... a partir de ese momento, el Camino ya no era el mismo. Se había llenado de ilusión, color, promesas, objetivos, ya había algo importante que hacer, ya nada volvería a ser igual.
Sellamos un compromiso de corazón: Luis y su esposa, comerciantes de Lugo, Jean Pierre el pequeño montañés que hablaba con los osos, Francine la bella niña recien casada, y el resto de los peregrinos, nueve en total, que nos encontrábamos allí en aquél momento: la Casa se haría, la haríamos nosotros y cuantos fueran llegando pues el proyecto apuntaba a años de trabajo.
Y, una vez terminado aquél Camino, volvimos, volvimos muchas veces.
Primero había que conseguir unos planos adecuados, unos planos legalmente realizados por un arquitecto y compulsarlos para poder hacer un proyecto serio y solicitar los oportunos permisos. Y comenzó el calvario de despacho en despacho.
El dueño de todo y el promotor in pectore lo tenía muy claro, no quería nada para él, no quería figurar como propietario de nada, quería donar el terreno y su trabajo sin ninguna contrapartida, aquella tierra de la que vivía plantando flores de invernadero, aquel suelo que constituía todo su patrimonio, solamente quería hacer realidad su sueño.
Luego de muchas horas de discusiones y de reflexionar profundamente sobre el tema, se decidió crear una Asociación para diversificar los trabajos, los riesgos y las responsabilidades.
Así que el primer reto era formar una Asociación que llevara adelante el proyecto, darle cuerpo jurídico. Se convocó una reunión fundacional y se redactaron unos estatutos en los que se dejaron bien especificados todos los puntos: La Asociación se haría cargo de la construcción de la Casa y administraría su funcionamiento posterior.
Pero todo eso no era más que la cara material. Lo importante era lo que se avecinaba: una gran Casa para los peregrinos, construída exclusivamente por peregrinos y financiada por aportaciones que no existían pero que no nos cabía la menor duda de que irían llegando. Ese era el reto y a ese nos entregamos todos en cuerpo y alma.
El tiempo se encargaría de enseñarnos muchas cosas: que las dificultades iban a ser muy grandes, pero muy grandes, y lo más importante... que nunca nos iba a faltar de nada, que el Camino nos iba a proveer de todo lo necesario, que las manos nunca iban a escasear y que siempre vale la pena luchar y entregarse por aquéllo que se sueña ...
... El sueño ya estaba en marcha. Ya teníamos la primera parte de la infraestructura legal que haría posible dar los primeros pasos para la realización de "nuestro" (porque ya era nuestro, ya había dejado de ser personal y se había convertido en colectivo) sueño.
Así que, con los planos legalizados y en la mano (por favor, no preguntéis cómo se pagaron; se pagaron y basta, ya os decía que nada nos iba a faltar, era una labor destinada a hacerse, simplemente) y la Asociación creada y legalizada en el Registro Nacional de Asociaciones, comenzó la ardua, inmensa, desoladora a veces y enervante tarea de conseguir los permisos correspondientes, tanto en el Ayuntamiento como en el organismo correspondiente de la Administración Autonómica.
Eso casi merece un relato aparte, pero os ahorro el calvario. Porque fue un auténtico calvario, cualquiera de vosotros que haya tenido la remota idea de construir algo en un lugar cuaquiera conoce ya la forma de actuar de estas administraciones. El Ayuntamiento no tragaba: que era un lugar calificado como rural, que la nueva cnstrucción afeaba el entorno, que no estaba claro el tema de la propiedad futura, que ... todo un rosario de impedimentos y de pruebas al tesón y a la voluntad de aquél puñado de atrevidos.
Por supuesto que en el fondo latían rencillas y envidias ancestrales hacia el alma del proyecto y la persona que lo encarnaba. De manera que recurrimos a la astucia y solicitamos un reunión con todo el pleno municipal para presentarles el proyecto en vivo y en directo por peregrinos venidos de varias partes de España acompañando a peregrinos de varias nacionalidades que vinieron expresamente para ese Acto.
Una vez más, la intervención del Señor Santiago obró el milagro y lo que se presentaba como una batalla más se convirtió en una gloriosa mañana en la que todos los presentes nos volcamos con todas nuestras fuerzas y nuestra ilusión en mostrar a los concejales y al pueblo presente un proyecto que haría llevar el nombre de esa localidad por los cinco continentes allí representados.
Acompañamos la presentación de infinidad de adhesiones llegadas de todas las partes del mundo y algo debió de tocarles el corazón o la codicia (que de todo se veía en sus rostros) pero el caso es que se aprobó por aclamación el proyecto y se recibió la solemne promesa de recibir toda clase de ayuda y apoyo, intelectual e inmaterial, eso si, de toda la Villa.
Salimos del Ayuntamniento henchidos de alegría y cargados con todo tipo de obsequios: bolígrafos, planos y mapas del pueblo y hasta con un escudo de cerámica de la Villa cada uno de nosotros.
El transcurso de los meses y los años nos haría ver que aquéllo fue un espejismo y que el apoyo inicial se convirtió en una carrera de obstáculos que aún no ha terminado...
... Y comenzó la verdadera tarea, planificar el desmontaje de todo lo que había instalado en el terreno que ocuparía la futura Casa de Peregrinos y el ponerse manos a la obra.
Nadie sabía cómo se haría, con qué se haría ni quién realmente la haría pero varias cosas estaban absolutamente claras y marcadas: solamente intervendrían peregrinos vountariamente, sin remuneración alguna y cada uno aportando el tiempo de que dispusiera, se haría siguiendo siempre las instrucciones y a dirección del hombre que lo soñó y que tenía todo el proyecto grabado intensamente en su cabeza, y se emplearían materiales de la propia zona, sin máquinas, a mano, y con los mismos métodos que se emplearon en construir la vecina ilesia de Santiago. De esta manera la Casa se convertiría en una prolongación natural de aquél recinto sagrado del que tendría, en su centro, el pozo que alimentaba y energetizaba todo el entorno...
Ni que decir tiene que todos estos trabajos iniciales ocuparon unos meses durante los cuales una dedicación, y no la menor, consistió en explicar el proyecto a todo aquél que paraba en el lugar, al tiempo que se les atendía como siempre, nunca debería dejar de atenderse la hospitalidad durasen lo que duraran las obras.
Muchas fueron las personas que en ese tiempo pasaron por allí y nos dejaron su huella, su apoyo y, lo que es más importante, su impronta y su recuerdo. No perdamos de vista que era un trabajo vivo, interactivo.
Un lejano día una joven de largo cabello brillante, piel cobriza y ojos intensamente oscuros pasó por la casa. Venía de tierras muy lejanas, de más allá del gran mar y estaba haciendo realidad una ilusión largamente acariciada: recorrer el Camino. Estaba convencida de que aquéllo le cambiaría la vida y tuvo que dejar muchas cosas atrás para lograr su quimera. Nos contaba cómo sufrió los primeros días allá en los Pirineos para vencer su vértigo, cómo otro peregrino la ayudaba y le tendía su bastón para que lo agarrara y poder dar los pasos más aéreos, cómo se sentía desfallecer y cómo remontó con garra y valor para continuar adelante. Nos relataba cómo numerosos amigos y conocidos, algunos sin rostro hasta entonces, la acompañaron, la animaron, la guiaron y la siguieron en su periplo. Y cómo se encontraba ya allí, en su Camino, como si estuviera en su casa y la ilusión que la impulsaba a continuar adelante. Seguramente volvería pues para ella, ésto era ya su casa.
O aquél otro peregrino de las orillas del Ebro, culto y gran conversador, que se nos lanzaba a cantar con su potente vozarrón hasta que nos volvía medio locos y le teníamos que pedir que bajara el tono. Cordial y amistoso donde los hubiera, nos contaba sus proyectos de ir hasta Finisterre y trabajar con los amigos gallegos, de formar parte de alguna Asociación Galega o algo así, de su intensa correspondencia con otros peregrinos y de sus ganas insaciables de recorrer caminos. Con él tuve que librar algún duelo dialéctico más parecido a un cruce de floretes, pero siempre sin sangre ni muerte, por supuesto. Buen colega, amigo y contrincante, ¡vive Dios!
Una presencia dejó un gran recuerdo. Se trataba de un peregrino magro, pequeño, casi diría que flaco que estaba materializando un gran proyecto: venir desde el mar de enfrente caminando hasta el gran mar de occidente. Su máxima ilusión era volver y trabajar en el camino siempre que la vida se lo permitiera y no nos cupo ninguna duda a nadie de que se convertiría en un magnífico "hospitalario", porque hospitalidad era lo que derrochaba, aún recibiéndola. Muchas veces después tuve ocasión de recibir sus visitas, así como de compartir horas en cualquiera de los Albergues del Camino en los que prestaba sus servicios.
El trabajo comenzaba, pero la ilusión y el impulso no hacían más que incrementarse a medida que se empezaron a removerse los primeros obstáculos y a verse camino despejado por el que empezar a transitar...
La vereda se iba desbrozando...
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Buenas tardes, Ramón. He descubierto hoy mismo tu blog y me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMe gustaría ponerme en contacto contigo para comentarte un proyecto de un calendario sobre el Camino y me gustaría contar con un texto tuyo. Mi correo es: terry_blench@hotmail.com. Muchas gracias.