jueves, 17 de diciembre de 2009

Construir sueños... (5)

... ya estaba iniciada la obra, no había marcha atrás. O eso, al menos creíamos nosotros.

Se acordó empezar a construir por la parte más cercana a la iglesia, por el Este. Era una decisión que venía dada por el interés en hacerlo todo como en la Edad Media, era el mejor principio siguiendo el movimiento del Sol, y por la necesidad de no entorpecer la labor diaria de acogida, mientras ésto fuera posible.

Se empezó a desmontar el terreno y a acumular materiales para la construcción. La piedra saldría, en su mayor parte, de los montes cercanos. Allá que nos íbamos con el tractor y el remolque y día a día una inmensa pila de piedras se fue formando frente a la obra.

La pizarra para el tejado apareció sin más un buen día. Así, como os lo digo, apareció frente al refugio. Un gran camión la descargó ante nuestro asombro y apiló los palés ordenadamente. La enviaba Luis, el amigo y peregrino de Lugo que tantas sobremesas compartía con nosotros en las tardes de invierno.

Unas gestiones muy afortunadas del dueño del lugar nos proporcionaron las vigas de madera para la techumbre. Poco a poco fueron tomando su lugar junto a los demás materiales una ingente cantidad de traviesas de tren, con su olor caracteristico, y unos hermosos postes de teléfonos bien pulidos por la intemperie.

Y se comenzó la construcción en sí. Todas las instrucciones las daba el alma del lugar, era ingeniero, capataz, albañil y paleta, todo en uno. Tenía todo el proyecto en su cabeza y nunca le vi mirar un sólo plano a partir de entonces.

Quizá eso fuera lo que, en el devenir del tiempo, empezara a crear problemas...

Las zanjas comenzaron a ocupar todo el espacio, y quien dice zanjas dice mover la tierra, desenterrar... y eso es lo que empezó a suceder. Comenzaron a encontrarse fragmentos de piedra, de cerámica, clavos herrumbrosos... y más cosas. Se trató todo lo que salía de la tierra con mimo, se apartaba, se limpiaba y se almacenaba aparte. Pero no era suficiente.

Entonces cayó inevitablemente la primera orden de suspensión de las obras. Se alegó que había que investigar a fondo los restos encontrados, que no se podía mover ni una piedra hasta que los expertos no dictaminaran sobre el valor de lo hallado... así hasta un sinfin de argumentos legalistas y poco realistas.

Ante nuestra desolación, hubo que interrumpirlo todo. De nada valieron nuestras promesas de respetar todo lo que se encontrara, de guardarlo y entregarlo. Había que parar. Un soplo frío de deshaliento cubrió nuestras ilusiones.

Pero nada iba a quedar ahí, no nos íbamos a rendir, por el proyecto valía la pena poner toda la carne en el asador y nos conjuramos de nuevo a salvar todos los escollos, todas las dificultades, todas las zancadillas. La Casa se iba a construir, por supuesto...

... Se visitó al delegado de Cultura de la Junta, y resultó ser un asiduo del Camino que había pasado varias noches en el Refugio, enamorado del espíritu que allí había encontrado y de la acogida que había recibido siempre. Se puso de nuestro lado y nos prometió tratar de remover obstáculos para que la idea siguiera adelante.

Así que se levantó la prohibición de construir bajo la promesa de respetar todo lo que se hallara, dar cuenta de ello y estar dispuestos a parar en el momento que apareciera algo realmente importante, y bajo la amenaza de terribles sanciones si no se cumplían estas instrucciones. Todo ello aderezado de un guiño de ojo del consejero y una sonrisa de oreja a oreja al darle un buen apretón de manos.

Y todo siguió, y la tierra empezó a desvelar el pasado...

Y comenzaron a aparecer restos de un asentamiento ya olvidado y abandonado, de lo que tenía todas las trazas de ser una gran construcción anterior dedicada al cuidado de los peregrinos. Se investigó a través de todos los medios (en aquélla época no existía Internet), en todas las bibliotecas, y se encontraron vestigios de todas las edades que indicaban que: "Pasada la Iglesia de Santiago, la primer casa a la izquierda estaba ocupada por un Hospital para Peregrinos en los que nunca faltó agua, sal y paja donde reposar los cansados huesos..."

Este descubrimiento supuso el espaldarazo definitivo a nuestros anhelos, volveríamos a levantar esa Casa y se recuperaría su utilidad de siempre.

Y proseguimos con las obras, apareció una pequeña piscina de piedra donde en la antigüedad se debía lavar a los enfermos, se identificaron sin ninguna duda la antigua entrada al edificio, la cocina con sus restos de piedras calcinadas del hogar, las conducciones de agua, y la tierra nos fue devolviendo uno a uno los recuerdos de un pasado como si fueran notas de una partitura que, una vez recompuesta, nos traería la MUSICA, las voces ancestrales que animaron aquél lugar...

... Los milagros empezaron a fluir: un día había que remover las antiguas duchas y lavabos para continuar la obra; sin problemas, aparecía un peregrino que dominaba el arte de la fontanería y en dos días nos desmontaba todo lo existente y lo trasladaba unos metros más allá...

...Otro día había que levantar la instalación eléctrica para continuar con las obras; ¿quién diríais que se alojaba ese día en el Refugio? pues claro, un experto electricista que no tenía inconveniente en trabajar todo un día para ello y así aprovechar la circunstancia para permanecer con nosotros unas horas más...

...Así funcionaban las cosas entonces, con complicidad, con cariño, con QUIMICA...

Y por eso un día apareció una furgoneta con una docena de lavabos nuevos, con su grifería y todo, que nos enviaba una pareja de peregrinos valencianos, justo el día en que habíamos terminado las conducciones nuevas de agua; y por eso un artista de la piedra caminando hacia Santiago hizo un alto en su Camino para labrarnos el símbolo que preside la puerta de entrada a la Casa, justo el día que se estaba levantando el muro principal y se coronaba la puerta de entrada... y tantas y tantas causalidades que nos convencieron de que estábamos en el buen camino y que aquéllo era imparable ...

Eso creímos ...

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