a mí un mes de Octubre, lluvioso, frío, desapacible, pero traían vida, luz y esperanza con ellas, y mucha ilusión. La primera vez que las vi estaban empapadas de luvia y barro, y la persona que las calzaba no podía dar un paso más. Estababa derrotada física y anímicamente, su Camino no daba más de sí... y allí se quedaron, junto a mí. Ella había encontrado lo que buscaba, no iba a seguir más allá, y quiso que sus botas quedaran allá conmigo, en el Páramo, esperando a quien pudiera necesitarlas, a quien las llevara hasta Santiago, o a esperarla si algún día la vida la volvía a traer al mundo de la ilusión que se había forjado...

...Las guardé en el armario de mi casa y no tardaron en salir a la luz. Ella había roto sus botas de toda la vida, unas botas que la habían acompañado en sus trabajos en favor de los desvalidos en medio mundo: Vietnam, Sudán, Sahara... la suela no pudo más y se partió literalmente por la mitad. Así no podía seguir. Le hablé de mis botas guardadas, quizá podrían ayudarla a continuar...

...Se las probó. Como un guante, nunca se había sentido mejor. Le dije que las llevara a Santiago, ese sería el fin de su viaje, pero le rogué que, una vez terminado su Camino, me las devolviera, eran muy especiales para mí. En prueba de compromiso me dejó las suyas, las rotas, con mi compromiso de guardarselas hasta su vuelta.

No volvió, pero volvieron las botas en un paquete desde Santiago, quince días después. Venían con una carta de agradecimiento, con un beso marcado con carmín junto a la firma y con la alegría inmensa de haber culminado su Camino con el mejor calzado que había experimentado en su vida. Le devolví las suyas por correo y le agradecí haberme devuelto las mías.

Una vez, una preciosa mexicana llegó a casa. Era estudiante de baile en Madrid y sus piés, muy delicados, ya no podían más: estaban llenos de llagas y de heridas. La curé lo mejor que pude y ella se quedó un par de días descansando. Me regaló con su alegría y con sus dotes culinarias: cocinó guacamole, pollo con diferentes clases de mole, enchiladas, y lo celebramos bien con blanca tequila. Cuando iba a partir comprobó con horror que no podía calzarse sus botas, no le entraban los pies en ellas...

Y recurrimos a las botas sin número. Como la seda, decía sentirse como descalza, liviana como una pluma... Llegaron a Santiago, ni un problema más con los pies. Me las devolvió con las palabras más bellas y agradecidas que nunca me ha dirigido alquien a quien conocí tan poco...

La siguiente vez salieron de casa en los pies de una mujer con los ojos muy oscuros, de más allá del mar. Esa vez el viaje fue un poco más azaroso, pero volvieron al armario, una vez cumplido su destino. Lo que estuvo a punto de romper algo bonito no llegó a hacerlo... y hoy ambos presumimos de nuestro afecto y cariño.

Y así una y otra vez. Han ido y vuelto, han acompañado a mujeres de más de seis países diferentes... y han vuelto, y están aquí, cerca de mí, bien guardadas, esperando a quien las necesite, pues para ella son."

Pd.- ...nunca, nunca dejes de jugar con tu niña, contigo misma, si alimentáramos más a nuestro niño interior las cosas serían más sencillas, más claras. Debemos dedicar más tiempo a jugar con nuestro niño, a oírle y a permitirle acompañarnos...

...incluso al País de Nunca Jamás, a la tierra de los Niños Sin Nombre, a ese mundo que, si alguna vez hemos sido capaces de imaginarlo, no cabe duda alguna de que existe en algún lugar, aunque sea en nuestro interior, y hacia allí quizá nos lleven las botas sin número que sirven a todo el mundo...

...bañémonos pues en el polvillo mágico de Campanilla y: Si acaso quieres volar, piensa en algo encantador, como aquélla Navidad en que viste al despertar juguetes de cristal... volarás, volarás, volarás...

No me he resistido la tentación y acabo de sacar de nuevo las botas mágicas, y... hasta me atrevería a decir que brillan un poco... más.

martes, 24 de noviembre de 2009

Allende Santiago... hacia el Finis Terrae

Si el viento hubiera soplado en otra dirección... yo estaría ahora sentado al pie del crucero, con la taza de café en la mano, con los rayos del último sol de la tarde deslumbrando mis ojos, esperando a quien se descolgara por allí, pensando en la cena que tendría que preparar, dejándome llenar los pulmones del aire húmedo y fresco de poniente, como cada tarde...

Pero el viento sopla para donde sopla, y aunque nos cueste mucho entender que las cosas pasan como pasan, solo tenemos que esperar, callada, serenamente... Pronto entenderemos que el viento sopla siempre para donde debe, que sólo debemos dejarnos llevar dulcemente por él hacia el siguiente destino, que las cosas pasan como pasan porque así es como deben pasar.

La ajada libreta que el viejo capitán con cansado pero joven corazón extravió en mi mesa, me ha servido hoy para trasladarme a aquél bendito lugar, al pie del crucero...

"Muchas vidas después, el cansado caminante habría de recordar, sentado junto al viejo crucero de piedra, la primera vez que vio morir al sol, naufragando en el horizonte.

Y recordó sus años vividos en el extremo del mundo, allá sobre el monte del cabo, cuando veía a diario salir el sol, nacer el día, sobre el sagrado y misterioso monte Pindo, mientras recorría lentamente la circunferencia que rodeaba el Ara Solis.

Esta ceremonia de salutación la repetía invariablemente cada mañana, antes de que el cielo empezara a clarear, preparando la llegada del dios sol que habría de cobijar con su aliento a la tierra, fecundándola de vida.

La realizaba a la puerta de la cueva, delante de los círculos grabados en el duro gtranito, huellas de los que le precedieron y salutaciones al astro rey, junto a los dibujos de grandes peces, aquellos grandes peces que periodicamente se acercaban a estas costas para ser fecundados.

Desde esta atalaya podía contemplar, junto a las Islas Lobeiras, dos pequeños promontorios que semejaban los lomos de dos "bois" que traían a su memoria la leyenda que decía que, un héroe troyano que habitaba en Duyo, se salvó del incendio que destruyó la ciudad lanzándose al mar a lomos de un buey. Ël consiguió salvarse, pero el buey se ahogó y quedó petrificado en el mismo lugar, conocido desde entonces como "os bois", saliendo él mismo del agua con su capa cubierta de esas conchas que sólo se dan en estos mares: las vieiras.

Y recordó cómo, muchos sigos después, un extraño hombre venido de Oriente, un tal Santiago, destruyó con sus propias manos el Ara Solis, para sustituir su significado solar por una nueva religión en la que el sol se personificaba en un Hijo de Dios nacido de una virgen.

Y así se olvidaron los ritos de fecundidad que llevaban a habitantes de toda la región a yacer por parejas sobre un gran lecho de piedra para conseguir descendencia.

Y poco a poco se fue perdiendo el recuerdo remoto de las epopeyas griegas que relataban cómo el sol se introdujo en una copa dorada para navegar por el océano, hasta llegar a la casa en la que pasaba la oscura noche. Sólo quedó de ello el vestigio del cáliz en el escudo de Galicia, del que tomó su nombre. Ya se encargó la nueva religión de tomar los símbolos y transformarlos en Eucaristía, bendita labor que, lejos de suprimir la tradición, la usó para traerla viva hasta estos agitados tiempos.

Y recordó lo que afirman las viejas crónicas: "El ocaso es, por antonomasia, Fisterra, en Galicia, y hacia allá salieron los iberos, con determinación de seguir el sol hasta el ocaso, y llegando hasta los últimos fines de la tierra, de donde no podían pasar, le erigieron al sol un templo donde ahora está Santa María de las Areas de Finisterre"

Y aquéllo que nació como una celebración solar a la vida, con el devenir de los tiempos, dió en lo que muchos siglos después sería un camino hacia la celebración de la muerte, a la veneración de un sepulcro, y al gozo oculto de una resurrección diaria, a un camino de intercambio, de conocimiento, de realización y de salvación que, más vital que nunca, recorren aún seres humanos de todas las procedencias, de todas las culturas, movidos por el mismo impulso: más allá, más lejos.

Mas esa es otra historia que, con ayuda de la vida, el cansado caminante intentará compartir más adelante.

Al pie del crucero, desde el fin de la tierra, oyendo tañer en la lejanía unas melancólicas campanas que anuncian la partida de un hermano hacia su última etapa. ULTREIA"


lunes, 23 de noviembre de 2009

De hace mucho... muy lejos...

Me siento un poco raro.

Es la primera vez, en los últimos cuatro años que no ocupo mi lugar por estas fechas de Marzo-Abril en un reducto de paz, de calma y de tranquilidad allá en Galicia, de cara al Fin de la Tierra, atendiendo y compartiendo con los que van y los que vuelven, con los que se acercan por primera y breve vez el Camino y los que están a punto de culminar su aventura, su largo y acariciado sueño de ser ellos mismos y de caminar con el viento en la cara, sin más objetivo que ver apagarse el Sol en los confines de la tierra conocida, allá donde comienza el reino de las tinieblas y de lo imaginado...

Otros vientos nos llevan a otros horizontes, nada permanece más de lo que debe permanecer, y el trabajo realizado pasa a ser una semilla que echará raíces en nuestra fecunda tierra interior y, algún día, se convertirá en maduros frutos para saborear cuando las manos ya tiemblen y no queden fuerzas más que para recordar.

Acabo de recibir un correo de dos personas que compartieron conmigo hace un año, en aquél lugar, aire, tiempo, mesa e ilusiones. Me han recordado y me lo han hecho saber enviando una fotografía en la que tres personas desconocidas se pasan el brazo por el hombro, sonríen satisfechos y se muestran... felices de ser y de estar.

Todo ello me ha hecho evocar aquél día en el que conocí un remoto y soñado lugar que se transformaría, a lo largo de los años, en un hogar y en un taller donde labrar el carácter y los sueños...

...Un viejo joven capitán se olvidó una ajada libreta en mi casa. De ella a veces me alimento, y con ella lloro y río. Hoy la abrí y me encontré su visión del albergue de San Roque, en Corcubión, allá hacia el Fisterra...

...No fue un día fácil. Muchas emociones, un barrunto de final, temas que se resuelven y temas que se enredan... no fue un día fácil.

Tras una buena caminata por carretera, se llega a Hospital. Habíamos dejado Olveiroa con un sol radiante y tuvimos que caminar pr el arcén, ya que uno de los puentes estaba destruído por las recientes lluvias.

Camino arriba, asoma, diminuta, la imagen de una pequeña casita blanca a la sombra triste de las chimeneas de una industria química que ensucia con sus desechos y su acre humareda el cielo y la tierra de este lugar remoto de la Galicia profunda.

Uno de mis compañeros tuvo una frase brillante: "Me pareció ver un lindo barecito". Luego de unas risas, yo le aseguré que no sólo había un lindo barecito sino incluso un lindo gatito. Así era, el gato siamés y la perrilla nos esperaban en la puerta para darnos una cariñosa bienvenida.

Luego de reponer fuerzas, campo a través por sendas de cortafuegos, camino adelante, la presencia radiante, increíble, magnífica, del mar, sí el mar, el punto y final o el punto y seguido de nuestro Camino.

Emoción a tope, lágrimas en los ojos, soledad, silencio, intimidad, una vez más la meta al alcance de los pies y el alma a punto de estallar de la mezcla de sensaciones.

Bajada vertiginosa hasta la orilla de Cee, comida abundante e inesperada camino de Corcubión y búsqueda de un albergue nuevo, un albergue recién inaugurado que nos depararía un ramillete de maravillas inesperadas.

Atravesando Corcubión nos saluda una señora amablemente, Josefa, a secas. Nos indica que vive cerca del Albergue y que nos acompañará, si se lo permitimos (además) para evitarnos una buena vuelta por la carretera. Le agradecemos el gesto y quedamos en volver a visitarla en breve, cando Dios quiera.

Y allí aparece, en la noche, en medio de un vendaval formidable el albergue de San Roque, en un alto sobre la villa de Corcubión.

Ya desde la puerta aquello pinta bien. Un personaje amable, sonriente, inhabitual, pero magnífico no recibe: Ole. Si, Ole, expresión tan española, corresponde al nombre de este hombre noruego que se encarga del Albergue. Es difícil retratar a Ole: paz, serenidad, amabilidad, confianza... quizá algo de esto, pero mucho más: LUZ.

En una sala decorada con magníficas fotografías del Camino y sus gentes, una mesa bien ordenada, allí nos sella las credenciales con los dos sellos de la casa: el de ida y el de vuelta.

En una esquina de la Sala, un pequeño altar lleno de piedras manchadas de chapapote, de pequeñas maderas extraídas de la mar, conchas, y todo tipo de pequeños objetos dejados por el océano en las playas.

Ole nos indica las normas del establecimiento: Anarquía y Amor.

Suena bien. En una sala adjunta, un comedor para la cena y una hermosa chimenea recien encendida. Nos sentamos los tres al amor de la lumbre, muy cerca unos de otros, sobre las mantas que nos hemos bajado, en el mismo suelo, y empieza a fluir entre todos esa línea de armonía, de paz, que sólo se percibe en determinados lugares.

La velada transcurre con buena música, Ole haciendo juegos de cartas con varios peregrinos sobre la mesa, dos más dándose un masaje en los hombros y la espalda a nuestro lado, una peregrina canadiense sentada, metiendo los pies literalmente en el fuego; todo es tranquilidad, todo es paz.

Miradas cómplices, resumen de días de convivencia y de vida en común, unas cervezas traídas del Club próximo, a precio de Club, por la más intrépida de nosotros, por nuestra hada particular, la rubia anfibia. Y un pote de mate ofrecido a cada uno de nosotros por nuestro anfitrión: Ole.

Todo eso y algo más, la sensación de estar en un hogar, el calor del cariño, de la sencillez, de la amistad, de la libertad, dispensada por esta gran persona: hijo predilecto de Galicia, peregrino convertido en limpiador de playas y para siempre, creo, enamorado de nuestra Costa da Morte.

Gracias, amigo, tu huella es impagable, ya forma parte de nosotros, de nuestros caminos.

Pd.- No sé si volveré ni cuándo volveré... pero aquél lugar forma parte de mis moradas interiores, y yo, de alguna manera, formo una ínfima parte de él.

P1070538

miércoles, 18 de noviembre de 2009

De vuelos, miradas, repeticiones y ... ¿sumar?

Mirada de Dragón

Aunque los dragones saben mucho, siempre tienen una mirada llena de asombro. Se asombran de las cosas que no conocen y de las cosas que conocen. A todo lo que conocen lo miran con ojos nuevos cada día y, si la mirada es nueva, las cosas son diferentes. Entonces se sorprenden de que haya tantas cosas nuevas en el mundo y les parece hermoso conocerlas.

—¡Qué hermosa flor! —dice un dragón negro.

—¡Muy hermosa! —contesta otro—. Es parecida a la que estaba ayer en este lugar.

—Sí, pero la que vimos ayer era cuando el sol estaba alto; ésta, con un sol de atardecer, me parece más hermosa.

—¡Qué hermosa flor! —dice el mismo dragón al amanecer del día siguiente.

—Sí —contesta el otro—. Muy parecida a otra que ya vimos. Pero con los rayos del sol del amanecer ésta es más linda.

Y vuelan hasta las montañas más altas, ésas donde las nieves están desde el primer día del mundo, contentos por haber descubierto una flor nueva.

Entonces un dragón le dice al otro:

—¡Qué hermosa montaña! ¡Tiene toda la nieve del universo!

Y los dos sobrevuelan en grandes círculos el pico de esa montaña que acaban de descubrir y que ya sobrevolaron mil veces.

Gustavo Roldán.

Este precioso cuento del cuentista argentino me sirve para reflexionar sobre lo grandioso, lo especial de ver las mismas cosas una y otra vez con ojos diferentes, con ilusión y expectativas diferentes ...

Algo así me sucede cada vez que pienso en nuestro Camino, mi Camino.

Aparentemente no tiene sentido caminar una y otra vez por terreno conocido (¿conocido? si, si ...), en volver a pisar los mismos caminos una y otra vez, en repetir paradas y etapas, paisajes y pueblos, una y otra vez, una y otra vez ...

Pero es que no es así. Es que no es lo mismo nunca. Es que los nombres de los lugares permanecen, pero los días no son los mismos, yo no soy el mismo nunca, la luz que llega a mis ojos nunca es la misma, sólo se parece ... a veces.

Muchos amigos me hablan de otros caminos, Norte, Primitivo, Plata, Mudéjar, Lana ... y mil más que se nos ocurran. Mi Camino es el Francés, amo a este Camino, y no me veo en otro.

Pero es que yo, como los dragones, no veo nunca lo mismo, es que para mí siempre cada día es diferente, como en lo que muchos llaman la vida normal (como si caminar fuera anormal) a mi me gusta sumar, sólo sumar. Es que como dice Fito, no se restar, ni quiero aprender nunca.

Por eso vuelvo, y estoy, y vuelvo, y ... y siempre es diferente, siempre hay algo que aprender, algo que repetir, algo que dar, algo que sumar ...

martes, 17 de noviembre de 2009

Su primera vez...

El Caminante había desembarcado en Burgos sin saber ni bien ni mal lo que estaba haciendo.

Mucho tiempo antes, allá en Compostela, le habían atraído aquellos seres con mochila, aspecto desgarbado y descuidado, pero con un brillo especial en la mirada, una luz en los semblantes que nunca antes había visto.

¿Quiénes eran? se preguntaba uno y otro día. ¿Qué les traía?

En cuanto tuvo ocasión se acercó a alguno de ellos y entabló una entrecortada conversación dada la dificultad de idiomas diferentes, y se fue prendando poco a poco de la paz, de la calma, de la alegría que se traslucían en sus palabras apenas entendidas, en sus actitudes, en sus rostros. "Algún día yo tengo que probar esto" se prometió a sí mismo.

Y allí estaba, descendiendo del autobús en el centro de Burgos, cargando su mochila, agarrando fuertemente su pequeño bastón de tantas caminatas por Guadarrama, y con el miedo, la esperanza, la ansiedad reflejados en su inquieta mirada.

No sabía nada de lo que le esperaba, no tenía ni idea de lo que hacer, sólo sabía que debía caminar hacia el Oeste, allá donde el sol se ponía cada día.

Se quitó la goma que sujetaba su largo cabello, sonrió al notar el cosquilleo del aire en su nuca y hacia allá partió, sin más.

Nada más salir de Burgos, fue despojándose de ropa, ya no soportaba los pantalones largos, el calor apretaba, era mediodía, y siguió las indicaciones de la carretera que mandaban para León. Asfalto, arcén, paso a nivel, polígono industrial, ¿será ésto lo que me espera?, flaqueó a la primera...

Al dejar la ciudad, en la primera curva frente a Villalvilla, un coche a gran velocidad se precipitó hacia él obligándole a lanzarse fuera del arcén. Primer sobresalto, ¿esto va a ser así siempre?, más vale que no...

Y se enfrentó a Tardajos, y pasó a Rabé. A la salida, se encontró con una pequeña ermita al pie de lo que, por primera vez, parecía un camino, ¿será éste, por fin, el Camino?

Al otro lado de la ermita, frente al cementerio, un majestuoso chopo le invitó a descansar. El aire olía a estío, a acequia corriente, un poco a polvo, a tomillo pisado. Unos minutos de descanso y una invitación a lo que le esperaba allí, pacientemente, desde hacía muchos siglos.

Repuesto, encaró la llanura siguiendo unas indicaciones oxidadas en las que se leía: "Chemin de St. Jacques". Eran sus primeros pasos en algo que influiría decisivamente en su vida.

Tras varios kilómetros de sol y llanura, siguiendo el camino de blanca y fina arena que destacaba entre los campos de cereal, cuando su ánimo empezaba a flaquear, se encontró en lo alto de una cuesta que bajaba cigzagueante hacia la llanura, otra llanura, con la visión reconfortante de un pequeño pueblo a lo lejos.

La enfrentó con el ánimo renovado, hasta que descubrió algo impensable para él, pero que nunca más dejaría de abandonarle: que las cuestas abajo, con las piernas cansadas, duelen más que las cuestas arriba.

La bajada no fue sencilla, empleó todos los trucos de caminante: bajar de lado a lado, pisar antes con los talones que con la puntera, etc. Era su primera dificultad seria en este camino y llegó dolorido y sorprendido al final de la cuesta.

Mucho tiempo después le dirían que, en aquel paraje llamado Cuesta de Matamulos, ocurrió un lamentable suceso en el que una reata de mulos fue asaltada y sus conductores degollados allí mismo. Algo no saludable quedaba en el ambiente, y el caminante lo percibió claramente. Apretó los dientes y continuó lo más aprisa que pudo hasta alcanzar el pueblo: Hornillos del Camino. Allí le esperaba alguna sorpresa no imaginada...

domingo, 15 de noviembre de 2009

De amigos, conocidos y... coincidentes

Se habla mucho sobre la amistad, los conocimientos que se traban, el buen ambiente que rodea a los caminantes. Es bueno que se hable, generalmente mucho y bien, de aquéllas personas que conocimos brevemente, a veces intensamente, uno o varios días, y que se convirtieron en una parte muy importante de nuestro Camino.

En muchas ocasiones, estos encuentros fueron ocasionales: un café aquélla mañana, unas palabras de aliento en un día difícil, una ayuda inesperada y salvadora cuando hacía falta agua, un Kleenex o un imperdible en medio del campo, un consejo ante la duda a la hora de orientarse, a veces sólo una mirada y una sonrisa fugaces en una parada.

Pero, muchas otras veces, muchas, se establecen entre peregrinos absolutamente diversos unos lazos fuertes, muy fuertes, que no se deshacen al finalizar el Camino, que se cuidan, se miman, se riegan y se abonan y terminan floreciendo en uniones que duran meses, años, y que en ocasiones se convierten en soportes anímicos para nuestras vidas.

Lo curioso es que muchas veces estos lazos se establecen entre personas muy diferentes en aspecto, edad, condiciones, que se unen voluntades que en otro marco sería muy difícil que ocurrieran ya que nuestras corazas, nuestras barreras de protección para la vida cotidiana se ven más debilitadas, más frágiles en el Camino.

Esta situación es muy común, más de lo que muchas veces nos imaginamos, pero tiende a idealizar unas circunstancias que luego no resisten en muchos casos la confrontación con lo cotidiano y acaban por diluírse en los recuerdos, dorados, pero recuerdos y alguna que otra decepción.

Por tanto, nada nuevo, el Camino es como la vida misma, pero vivida en otro marco, más intenso, más concentrado: caminemos pues con la mente abierta, con el alma en la mano, dispuestos a recibir y regalar amistad, sabiendo que lo que nos está pasando en ese momento es único y nunca va a volver a ser igual. Mejoremos, por tanto todo lo que nos sirva y dejemos en su lugar, tranquila, conscientemente, todo lo que no sean más que contactos, conocimientos, recuerdos, momentos. Y reguemos cada día nuestra parcela de amistades profundas, duraderas, sinceras, libres, son nuestro tesoro.

En el entorno del Camino tengo hoy repartida la mayor parte de mi tesoro: mis amigos.

viernes, 13 de noviembre de 2009

De botas nuevas... y menos nuevas

Estoy de estreno. Vaya, qué estado de excitación, si señor. Acabo de comprarme mis nuevas botas, esas que me acompañarán los próximos tres o cuatro mil kilómetros, las que evejecerán conmigo, las que se llenarán de polvo (con perdón), de barro, de caca de vaca, de purines... esas que dentro de poco no volverán a lucir los emblemas de WATERPROOF, HITEC, y otras lindezas que las hacen ¡tan, pero tan bonitas!...

Y es que todo llega a su fin. Mis queridas botas Adidas, las que me sacaron del ostracismo cuando creía que nunca más volvería a los caminos, esas en las que no creía cuando las estrené, que me hacían parecer tan pijo, tan fisnas ellas, con sus suelas galácticas llenas de taquitos de colores, con sus apliques reflectantes tan espectaculares que me hacían visible aún cuando yo no quisiera ser tan visible, tan blanditas, tan calentitas y amorosas, esas que me han acompañado tanto y tan lejos, esas se merecen un descanso, si, ha llegado la hora del relevo, pero no del abandono.

En el salón de casa acabo de presentarle a mis nuevas compañeras. Antes he limpiado las viejas, llenas de barro aún de los caminos del Baztán, de las cumbres de Belate y de los fangales de Dantzarinea. No quería que se sintieran en inferioridad, ahora que lo nuevo arrasa y que los viejos no estamos de moda. Y las he puesto allí, unas al lado de las otras, con todo el respeto del mundo, y me he alejado unos pasos, con discreción.

He afinado el oído y, pasados unos primeros segundos de recelo, he visto cómo se han mirado, desconfiadas las viejas, por encima del hombro las nuevas, exultantes de belleza y de tecnología, las muy orgullosas no reconocen que las anteriores también fueron nuevas una vez, también epataron con su sola presencia, ya aprenderán, los caminos se encargarán de ponerlas en el lugar que todos ocupamos tarde o temprano, en nuestro lugar.

Así han estado durante un buen rato, mirándose de reojo. "¿Qué se habrán creído estas niñatas?- rezongaban las Adidas-. Ya se le bajarán los humos, no saben lo que las espera: piedras, hielo, barro, grava y asfalto, mucho asfalto, cada vez más asfalto. Ya hablaremos dentro de unos años, a ver si son capaces de llegar a nuestra edad con el mismo estilazo que nosotras. ¡Ay! si no fuera por estas arrugas, qué digo arrugas, por estas rajillas insignificantes que llevamos por todas partes. Es que ya no hay fidelidad como antes, total porque le entra agua, ¿y qué? así vamos más frescas, que se han vuelto unos blandos..."

Mientras tanto, las flamantes, las brillantes, las jóvenes y desafiantes Hi-TEC, miran de reojo, como no queriendo saber nada. Saben de su fuerza, saben que la juventud arrasa, pero lo que no saben es que esa es una enfermedad que se cura irremisiblemente con el tiempo.

Así ha transcurrido un rato, y yo, no queriendo ser testigo de este enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo, me he ido a terminar de fregar los platos y la cocina que es una actividad menos gratificante, pero que me relaja en mis tiempos de descanso, entre destino y destino.

Cuando, al rato, una vez más limpio el fregadero que los chorros del oro, he vuelto al saloncito, me ha parecido escuchar un rumor suave de conversación. Intrigado, pego la oreja y me parece distinguir una voz grave, profunda, pausada alternando con unas risas infantiles. Miro con cuidado y me encuentro a los dos pares de pendones enzarzadas en animada conversación.

Ya estaban las Adidas contando la pinta que tenían hace una semana cuando aumentaban su tamaño al triple embadurnadas en ese barrillo que tanto nos gusta a los caminantes, si, ese que nos hace parecer trolls y que nos pega a la tierra. Y las muy inconscientes de las HI-TEC partiéndose el alma de risa. Y luego repasaron aquélla vez que hubo que remangarse para meterse hasta los mismísimos corvejones, que creo que así se llama la parte inmediatamente colindante con el inferior del tronco, allá donde la espalda pierde su casto nombre, vamos hasta el mismísimo CULO (Ave María Purísima), para atravesar la laguna Estigia que me esperaba pasada Calzadilla de los Hermanillos...

Y allí las he dejado, enrolladas, he cerrado discretamente la puerta y me he metido con el portátil... tienen tanto de qué hablar, tienen tanto que transmitirse...

En fin, que estoy como "niño con botas nuevas".

Tiempo habrá para que me domen los pies, porque, desengañaros, las botas doman a los pies, no los pies a las botas.

jueves, 12 de noviembre de 2009

De sincronicidades, de decepciones y de gozos...

La tarde es de las que engañan: fuera, el sol luce claro, limpio, el cielo azul intenso, pero las sombras de las hojas en el interior del salón danzan una muñeira incesante, locas, sin freno. El viento, fino y sutil, trenza su melodía contra los cristales… hace mucho frío, o lo parece.

Las persianas de los ojos tienden a caer. La música monótona y minimalista de Wim Mertens limpia y rellena la casa, el olor a sándalo impregna cada rincón, todo está preparado para recibir a quien quiera venir…

Abro un nuevo libro; primera página, primeras palabras:

¡Katalintxe! ¡Katalintxe!

Dos golpes rotundos en la puerta me sacan del incipiente sopor que se estaba apoderando de todo yo.

Calzo los zuecos y acudo a la puerta. Al abrirla me encuentro a:

¡Hola, soy Katrina!
¡Hola Katrina, soy Ramón!

Primera sincronicidad.

Le hago gesto de entrar en la casa y allá que va. Es muy menuda, de edad madura, una de esas madres alemanas de hijas alemanas más grandes, más… típicas. Sonríe abiertamente y se lanza a abrazarme así, sin más. Pues bienvenido sea el abrazo.

Cierro la puerta ante la ventolera que se cuela escaleras arriba y suena de nuevo el aldabón: TOC – TOC.

Abro y aparece una alemana típica: joven, rubia, muy rubia, alta, muy alta, más… “teutona” que la otra, ya sabéis.

La invito con el gesto a pasar y ya estamos con los trámites administrativos: sellado de credenciales, preguntas de ¿cuánto cuesta?; ¿qué?; dormir; pues depende de lo cansadas que vengáis; nada mujer, no cuesta nada, si queréis contribuir a la marcha del Albergue ahí tenéis un bote; gracias; a vosotras…, tienes un lugar muy bonito; claro, vivo en él; y la música es buena; si, la elijo yo; y huele muy bien…

Suben a la habitación y se asombran de la vista de Fisterra, y les señalo el Faro, el fin de su camino. Les prometo que esta noche lo verán encendido y que les guardará su sueño.

¿Qué les preparo para cenar? Son alemanas… una buena sopa caliente y salchichas cocidas con arroz y queso… sí, creo que será una buena cena.

Ya duchadas y con ropa cómoda bajan y les comunico que cenaremos a las ocho, si les parece bien. Se miran divertidas: -Creíamos que hoy no comeríamos, tenemos una tableta de chocolate pero no pensábamos bajar al pueblo. –Pues ya veis, no hace falta, tenemos de todo.

Las dos vienen desde Roncesvalles, cada una por su cuenta. Han venido coincidiendo varios días a lo largo de todo un mes, pero nunca han hecho propósito de caminar juntas. Y el destino ha querido que se encontraran el penúltimo día, frente al Fin de la Tierra, al final de su aventura, de su búsqueda…

Katrina habla un poco castellano, ha vivido dos años en Canarias, y eso facilita la comunicación. Su mirada es dulce, una preciosa mezcla de bondad y tristeza… Habla mucho durante la comida, se la nota una necesidad de comunicar, de expresarse… Renata mira, escucha, observa, asiente, sonríe tímidamente y se ruboriza constantemente si te diriges a ella.

No están contentas… hasta ahora. Su camino ha sido duro, solitario, un tanto triste, esperaban más comunicación, creían que encontrarían más alemanes y no han hablado casi con nadie. Aún así todo les ha parecido hermoso, todo… excepto algunas actitudes de la gente, piensan que los peregrinos no son bien recibidos en algunos lugares… Las dejo soltar, escucho atentamente y las invito con la mirada a que se abran, a que me cuenten. Y rompen los velos y se muestran tal cual se sienten en su interior, decepcionadas, llegan al final de un camino que tanto les prometía y no han encontrado a las personas… -Bueno, eso tiene remedio – les digo.

-Habladme de las personas- les propongo- seguro que habéis encontrado alguien interesante, que os haya dejado huella.

Primero tímidamente, después con más soltura, me hablan de Luisa, de Agés, de Grañón, de Jato, de Marcel el de la Faba, de Tomás, de… ¡Caramba! y no habían conectado con la gente… Ellas mismas se dan cuenta de su contradicción y rompen a reir. ¡Es cierto! ¡Nos ha ido muy bien, y hemos conocido a mucha gente buena, y hemos aprendido mucho…! Entonces les hablo de mi eterno proyecto de escribir no sobre los pueblos ni los kilómetros, sino de las gentes del Camino, de hacer una guía humana del Camino y me animan a ello, creen que es lo más importante. Y Katrina insiste en que además no me olvide escribir de mí. –Pero hija, estamos hablando de gente importante, de gente que permanece en la memoria de los demás… -Pues por eso, por eso, -insiste.

Al hablar de Marcel le pregunto cómo está. Me dice que en breve irá a la India. -¿Tú has ido a la India? – me suelta de repente. –No… todavía. Me interroga con la mirada y le cuento uno de mis mayores secretos. –No iré a la India como turista. El día que vaya a la India, será para no volver, allí terminaré mi vida… -¿A dónde irás? –A Benarés, y allí acabaré. – Pues qué bueno que aún no has ido, así te tenemos aquí, con nosotras…

En ese momento me doy cuenta de que la música que suena es de shitar, armoniosa, eterna, y que un dulce olor a sándalo y nenúfar llenan el ambiente.

Segunda sincronicidad.

Katrine entonces me resume su Camino: ha sido como una “vida extra” dentro de la vida. Yo le digo que tiene que hacer que esa vida “extra” se convierta en su vida ordinaria, que no hay que rendirse ante la dificultad de llevar estas experiencias a la práctica en la vida cotidiana, una vez que se han sentido y que se han hecho realidad… y les hago prometer que lo intentarán y que a partir de ahora todo será más fácil.

Me agradecen con sus mejores sonrisas que las haya atendido, que estuviéra aquí, en lo alto del monte, con esta preciosa casa abierta esperándolas. Ahora ya su Camino tiene sentido, han recorrido con el pensamiento cada uno de los días que ha durado, han recordado cada buena palabra recibida, cada gesto amable, y ya todo tiene otro color… labor cumplida. Yo les recuerdo que ellas y todos los que son como ellas son la razón de que esté aquí, y a mi vez les agradezco que hayan elegido este lugar para descansar y su compañía esta noche.

Al despedirlas esta mañana, ambas me han abrazado con fuerza… y en el libro de Peregrinos han aparecido escritas estas palabras:

“Lo más importante son los hombres que escuchan sus corazones…
su corazón es como una estrella que da luz a la tierra…” Hilde Domin.

Respecto a “JAMAS”

“Jamás es una palabra demasiado contundente para ser cierta. Nadie está realmente seguro de lo que dura “jamás” porque nadie ha vivido tanto. Tranquilo, el tiempo siempre acaba por ordenarlo todo”.
Alonso de Salazar y Frías. Inquisidor Mayor de Logroño, apodado “El abogado de las brujas”

He dado la vuelta al reloj de arena… y que salga lo que tenga que salir.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Propongo...

... un camino abierto, un camino donde todo el mundo tenga cabida, donde la tolerancia y la cofraternización sean la bandera, donde no haya diferencias de idiomas, sexos, color de piel, edad, religión ni color de ojos, un camino donde todo sea camaradería, donde todos nos sintamos en nuestra casa porque es nuestra casa, donde la sonrisa sea la moneda de cambio, donde los abrazos se prodiguen a todas horas y por todos...

Joé, propongo que el camino sea todo eso que ya es y lo siga siendo por los siglos de los siglos...

Más todavía, un camino donde soñar, donde respirar libremente, donde amar el entorno y a todo bicho viviente, un camino sin discriminaciones, con plena armonía, un camino donde volar, donde porder ayudar sea normal cada día, donde recibir sea un don que se aprende a diario, donde inventar la vida y recrearla cada minuto, donde dormir sea un placer y no una necesidad, donde respirar el aire puro y limpio del campo sea al premio de cada día, un camino donde ver las estrellas sea gratis y un regalo diario, donde las nubes nos ayuden, nos acompañen, dibujen para nosotros rostros amados, nos cubran del sol, donde la lluvia nos empape y nos limpie, donde el olor sea el rey, todos los olores, el tomillo, el romero, donde el trigo nos salude al pasar y los perros nos acompañen a cada paso, un camino... éste camino, el camino que tenemos, el que quweremos y el que siempre, siempre estará ahí...

Más aún, con ruedas y sin ruedas, con bordón y sin bordón, con guitarras y con panderos, con silencio y con ruido, con gente y solitario, un solo camino para todos...

Propongo un camino abierto, para todos, para los que van tranquilos a pie, para los que corren a pie, para los que sólo tienen una pierna, para los que parece que tienen tres, para las chicas, para las mayores, para los niños, para las nenas, para los abuelos, para los jóvenes fogosos, para las jóvenes explosivas, para los normales, para los demás, para ciclistas, para motoristas, para turistas...

JODER, para PEREGRINOS, que es lo que somos todos, de aquí y de allá, altos y bajos, rubios y morenos, que beben pipermin y que beben birra, para los que sólo beben agüita de la fuente, para TODOS, sin exclusión, para lo que están de acuerdo y para los que no se pueden ver unos a los otros, para los extranjeros de mente y de corazón, para los xenófobos, para estudiantes, para artistas, para taxistas, para funambuleros, para caballos y burros, para todo bicho viviente que quiera estar ahí, `para PEREGRINOS, pues todos lo somos...

Y resumiendo, un camino con bicis y sin bicis, con sandalias y con botas, con timbres y sin timbres, con albergues con subvenciones y sin subvenciones, con albergues municipales, eclesiásticos, particulares, casas de acogida, hospitales, hospitaleros, ayudadores, polis y milis, bomberos, municipales, voluntarios ayudantes y voluntarios anonimos, figuras, mitos, leyendas, seres humildes y prepotentes, respetuosos e irrespetuosos, lógicos y contradictorios, magos y brujos, bruxas e coruxas, trasgos, enanos, insectos, elfos y hobbits, trolls y seres espirituales, buenos y malos, pillos e ingenuos...

Amigos, reivindico el camino tal como es, tal como somos, tal como lo hemos configurado, y tal como la vida misma, con todo su dolor, con toda su rabia, pero con toda su Luz, toda su belleza, toda su magia, en resumen, tal como ES y SERA a pesar de todos nosotros, por los siglos de los siglos...

lunes, 9 de noviembre de 2009

Tea, Zoe, Calixto... peregrinos y amigos

Conocí a Tea en el Toxo Verde, hace muchos años. Y si, era especial, era peregrina... como mi Zoe, como Calixto, como tantos y tantos que nos acompañaron y nos alegraron los pasos y el alma.

La primera vez que vine al Camino, allá por San Juan, hacía un mes que mi perra Zoe, con la que conviví durante doce años, me había dejado para caminar por el cielo.

Una tarde de bochorno, entre Hospital de Orbigo y Astorga, en un pequeño regato de agua, me tumbé a pasar una siestecilla reparadora.

Cuál no sería mi sorpresa al despertar cuando me encontré tumbada a mi lado a Zoe, mi Zoe. La abracé y la invité a seguirme en mi caminar incierto.

Así, no se separó de mí ni en el mismo Santiago, cuando la invité a subir las escaleras de la puerta principal de la Catedral.

Desde entonces, cada año, cada vez que comienzo a caminar en esta senda de vida, de ilusión, Zoe, mi Zoe, me acompaña, caracoleando a mi alrededor, yendo y viniendo, haciendo el camino cien veces, nunca me ha dejado y es mi mejor compañía.

Sé que muchos de vosotros me comprendéis y me admitís esta pequeña locura, pero que es real, tan real como que ahora mismo estoy escribiendo en mi Pc. Para mí Zoe es un alma peregrina, es mi amiga más real, y nunca me abandonará.

Ahora Tea, Calixto y Zoe ya trotan por otros caminos, juntos, yendo y viniendo, saltando retozando, haciendo y deshaciendo mil y una veces la misma senda...

Un recuerdo nostálgico y cariñoso para Marta.

Abandonar el Camino

Esto, entre otras muchas cosas, se le contestó a una peregrina que se lamentaba amargamente después de haber abandonado el Camino un mes de mayo de hace muchos años. Esta mujer nos abrió su corazón, sin ser consciente en aquél momento de lo mucho que nos estaba regalando con su experiencia... y ésto es lo que me salió del corazón en aquél momento, sin ser consciente tampoco de que años después, yo pasaría por la misma experiencia...


"Vamos a hacer un breve balance de lo que tienes que antes no tenías:

1.- Has aprendido que no se puede uno lanzar al vacío sólo por referencias, por muy bonitas que sean...

2.- Has aprendido que cada persona es diferente, que los que pasaban a tu lado sonriendo y con cara de felicidad estaban en un momento muy distinto del tuyo, simplemente, que lo que para unos era el colmo de la dicha, para otros, tú en este caso, en el mismo lugar, a la misma hora, era la antesala del infierno. Esto te puede ayudar mucho en tu vida cotidiana, a comprender situaciones aparentemente inexplicables (hasta ahora)...

3.- Has aprendido a vaciarte, a llorar sin consuelo, buena enseñanza, nada puede ser rellenado sin previamente haberse vaciado... hay que dejar espacio para las cosas nuevas, si no, nos quedamos anclados, envejecemos y morimos...

4.- Has aprendido que tienes límites, unos límites muy claros, muy concretos, intenta no traspasarlos demasiado...

5.- Has aprendido a confiar en los demás, a abrirles tu alma, a compartir con gente que no conoces, pero que aprecias, lo más profundo de tus sentimientos... amiga eso es mucho, pero mucho...

6.- Estás aprendiendo ahora que esa misma gente que no te conoce, pero que te aprecia, te confía sus experiencias, te abre las puertas de su corazón, te ofrece su hombro para que descanses, te saca lo mejor que tienen para animarte y ponerte otra vez en pie, en el Camino, Tu camino, Su camino.

¿Sabes? Seguro que hay muchas más cosas que has aprendido, seguro que más importantes, pero esas son las que he aprendido yo leyendo tu refllexión y las de los amigos que te han contestado...

Y te digo más, nos has enseñado a muchos muchas cosas, muchas más de las que te imaginas... gracias por ello."

domingo, 8 de noviembre de 2009

De soledad, de hospitalidad, de... ¿ilusión?

No corren buenos tiempos para la lírica, pero los ilusos empedernidos siempre intentamos encontrar un resquicio por el que meter la ilusión...

"La soledad, en tiempos de invierno, en un albergue sin pueblo alrededor, aislado, es nuestra segura compañía. Aprovechémosla pues y a ver qué nos puede aportar...

Los días se suceden lentamente, apenas hay nadie a quien ser útil. Uno, dos, o a lo sumo tres peregrinos van a venir a descansar entre estas paredes. Muchos días nadie... nadie para hablar, para compartir, para ayudar...

Las horas de luz son escasas, la niebla, el frío, la lluvia impenitentes, implacables, nos acompañan cada día.

El trabajo siempre es el mismo: pasar la escoba y la fregona, salir a por el pan que cada mañana nos traen a la puerta, preparar la perola con el caldo: unos buenos huesos, un poco de tocino, un choricillo, los días que se puede un cuarto de gallina, una cucharada de caldo vegetal (por no abusar) y agua fresca... todos los días, siempre a punto, lo primero cuando alguien pasa la puerta, un caldito caliente... cuando alguien pasa la puerta...

¿Y cuando no viene nadie? Día tras día en la más absoluta soledad... comer solo, leer, desesperarte con los sudokus, esperar, esperar, y a las once subir, repasar el dormitorio por pura rutina, apagar la luz y acostarte con el libro y el Ipod... solo, solo...

Te preguntas ¿para qué estoy aquí? ¿tiene sentido? casi las mismas preguntas que cuando caminas.

Y las respuestas te salen a borbotones cuando alguien toca a la puerta, cansado, mojado, con el vaho congelado, con las botas embarradas...

¿Que si tiene sentido? ¡Todo el sentido del mundo! En este momento, esta persona me necesita, si no hubiera estado aquí, todo hubiera sido distinto para ella. Mantener la casa caliente, limpia, ayudarle a despojarse de la capa, la mochila, acercarle la silla para que se saque las botas... todas estas labores no tienen precio, ¿qué se podría dar por semejante dicha, por poder tener la suerte de estar allí, en el momento oportuno? ¿Tu tiempo, quizá? ¿Lo tienes? Pues ese es el precio, y esa es la recompensa... la sonrisa, la gratitud, el recuerdo imperecedero.

Y esa tarde de Nochebuena, cuando a las siete de la tarde aquél italiano llegó, todo cobró sentido: las luces, el Belén, la espera, la soledad... y el preparar a toda prisa una buena marmita de lentejas para dar un poco de contenido al caldo, y la ilusión de cortar los turrones, y poner a enfriar el pacharán traído desde 800 kilómetros para esa ocasión, y los ojos como platos de mi "peregrino regalo de Navidad"...

¿Tiene comparación atender el albergue en verano, con los días eternos, con el prado fresco delante donde, si fuera necesario, se podría descansar perfectamente, con estar allí precisamente ahora, cuando no hay nada más que tú, cuando la diferencia entre estar o no estar supone tres horas más de camino para el caminante?

Yo creo que no hay color: si merece la pena estar para los demás es ahora, cuando verdaderamente hace falta, cuando atender cincuenta peregrinos en treinta días es recibir cincuenta premios gordos, cuando una sonrisa de agradecimiento vale mucho más que dos días de espera, de soledad, de silencio...

Es duro, muy duro, pero ¿quién dijo que fuera fácil?"

Imagina (sólo para ilusos)

... que algún día los ilusos lleváramos razón...

que todos caminamos en la misma dirección,
que todos compartimos lo que tenemos, lo mucho o poco que tenemos,
que nos hablamos en todas las lenguas,
que no importa de dónde venimos, porque sabemos a dónde vamos,
que lo mío es tuyo y lo tuyo mío,
que nos damos la mano para salvar el obstáculo,
que nos prestamos apoyo, que nos consolamos cuando alguno de nosotros flaquea,
que nos esperan con la puerta abierta,
los brazos extendidos, la sonrisa por supuesto,
que reímos juntos, lloramos juntos, descansamos y amanecemos juntos,
que yo te curo y tú me curas,
que nos basta con mirarnos a los ojos,
que no importa joven ni menos joven, niño o adulto,
que nos entendemos con la mirada, con el gesto,
porque todos tenemos la misma necesidad el uno del otro,
que tu peso es mi peso, que tu paso es mi paso,

¿Te suena?

Imagina...
que el Camino es el mundo,
que el mundo es el Camino,
¿tan difícil es? ¿no están uno en el otro?
¿no somos nosotros en uno y otro caso?
¿los demás no son los demás en uno y otro caso?
imagina que todos nos lo creemos, que los ilusos son ellos si creen que nos van a arrastrar siempre a su mundo oscuro...
imagina que no hay ellos ni nosotros, sólo imágenes complementarias,
imagina que la luz lo invade todo, que no hay más rincones vedados, que por fin, los ilusos somos todos... y ya no hay más que crecer, vivir... en PAZ...

... pero mientras llega, trabaja por mejorar tú y tu entorno cada día, prepara tus manos, tus oídos y tus ojos para que ninguna necesidad a tu lado quede sin cubrir, ningún consuelo sin ofrecer, ninguna lágrima sin enjugar, ninguna mano sin tender...


Imagina

Imagina que no existe el Cielo
es fácil si lo intentas
sin el Infierno debajo nuestro
arriba nuestro, solo el cielo
Imagina a toda la gente
viviendo el hoy...
Imagina que no hay países
no es difícil de hacer
nadie por quien matar o morir
ni tampoco religión
imagina a toda la gente
viviendo la vida en paz...

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único
espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo vivirá como uno

Imagina que no hay posesiones
quisiera saber si puedes
sin necesidad de gula o hambre
una hermandad de hombres
imagínate a toda la gente
compartiendo el mundo

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único
espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo vivirá como uno

John Lennon, un iluso...
Un buen día soñé que caminaba... y eché a andar.

Muchos años después, sigo caminando, aprendiendo, soñando... y una parte de todo eso quedó reflejada en una vieja libreta.

La libreta se extravió, pero sus palabras nunca se olvidaron, ya forman parte de mí.

Y cuando la libreta asoma, todo mi mundo se pone a caminar, a soñar caminando, a caminar soñando...