... La obra continuaba a todo trapo. Las paredes iban creciendo, nunca faltaron manos ni talento, muchos peregrinos, al pasar por allí, prometían volver a ayudar, y así se fue construyendo, día tras día: parecía que todo iba a resultar, la Casa iba apareciendo ante nuestros ojos como una isla de paz en medio del mar.
Nunca pensamos que uno de los mayores inconvenientes estuviera dentro de la misma obra, en su propia alma y esencia...
Me estoy refiriendo a la forma de construir. Ya dije antes que nunca se sacaron los planos, se construía siguiendo las consignas y la dirección de aquél que primero soñó la obra, aquél que lo tenía todo en su cabeza. Y aquí vino el problema, inevitablemente.
Se materializó cuando un funcionario de la Junta se presentó para precintar las obras. Asi de claro.
¿Qué había ocurrido? Sencillo.
Lo que se estaba construyendo se parecía como un huevo a una castaña a los planos compulsados por el Colegio de Arquitectos que se había depositado junto con la solicitud de licencia de obras. Donde había un muro, se construyeron dos hermosísimas ventanas góticas... donde debía ir una puerta se hizo un gran portalón capaz de permitir la entrada a una recua de mulas... donde iba un tejado de piedra se tapó con una preciosa celosía de alabastro... y así una tras otra irregularidades.
Nada era como debía ser. Todo se improvisaba y ni la belleza de la obra podía superar las irregularidades.
Fue más costoso convencer al jefe de obras que a la propia Junta. No se podía continuar así, las Normas estaba para cumplirlas, no de adorno.
Buenos disgustos costó el asunto, buenas horas de intercambio de todo, desde intensos diálogos a alguna bronca con salida por pies incluída...
Finalmente se impuso la cordura y se acordó no desmontar nada, sino tapar las preciosas ventanas con piedra nueva sin desmontarlas, por si algún día cambiaban las normas y se imponía la belleza sobre la practicidad.
Y con esos pequeños grandes retoques y el pago de las correspondientes multas por infracciones se pudo obtener el permiso para seguir las obras con el aviso serio de interrupción inmediata y definitiva a la siguiente infracción.
¿Se produciría ésta?
Nos conjuramos para que no ocurriese sabiendo en nuestro fuero interno que tratar de mantener a nuestro maestro dentro de la Norma era tarea tan complicada como contener al océano en una galerna.
Pero lo intentamos y todo siguió...
Por aquél entonces la obra iba bien crecidita, pronto se pudo habilitar el ala este de la Casa y se preparó con esmero la inauguración de la misma.
El comedor nuevo ya lucía en todo su humilde eslendor y lo que nació como un sueño ya se podía tocar...
Uno de los recuerdos que permanecen de aquélla época es el pasmo que causaba a algunos peregrinos el comprobar que, como ellos creían, no se trataba de un edificio en ruinas. Más de una vez alguien nos decía con pena:
"¡Qué bonita casa, lástima que se esté cayendo! ¡Señora, no se está cayendo, la estamos haciendo!" era nuestra respuesta, y lo decíamos llenos de orgullo , pues la Casa era idéntica en material y forma de construcción que la vecina Iglesia del siglo XI...
... y la vida siguió y con ella todos crecimos.
Y creció la casa, esa casa que nunca se acabó, que nunca se acaba, que nunca se acabará ¿acaso se acaban los sueños?
Lo que si hubo fue un lento despertar de muchos de nosotros. Poco a poco otros asuntos, otras vidas, fueron reclamando nuestra atención, y lo que ya estaba en marcha fue dando paso a nuevos caminos, nuevos retos, nuevos proyectos...
Y allí queda el sueño hecho realidad, allí lo podéis contemplar, junto a la iglesia y el cementerio, sobre el castillo y al pie de la gran montaña que lo une con la tierra meiga...
Si teneis ocasión, disfrutadlo. Si no os apetece, pasad a verlo y comprobaréis cómo la ilusión, el impulso de un sueño, el trabajo en común, llegan a hacer milagros...
Y todo ello al borde del Camino, de este Camino vuestro al que amamos como se ama a una cuna, a un hogar, a un sueño...
Gracias por compartir estos momentos, este relato en 6 partes, número redondo que se inicia con un gran impulso y termina con una obra de servicio, con una obra coral llevada a cabo por una comunidad de intenciones...
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Construir sueños.
ResponderEliminarTuvo que ser trepidante todo el proceso, que creo recordar me digiste que duro varios años.
Cuando pare allí la próxima vez seguro que lo veré con otros ojos. Desconocía esta historia. Sería formidable poder parar al menos un dia y charlar con Jato de todo esto.
Conservas o mantienes alguna relación con el equipo básico que colaborasteis? Os juntaís alguna vez para recordar tantas vivencias?
Espero charlar contigo algún dia sobre el tema.
Abrazos,
Javier
Querido Javier, el tiempo ya pasó, la vida continuó, como no podía ser de otra manera, y los caminos de todos y cada uno se abrieron a otros horizontes... Nunca más volvimos a juntarnos, no era necesario, la obra estaba allí, solamente fuimos humildes instrumentos en manos de algo superior.
ResponderEliminarSi puedes hablar con Jesús, no dejes de transmitirle mi agradecimiento personal por tanto recibido y tanto aprendido.
A mí me cuesta más...