miércoles, 25 de noviembre de 2009

De las botas sin número, que sirven a todo el mundo...

"... Son pequeñas, aparentemente iguales a todas las demás botas, pero son especiales, ya han ido a Santiago más de siete veces... calzando pies diferentes.

Llegaron a mí un mes de Octubre, lluvioso, frío, desapacible, pero traían vida, luz y esperanza con ellas, y mucha ilusión. La primera vez que las vi estaban empapadas de luvia y barro, y la persona que las calzaba no podía dar un paso más. Estababa derrotada física y anímicamente, su Camino no daba más de sí... y allí se quedaron, junto a mí. Ella había encontrado lo que buscaba, no iba a seguir más allá, y quiso que sus botas quedaran allá conmigo, en el Páramo, esperando a quien pudiera necesitarlas, a quien las llevara hasta Santiago, o a esperarla si algún día la vida la volvía a traer al mundo de la ilusión que se había forjado...

...Las guardé en el armario de mi casa y no tardaron en salir a la luz. Ella había roto sus botas de toda la vida, unas botas que la habían acompañado en sus trabajos en favor de los desvalidos en medio mundo: Vietnam, Sudán, Sahara... la suela no pudo más y se partió literalmente por la mitad. Así no podía seguir. Le hablé de mis botas guardadas, quizá podrían ayudarla a continuar...

...Se las probó. Como un guante, nunca se había sentido mejor. Le dije que las llevara a Santiago, ese sería el fin de su viaje, pero le rogué que, una vez terminado su Camino, me las devolviera, eran muy especiales para mí. En prueba de compromiso me dejó las suyas, las rotas, con mi compromiso de guardarselas hasta su vuelta.

No volvió, pero volvieron las botas en un paquete desde Santiago, quince días después. Venían con una carta de agradecimiento, con un beso marcado con carmín junto a la firma y con la alegría inmensa de haber culminado su Camino con el mejor calzado que había experimentado en su vida. Le devolví las suyas por correo y le agradecí haberme devuelto las mías.

Una vez, una preciosa mexicana llegó a casa. Era estudiante de baile en Madrid y sus piés, muy delicados, ya no podían más: estaban llenos de llagas y de heridas. La curé lo mejor que pude y ella se quedó un par de días descansando. Me regaló con su alegría y con sus dotes culinarias: cocinó guacamole, pollo con diferentes clases de mole, enchiladas, y lo celebramos bien con blanca tequila. Cuando iba a partir comprobó con horror que no podía calzarse sus botas, no le entraban los pies en ellas...

Y recurrimos a las botas sin número. Como la seda, decía sentirse como descalza, liviana como una pluma... Llegaron a Santiago, ni un problema más con los pies. Me las devolvió con las palabras más bellas y agradecidas que nunca me ha dirigido alquien a quien conocí tan poco...

La siguiente vez salieron de casa en los pies de una mujer con los ojos muy oscuros, de más allá del mar. Esa vez el viaje fue un poco más azaroso, pero volvieron al armario, una vez cumplido su destino. Lo que estuvo a punto de romper algo bonito no llegó a hacerlo... y hoy ambos presumimos de nuestro afecto y cariño.

Y así una y otra vez. Han ido y vuelto, han acompañado a mujeres de más de seis países diferentes... y han vuelto, y están aquí, cerca de mí, bien guardadas, esperando a quien las necesite, pues para ella son."

Pd.- ...nunca, nunca dejes de jugar con tu niña, contigo misma, si alimentáramos más a nuestro niño interior las cosas serían más sencillas, más claras. Debemos dedicar más tiempo a jugar con nuestro niño, a oírle y a permitirle acompañarnos...

...incluso al País de Nunca Jamás, a la tierra de los Niños Sin Nombre, a ese mundo que, si alguna vez hemos sido capaces de imaginarlo, no cabe duda alguna de que existe en algún lugar, aunque sea en nuestro interior, y hacia allí quizá nos lleven las botas sin número que sirven a todo el mundo...

...bañémonos pues en el polvillo mágico de Campanilla y: Si acaso quieres volar, piensa en algo encantador, como aquélla Navidad en que viste al despertar juguetes de cristal... volarás, volarás, volarás...

No me he resistido la tentación y acabo de sacar de nuevo las botas mágicas, y... hasta me atrevería a decir que brillan un poco... más.

4 comentarios:

  1. Ramón,

    Ya hemos quedado para mañana, pero este relato, que entiendo corresponde a una de tus estancias como hospitalero, merece un aplauso encendido.

    Soy un privilegiado al poder leerte y debo agradecer el que vayas desgranando tus experiencias en este blog para gusto y solaz de quienes tu lo desees.

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  2. Creo que tendré que probar esas botas,... desde que a un cirujano le dió por hurgar en mi columna sólo puedo caminar con sandalias, ... claro que tampoco está mal llegar a Santiago con ellas, ya están acostumbradas ...y la verdad, yo no veo mis pies como los de esos ojos oscuros...jejeje...


    La anécdota me recuerda unas botas que se encontró Marc en la Plata. No recuerdo porqué Marc caminaba sin botas y creo que por La Puebla se Sancho Pérez se encontró en una plazoleta unas botas con un papelito en el que decía: para quien las necesite. Le iban como anillo al dedo.

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  3. Te aseguro Gloria que te sirven... sin duda. ¿Sabes por qué? Porque son realmente mágicas, porque son del Camino, porque ya han demostrado que se adaptan a pies con fé, porque siempre hacen su trabajo y nunca fallan... y porque tienen tu nombre impreso en su alma.
    Te esperan, ya sabes dónde...

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  4. ¡Ah! y porque son botas de niña, de niña eterna...

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