Con frecuencia en el Camino nos encontramos con compañías que en un principio tienen buen aspecto y, más frecuentemente de lo que desearíamos, terminan siendo un verdadero incordio, cuando no un problema, a veces serio.
Supongo que a muchos de vosotros os habrá pasado llegar a un lugar a descansar un rato, tomar algo fresco y descargar un poco la mochila.
Muchas veces, al coincidir con otros caminantes, se entabla un breve diálogo y se intercambian algunas impresiones, casi siempre con la sonrisa fácil y sin mayores pretensiones.
¿He dicho sin mayores pretensiones?
Si, esa es mi intención, pero desconozco la de los demás.
Y nos encontramos en unos minutos comentando con esa persona, de la que no tenemos más referencias que una mochila y un camino, nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras inquietudes personales, nuestro origen y cualquier otra cosa que se nos pasa por la frente.
Esta actitud no es mala en sí misma, pero debemos reflexionar que, a veces, se convierte en molesta y hasta peligrosa.
¿Por qué? Pues porque la actitud interrogante, aparentemente comunicativa de algunas personas, termina por ser una máscara para resolver sus problemas de incomunicación, de soledad, y nosotros, con nuestra actitud abierta sin reparos les proponemos, sin ser nuestra intención, una solución a toda esta problemática.
Luego vienen los problemas.
En sólo unos minutos, nuestro interlocutor conoce con todo detalle dónde vamos a parar a continuación, nuestras intenciones de pernoctar, nuestro estado financiero, y miles de cosas más que, a la primera e ingenuamente le servimos en bandeja.
Consecuencias: cuando vamos a reanudar nuestro camino, ya tenemos a nuestro lado, pegados como sombras, a unas compañías que, en unos casos no son deseadas, en otros, no nos apetecen lo más mínimo, y en algunos, más de los que desearíamos, se nos vuelven incómodas y nos tuercen muchas horas de nuestro Camino, esas precioas horas con las que contábamos para nosotros mismos.
Y ya estamos con los cambios de planes para no coincidir más, y las miradas antes de parar en un sitio para evitar encontrarnos con ellos, y el juego del escondite que tanto distrae del Camino muchas veces...
Aquí se plantea el caso de: Vale más una vez rojo que ciento amarillo.
En estos casos deberíamos actuar rápida y contundentemente.
A nadie le puede parecer mal que se le diga a la primera: Buen camino, camino sol@ y así deseo seguir haciéndolo.
Este simple planteamiento nos puede evitar muchos malos ratos, muchos momentos de incomodidad y, cogido a tiempo, nos evita algunas amarguras y algunas situaciones comprometidas más adelante.
Acostumbramos a aconsejar con cierta alegría a los que nos preguntan: no importa ir solo, cuando lleves unas horas caminando ya estarás rodeado de amigos, no te preocupes.
¡Atención! Esto no son las montañas de Heidi, claro que vamos a conocer muchas buenas gentes, claro que vamos a hacer buenas amistades en nuestro Camino, pero atentos, no todo lo que transita por el Camino son gentes libres, abiertas, maravillosas y encantadoras que nos van a regalar amistad, camaradería, buenos momentos; hay que ir preparado para distinguir el grano de la paja y para evitar que nadie, por un mal entendido espíritu de compañerismo, nos pueda torcer nuestro Camino o llenarlo de dudas y sombras.
He visto demasiados casos de gente huyendo literalmente y escondiéndose en el Camino de otras personas como para tomar esto a la ligera.
Que nada ni nadie os saque de vuestro centro. Es vuestro Camino, disfrutadlo. Y recordad: Vale más una vez rojo que ciento amarillo.
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"...Que nada ni nadie os saque de vuestro centro. Es vuestro Camino, disfrutadlo. Y recordad: Vale más una vez rojo que ciento amarillo...."
ResponderEliminarjejeje igual, igualico que tantas circunstancias, y tantos casos vividos en propios, como ajenos...
Valientes palabras Ramón!!. Parece que tengamos que idealizar, tanto en las formas, como en el fondo el Camino de Santiago, y pretender olvidar que forma parte de este mundo, que con todas sus supuestas "perfectiones" hacemos un flaco favor a quienes se pueden sumergir en él algún día. Podríamos hacer uso de ese maravilloso refranero español, que si bien parece cajón de sastre, no es menos cierto que abunda en conocimiento y experiencia, y en este caso podríamos empezar recordando que "no es oro todo que lo reluce", y en este caso, incluso añadiría que suele ser lo contrario ;))
Abrazos,
enrique
Enrique, el Camino está inmerso en la Vida, en la de cada uno y en la común, por tanto no se diferencia grandemente de ella: el que entra necio, no por estar allí deja de serlo, y las más de las veces sale igual como mínimo. Nunca creí que fuera una escuela de santos sino más bien un espejo en el que nos reflejamos tal cual somos.
ResponderEliminarCreo que quitarle un poco de aureola de milagro le viene bien, y desde luego, alertar a los incautos, creo que es una labor necesaria.
El refranero no falla, guste o no guste, no falla.
Un fuerte abrazo.