El caso es que me apetece hablar de Camino... ¿qué raro no?, si eso ya no se lleva, si lo que ahora nos pone es otra cosa... lo intentaremos.
Tardes grises.
Hay muchas tardes, a lo largo del Camino, en las que todo cambia de color, los contornos se diluyen y la vida parece ralentizarse.
Son esas tardes en las que apetece hacer un pequeño corrillo para comentar las incidencias del día, al arrimo de un brasero o de una buena lumbre, con los ojillos a medio cerrar por la modorra después de una larga caminata.
En esas tardes, suele salir mucho de nuestro inconsciente, compartimos más allá de lo que estamos acostumbrados en nuestra cotidianeidad, es más fácil entreabrir las puertas del alma, mostrar un poco de aquello que tanto nos cuesta compartir, aquello de lo que somos tan celosos.
Suelen ser momentos muy provechosos.
El que más y el que menos saca beneficio de la apertura.
Estas tardes transcuren plácidas, lentas, bellas, y mucho tiempo después recordamos lo conversado, lo vivido, lo reído y hasta lo llorado.
Son Buenas Tardes, sin duda.
Y hay otras tardes, a veces las mismas, en las que no estamos para nada.
El frío exterior nos cala los huesos, nos sentimos incapaces de rozarnos con los demás compañeros de Camino, todo está de punta, nos sentimos agobiados, cansados, el roce de una mirada nos produce una quemadura.
Son esas tardes para olvidar, oportunidades perdidas de vivir y de compartir.
He tenido muchas tardes de las dos clases, las primeras te dan vida, las segundas... te la quitan, poco a poco.
No permitáis que esos momentos bajos os entren muy adentro.
Si expermientáis una de esas tardes, metéos en el saco y dormid... dormid mucho, con rabia, mañana todo habrá cambiado... quizá.
Pero no os dejéis devorar por la melancolía, por el desencanto, por lo gris...
Todos valemos mucho más que eso, ni fuera hace tanto frío ni el lobo es tan feroz como lo pintan.
No permitáis que los fantasmas interiores salgan y os destrocen la preciada semilla de la alegría.
Compartid, haced buena una mala tarde, esa es la tarea y ese es el Camino.
Si ofendísteis, pedid perdón humildemente a todo el mundo.
Y dad las gracias por todos los bienes recibidos, y compartidlos con todos los demás.
Por si esta fuera una de esas tardes grises y frías en las que todo te viene de cara, pido disculpas a todo aquel que se haya sentido mal ni un segundo por algo que yo haya dicho o hecho.
Y, al saco, a dormirla.
Que mañana será otro día y habrá que seguir caminando...
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