sábado, 28 de agosto de 2010

La historia interminable...

La eterna dualidad: día y noche, luz y sombra, hola y... adiós.

Necesitaban, buscaban con toda su alma algo cálido a lo que agarrarse.

Cada una de ellas, formando parte de la otra, arrastraba su esperanza, su desengaño, su ilusión, su desesperación, por los caminos.

Fueron unas horas intensas, las dos eran una sola, yo fui todo un mundo para las dos y para cada una de ellas.

Las ayudé, poco. Me ayudaron, mucho. Las orienté, era fácil. Me orientaron, no se cómo pero lo consiguieron, y abrieron muchas puertas cerradas y candadas para ¿siempre?, y les allané el camino, y ellas me alumbraron lo que vendría después.

Les limpié las lágrimas y ellas me curaron el alma herida con su bálsamo luminoso.

Y se marcharon... como no podía ser de otra forma.

Iban más ligeras que llegaron, me dejaron más libre que me encontraron...

Nunca tan pocas palabras encontrarían un eco tan largo.

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