jueves, 3 de diciembre de 2009

De nieve y... soledad

Esto escribí el 1 de diciembre de 2004 (ya ha llovido).

Este es un día cualquiera en casa de Tomás:

Esta mañana esta nevando en Manjarín. El invierno asoma con toda su realidad. Ventisca, niebla, frío, humedad... y soledad. Eso es la montaña en este principio de diciembre. Camino en estado puro.

Allá arriba, la hospitalidad sigue tan fuerte como siempre. Solamente subían media docena de peregrinos, pero se han ido juntando alrededor de la estufa. Un café caliente y conversación. Los perros hechos un ovillo a los piés de la estufa.

Allí se respira Amor, camaradería, todo eso que nos enriquece y que tanto añoramos en la vida diaria, allí se regala a espuertas, sobriamente, seriamente, pero con el corazón a flor de piel.

Es admirable que persistan en pie lugares como este, en estos momentos en los que se cuestionan tantas cosas, en los que muchas puertas se cierran ante la escasez de ingresos (atención a este tema, hay muchas sorpresas en este Camino sobre hospitalidad y disponibilidad, y no siempre las cosas son como parecen a primera vista). Aquí siempre, y en estos días duros más que nunca, se encuentra un remanso de paz y de hospitalidad descarnada, despojada de todo adorno, en su estado más puro.

Que nadie espere encontrar ninguna comodidad, esto sólo es útil, útil para recomponer el cuerpo maltrecho y el alma cansada, sólo eso.

Allí seguían cuando les dejé, como siempre, firmes, ayudando, atendiendo a todo aquél que lo necesita y lo requiera, dando ejemplo.

Muchos de vosotros os echaréis al Camino estos próximos días, simplemente precaución, el tiempo ya está difícil, abrigaros bien pues puede haber alguna pequeña sorpresa, y buen camino a todos.

Ah, el roble estaba precioso, majestuoso frente a la niebla, tan acogedor como siempre.

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