viernes, 13 de noviembre de 2009

De botas nuevas... y menos nuevas

Estoy de estreno. Vaya, qué estado de excitación, si señor. Acabo de comprarme mis nuevas botas, esas que me acompañarán los próximos tres o cuatro mil kilómetros, las que evejecerán conmigo, las que se llenarán de polvo (con perdón), de barro, de caca de vaca, de purines... esas que dentro de poco no volverán a lucir los emblemas de WATERPROOF, HITEC, y otras lindezas que las hacen ¡tan, pero tan bonitas!...

Y es que todo llega a su fin. Mis queridas botas Adidas, las que me sacaron del ostracismo cuando creía que nunca más volvería a los caminos, esas en las que no creía cuando las estrené, que me hacían parecer tan pijo, tan fisnas ellas, con sus suelas galácticas llenas de taquitos de colores, con sus apliques reflectantes tan espectaculares que me hacían visible aún cuando yo no quisiera ser tan visible, tan blanditas, tan calentitas y amorosas, esas que me han acompañado tanto y tan lejos, esas se merecen un descanso, si, ha llegado la hora del relevo, pero no del abandono.

En el salón de casa acabo de presentarle a mis nuevas compañeras. Antes he limpiado las viejas, llenas de barro aún de los caminos del Baztán, de las cumbres de Belate y de los fangales de Dantzarinea. No quería que se sintieran en inferioridad, ahora que lo nuevo arrasa y que los viejos no estamos de moda. Y las he puesto allí, unas al lado de las otras, con todo el respeto del mundo, y me he alejado unos pasos, con discreción.

He afinado el oído y, pasados unos primeros segundos de recelo, he visto cómo se han mirado, desconfiadas las viejas, por encima del hombro las nuevas, exultantes de belleza y de tecnología, las muy orgullosas no reconocen que las anteriores también fueron nuevas una vez, también epataron con su sola presencia, ya aprenderán, los caminos se encargarán de ponerlas en el lugar que todos ocupamos tarde o temprano, en nuestro lugar.

Así han estado durante un buen rato, mirándose de reojo. "¿Qué se habrán creído estas niñatas?- rezongaban las Adidas-. Ya se le bajarán los humos, no saben lo que las espera: piedras, hielo, barro, grava y asfalto, mucho asfalto, cada vez más asfalto. Ya hablaremos dentro de unos años, a ver si son capaces de llegar a nuestra edad con el mismo estilazo que nosotras. ¡Ay! si no fuera por estas arrugas, qué digo arrugas, por estas rajillas insignificantes que llevamos por todas partes. Es que ya no hay fidelidad como antes, total porque le entra agua, ¿y qué? así vamos más frescas, que se han vuelto unos blandos..."

Mientras tanto, las flamantes, las brillantes, las jóvenes y desafiantes Hi-TEC, miran de reojo, como no queriendo saber nada. Saben de su fuerza, saben que la juventud arrasa, pero lo que no saben es que esa es una enfermedad que se cura irremisiblemente con el tiempo.

Así ha transcurrido un rato, y yo, no queriendo ser testigo de este enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo, me he ido a terminar de fregar los platos y la cocina que es una actividad menos gratificante, pero que me relaja en mis tiempos de descanso, entre destino y destino.

Cuando, al rato, una vez más limpio el fregadero que los chorros del oro, he vuelto al saloncito, me ha parecido escuchar un rumor suave de conversación. Intrigado, pego la oreja y me parece distinguir una voz grave, profunda, pausada alternando con unas risas infantiles. Miro con cuidado y me encuentro a los dos pares de pendones enzarzadas en animada conversación.

Ya estaban las Adidas contando la pinta que tenían hace una semana cuando aumentaban su tamaño al triple embadurnadas en ese barrillo que tanto nos gusta a los caminantes, si, ese que nos hace parecer trolls y que nos pega a la tierra. Y las muy inconscientes de las HI-TEC partiéndose el alma de risa. Y luego repasaron aquélla vez que hubo que remangarse para meterse hasta los mismísimos corvejones, que creo que así se llama la parte inmediatamente colindante con el inferior del tronco, allá donde la espalda pierde su casto nombre, vamos hasta el mismísimo CULO (Ave María Purísima), para atravesar la laguna Estigia que me esperaba pasada Calzadilla de los Hermanillos...

Y allí las he dejado, enrolladas, he cerrado discretamente la puerta y me he metido con el portátil... tienen tanto de qué hablar, tienen tanto que transmitirse...

En fin, que estoy como "niño con botas nuevas".

Tiempo habrá para que me domen los pies, porque, desengañaros, las botas doman a los pies, no los pies a las botas.

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