martes, 24 de noviembre de 2009

Allende Santiago... hacia el Finis Terrae

Si el viento hubiera soplado en otra dirección... yo estaría ahora sentado al pie del crucero, con la taza de café en la mano, con los rayos del último sol de la tarde deslumbrando mis ojos, esperando a quien se descolgara por allí, pensando en la cena que tendría que preparar, dejándome llenar los pulmones del aire húmedo y fresco de poniente, como cada tarde...

Pero el viento sopla para donde sopla, y aunque nos cueste mucho entender que las cosas pasan como pasan, solo tenemos que esperar, callada, serenamente... Pronto entenderemos que el viento sopla siempre para donde debe, que sólo debemos dejarnos llevar dulcemente por él hacia el siguiente destino, que las cosas pasan como pasan porque así es como deben pasar.

La ajada libreta que el viejo capitán con cansado pero joven corazón extravió en mi mesa, me ha servido hoy para trasladarme a aquél bendito lugar, al pie del crucero...

"Muchas vidas después, el cansado caminante habría de recordar, sentado junto al viejo crucero de piedra, la primera vez que vio morir al sol, naufragando en el horizonte.

Y recordó sus años vividos en el extremo del mundo, allá sobre el monte del cabo, cuando veía a diario salir el sol, nacer el día, sobre el sagrado y misterioso monte Pindo, mientras recorría lentamente la circunferencia que rodeaba el Ara Solis.

Esta ceremonia de salutación la repetía invariablemente cada mañana, antes de que el cielo empezara a clarear, preparando la llegada del dios sol que habría de cobijar con su aliento a la tierra, fecundándola de vida.

La realizaba a la puerta de la cueva, delante de los círculos grabados en el duro gtranito, huellas de los que le precedieron y salutaciones al astro rey, junto a los dibujos de grandes peces, aquellos grandes peces que periodicamente se acercaban a estas costas para ser fecundados.

Desde esta atalaya podía contemplar, junto a las Islas Lobeiras, dos pequeños promontorios que semejaban los lomos de dos "bois" que traían a su memoria la leyenda que decía que, un héroe troyano que habitaba en Duyo, se salvó del incendio que destruyó la ciudad lanzándose al mar a lomos de un buey. Ël consiguió salvarse, pero el buey se ahogó y quedó petrificado en el mismo lugar, conocido desde entonces como "os bois", saliendo él mismo del agua con su capa cubierta de esas conchas que sólo se dan en estos mares: las vieiras.

Y recordó cómo, muchos sigos después, un extraño hombre venido de Oriente, un tal Santiago, destruyó con sus propias manos el Ara Solis, para sustituir su significado solar por una nueva religión en la que el sol se personificaba en un Hijo de Dios nacido de una virgen.

Y así se olvidaron los ritos de fecundidad que llevaban a habitantes de toda la región a yacer por parejas sobre un gran lecho de piedra para conseguir descendencia.

Y poco a poco se fue perdiendo el recuerdo remoto de las epopeyas griegas que relataban cómo el sol se introdujo en una copa dorada para navegar por el océano, hasta llegar a la casa en la que pasaba la oscura noche. Sólo quedó de ello el vestigio del cáliz en el escudo de Galicia, del que tomó su nombre. Ya se encargó la nueva religión de tomar los símbolos y transformarlos en Eucaristía, bendita labor que, lejos de suprimir la tradición, la usó para traerla viva hasta estos agitados tiempos.

Y recordó lo que afirman las viejas crónicas: "El ocaso es, por antonomasia, Fisterra, en Galicia, y hacia allá salieron los iberos, con determinación de seguir el sol hasta el ocaso, y llegando hasta los últimos fines de la tierra, de donde no podían pasar, le erigieron al sol un templo donde ahora está Santa María de las Areas de Finisterre"

Y aquéllo que nació como una celebración solar a la vida, con el devenir de los tiempos, dió en lo que muchos siglos después sería un camino hacia la celebración de la muerte, a la veneración de un sepulcro, y al gozo oculto de una resurrección diaria, a un camino de intercambio, de conocimiento, de realización y de salvación que, más vital que nunca, recorren aún seres humanos de todas las procedencias, de todas las culturas, movidos por el mismo impulso: más allá, más lejos.

Mas esa es otra historia que, con ayuda de la vida, el cansado caminante intentará compartir más adelante.

Al pie del crucero, desde el fin de la tierra, oyendo tañer en la lejanía unas melancólicas campanas que anuncian la partida de un hermano hacia su última etapa. ULTREIA"


1 comentario:

  1. Escribes bien y sabes plasmar los sentimientos de un peregrino.
    La fotografia Genial.
    Buen Camino!!!
    ksoyo

    ResponderEliminar